La abstención se ha impuesto frente a la comedia electoral diseñada por Maduro para el 22 de abril. Como una plomada, la conciencia mayoritaria se ha decantado por esta vía como respuesta a una sucesión de acontecimientos: haber dejado los mandatos populares como la lucha por el referéndum revocatorio, la renuncia a las colosales jornadas de calle con su terrible saldo de vidas perdidas y el desconocimiento de la orden del soberano el 16J. Como alternativa los partidos que ejercían el control de la MUD privilegiaron no el diálogo, sino un tipo peculiar de diálogo, que abandonó el objetivo de la transición por el ilusorio de que Maduro aceptara unas condiciones electorales para derrotarlo electoralmente. No era posible porque los dialogantes opositores abandonaron los instrumentos que podrían haber empleado para obligar a Maduro a una negociación seria: la protesta ciudadana, la alianza con los factores internacionales más favorables al cambio inmediato (Luis Almagro, ex presidentes de IDEA, gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Perú, España, entre muchos otros), el llamado consistente a los militares para el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales y la adopción por parte de la Asamblea Nacional de medidas como el nombramiento del nuevo CNE. Que esto es complicado y muy difícil, nadie lo duda, pero tal vez menos que “convencer” a Maduro de que haga elecciones limpias para sacarlo del poder.
Hay quienes dicen, con espíritu socarrón, que nadie les impide a los críticos de esa estrategia irse con un fusil a Miraflores o convocar para llenar las calles. Argumento falaz de los tontones que saben que al dividirse la oposición por el incumplimiento del mandato del 16 de julio ningún sector opositor tiene, por sí solo, fuerza para imponerse. Si hubiese fuerza, tal vez hasta impedir “activamente” las elecciones sería una opción; sin esa fuerza, la protesta se concentra en la abstención. Se le puede poner el apellido que se quiera, pero la abstención, aunque se vista de seda, abstención se queda.
Como se ve, los que decían que no había camino sino ir a votar en las condiciones que fuesen, han llegado a la misma conclusión a la cual han arribado los viandantes, peregrinos, nómadas de ciudades y pueblos: así no voto ni me la calo más. Entonces, “y tú, ¿qué propones?”, acoger el mandato del 16 de julio para convertirlo en plan con estrategia.
A esta tragedia le faltan capítulos, al lado de los fenómenos y actores previsibles, siempre aparecen los fenómenos paranormales que colorean las dinámicas y alteran los rumbos…
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