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Tierra de Gracia: ¿Se han rendido las FF AA venezolanas?

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El régimen comandado por el títere de La Habana, Maduro, tiene bajo control a las FF AA. Ni una ligera brisa se mueve entre los uniformados sin que el G-2 cubano lo perciba, se les adelante y los capture. Por ese yugo castrense, cientos de militares siguen presos y torturados en sus mazmorras. Ese férreo control es lo que permite a Maduro permanecer allí

 

La estructura de la dictadura de aquel general Pérez-Jiménez no era parecida a la de este régimen bolivariano. Hemos recordado el pasado 23 de enero, como fecha culminante del fin de aquellos años sin libertad, como añoranza de la caída de este otro régimen persistente. En 1958 aún quedaban oficiales con honor. Los de hoy, cargados de prebendas que se cuelgan con el oro blanco del tráfico de cocaína, la honradez se les ha extraviado sin querer darse cuenta. Esos militares, que escogieron la carrera de las armas para honrar a su Constitución y defender a la patria de Bolívar, han traicionado todos sus principios. Se han rendido, ante una ideología extraña a sus ideales democráticos que juraron defender.

Son culpables de disparar, capturar y torturar a su propio pueblo. El día que sean juzgados, y esa hora llegará, dirán en su defensa: «Sólo cumplíamos órdenes». No les valdrá, como no salvó a los criminales nazis en Nuremberg, que se defendían con la misma cantinela. Son reos de crímenes de lesa humanidad y traidores a Venezuela, ya que esas órdenes han partido de los extranjeros jefes cubanos de Maduro.

Ni siquiera el incentivo de la recompensa millonaria en dólares, que ofrece la DEA estadounidense, motiva a los militares bolivarianos para capturar a los capos de la droga, que dirigen Venezuela fuera de toda legalidad. Seguramente, será porque ganan más moviendo las toneladas de narcóticos hacia Estados Unidos y Europa. Aunque esos son los que llevan soles en sus charreteras, la oficialidad media debería imaginar –tal vez lo piensen– preparar una acción en tal sentido. No sólo por el botín de la DEA, sino por colocarse en el lado correcto de la historia. Ese momento en que muchos de ellos, que llevan uniforme, votaron por Edmundo González Urrutia.

Sin esa operación interna, de franca acción contra la dictadura y en pro de restaurar la libertad y el sistema democrático, el tiempo está jugando a favor del régimen. Desde fuera, se habla en los foros internacionales del apoyo claro al presidente legalmente elegido, aunque es loable y de agradecer esas palabras, otra es que tomen las acciones directas y efectivas para sacar a Maduro de su palacio.

El advenimiento de Mr. Trump ha abierto una esperanza en el convulso cielo internacional. Muchos esperan que el rubio tome medidas más allá de su verborrea sorprendente. Pero hay que detenerse en el escenario geopolítico, donde Venezuela juega como un elemento de segunda división, pero alineado con sus grandes apoyos y hermanos mundiales.

Esa es la diferencia del país de la dictadura perezjimenista de los años cincuenta y ésta. Aquella era militar a secas, producto del sempiterno caudillismo continental. Ahora, el régimen cubano castrista–venezolano está mucho más intrincado en los entretelones de los intereses de las economías enfrentadas.

Sin una acción conjunta, desde dentro y fuera, Maduro se siente seguro. Todo puede suceder y esa torre de su narcoestado podría derrumbarse. Sabe el títere de La Habana que esa conjunción puede darse y pedirá clemencia para asilarse en un país amigo, el de sus grandes hermanos. Seguramente que no escogerá Cuba.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

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