Parece mentira, pero sopotocientos norteamericanos aman al Monstruo -«Ser fantástico que asusta», DRAE-, le dieron su voto. Y ganó galopando. Alguien, algún día, explicará la naturaleza de un fenómeno tan aberrante en Estados Unidos, la primera potencia del mundo. Es lo más grave del asunto.
Este Monstruo es racista, anticientífico, favorece el cambio climático, mentiroso a más no poder, delincuente condenado, fomenta una oligarquía poderosísima (a su cabeza Elon Musk, amigos de nazis), de una inagotable crueldad con los migrantes y, de paso, desprecia los tercermundistas; violador de la Constitución y hasta físicamente del Capitolio para aclarar dudas; homófobo, personalista y caprichoso en todo ámbito, ignorante de toda ignorancia, nacionalista y populista cercano al fascismo. Se llama Donald Trump.
Ya sé que a muchísimos venezolanos todo eso, hay más, les importa poco si logra bochar al régimen madurista con el enorme poder que tiene en el bolsillo. No les faltan “razones” y sentimientos, un cuarto de siglo de tiranía devastadora hace que uno se agarre de cualquier salvavidas, pero es saludable tener clara la naturaleza del protector que ansían.
La verdad es que gran parte del mundo ha temblado, para empezar la desarrollada y madre de la civilización moderna, Europa. Donald no los quiere mucho por sofisticados –predica la rudeza– y, claro, rivales económicos. La de carreras que se dan para congraciarse y adversar –difícil juntura– al que solo cree en los negocios y la edad de oro de América, por lo cual puede aplastar a casi todos.
El lío mayor es con China que también se las trae. André Breton, papá del surrealismo, gustaba de las malas películas (sic) y la más notable que consiguió versaba sobre un chino que hace una máquina para reproducirse a sí mismo, se multiplica sin límites y un día llega a la Casa Blanca y destituye al presidente. Así deben ser las pesadillas de Donald. Bueno, pero también debería pensar, no es tema suyo por apocalíptico, como el cambio climático que niega, que hay bombas nucleares por aquí y por allá y eso puede acabar el planeta, antes de que Musk nos pueda transportar a Marte. Él ama la felicidad, de América, es una mentalidad omnipotente y positiva.
Bueno, estoy seguro de que se hablará mucho sobre el caballero, al menos en los cuatro años de su gobierno. Por lo pronto lo que nos interesa es qué diablos va a hacer con nuestro Nicolás. De las opiniones serias que he oído la más sensata es que se pueden tener argumentos para aquí y para allá y que no se puede tener claridad hasta que el caballero hable. Sí, ya sé lo que Marco Rubio ha dicho. Pero parece que lo prudente es esperar la voz del amo. Que si Chevron y su pasión petrolera, que si los migrantes que va a repatriar y sus costos, que si su indiferencia ante los dictadores (su amistad con Putin y nada menos que con Bolsonaro, además narco) y con una cáfila de ultraderechistas y similares como Milei, Bukele, Netanyahu…, son cosas que se deben sopesar a la hora de esa decisión sobre nuestro modesto país. Que tampoco tiene que ser decisiva, aunque sin duda muy señalada.
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