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Pdvsa, ¿un asesino silencioso?

Los mechurrios quemando gas es una imagen que ha acompañado desde siempre a los venezolanos. Los cielos rojizos, incandescentes maravillan a los viajeros en las carreteras de oriente; en el Zulia, su resplandor parecía competir con el relámpago del Catatumbo. La manera de deshacerse del gas y de sus explosiones era lanzarlo a la atmósfera, quemado o venteado, y que la naturaleza resolviera. Un rastro tóxico y asesino
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Desde que comenzó la explotación petrolera en Venezuela, el gas asociado a la extracción del crudo se le consideró más un inconveniente que otro elemento de riqueza. El modelo de negocio estaba orientado a la máxima ganancia con la mínima inversión. Si el precio del crudo era bajo, menos de 3 dólares el barril, del gas era mucho más bajo. Apenas unos céntimos, pero requería tecnología más compleja y mayores costes de producción.

Fue en las últimas décadas del siglo pasado que la empresa petrolera Pdvsa y sus filiales comenzaron a prestarle más atención al gas como fuente de ingresos. Hubo planes y la disposición de los socios palabreados, pero se presentó el cambio de paradigma impulsado por la nueva élite política y sus vetustas ideas.

Mientras los científicos y técnicos el IVIC e Intevep habían aplicado todo su conocimiento para ‘blanquear el barril”, los recién llegados impusieron el modelo mercantilista del siglo XVIII, máxima y mínima inversión: vender el crudo, no sus derivados.

No se salvó ni la orimulsión, una patente de Pdvsa como sustituto del carbón y el fuel-oil que permite producir electricidad con menos emisiones de gases de efecto invernadero. Sin revisar los compromisos ni las ventas a futuro, se suspendió sin aviso la producción de orimulsión y la patente se le entregó a China como un obsequio al pueblo del admirado timonel Mao Tse-tung.

La arrogancia permitió decir que el precio justo del petróleo no debía bajar de 200 dólares el barril y, con similar ignorancia, que se asegurara que si bajaba a un dólar Venezuela estaría en mejores condiciones sociales que cualquier otro país. Ya sabemos los resultados, incluida la crisis humanitaria.

En los años en que Venezuela tuvo más ingresos en las arcas públicas, la primera década del siglo XXI, cuando todo se tasaba en millardos de dólares, y el resabiado millardito, el endeudamiento se multiplicó exponencialmente sin necesidad alguna.

Venezuela se hizo más dependiente del petróleo precisamente cuando los países previsivos, dependientes de los combustibles fósiles invertían en la búsqueda energías alternativas.

Con el cuento de tener las reservas petroleras más grande del planeta, proliferaron las emisiones de bonos petroleros y las compras, mediante colosales créditos, de cientos de miles de fusiles Kalachnikov, 21 aviones Sukhoi Su-30, una decena de helicópteros grandes como un trasatlántico que los tumbaba el aleteo de una mariposa y de un sistema de misiles antiaéreos que ahora exhiben por las autopistas como si se tratara de un jarrón milenario chino.

A punta de exprópiese, de comprar cientos de contenedores con alimentos podridos, ‘remember Pudreval’, apareció una sigla que costó asimilarla: GNV, gas natural vehicular, una auténtica alternativa ecológica a la gasolina. Todos los vehículos nuevos debían estar equipados con una bombona de GNV para evitar el derroche de gasolina y la “contaminación”. Sin embargo, nunca hubo suficientes estaciones de recarga. La inmensa inversión se quedó a mitad de camino y los vehículos con 22 kg de peso adicional que significaban más quema de gasolina y más CO2.

La propuesta, desde el punto de vista ambiental, tenía sentido. No hay gasolina verde, como Pdvsa publicitaba engañosamente, y el GNV emite hasta 80% menos de óxidos de nitrógeno, reduce las emisiones de dióxido de carbono en 30% y las de monóxido de carbono en 85%. La emisión de hidrocarburos no quemados es muy baja.

Actualmente ningún vehículo funciona con GNV, son muy pocos los hogares con acceso al gas, a la electricidad y al agua desde mucho antes de las sanciones. Mientras, solo en el norte de Monagas se queman y se ventean volúmenes de gas por hasta 7 billones de dólares al año.

gasolina subsidiada cronograma distribución Pdvsa

Foto: Federico Parra / AFP

Asesinatos con alevosía y premeditación

Venezuela fue uno de los últimos países que dejó de utilizar el tetraetilo de plomo para potenciar el octanaje de la gasolina y aumentar la compresión del motor. Empezó a utilizarse en 1920 y no fue sino hasta los años setenta que la ciudadanía supo que el plomo del tetraetilo, una sustancia organoléptica, no participaba en la combustión y salía expulsado con los otros gases y se incorporaba al aire que respiraba la población.

Venezuela tardó 30 años más en descartar este aditivo que tenía que importar a precios internacionales y a pesar de que las mediciones que se hacían rutinariamente en la esquina de Carmelitas indicaban intolerables niveles de plomo. Siempre había otros asuntos más urgentes, u otros nuevos paradigmas.

Con la huelga petrolera en 2002 y el despido de 20.000 trabajadores petroleros, todo se enfiló a la producción de crudo y precisamente el gerente más incapaz, y con menos talento de gestión estratégica, pero con vínculos de sangre con el ministro de Energía y Petróleo, pasó de Pdvsa Gas a la presidencia de Pdvsa y al Ministerio de Petróleo y Energía. El contralor se controlaba a sí mismo.

Invalidado al nacer

La Ley para el desarrollo integral y energético del gas, promulgada en el año 2000 entusiasmó al sector gasífero, pese al discurso socialista que se colaba en la actividad gubernamental. La ley, todavía vigente, permite que empresas y consorcios de 100% capital privado, nacional o internacional, participe en la exploración y producción de gas natural.

Casi inmediatamente se convocó la licitación internacional de cuatro bloques de una reserva de gas libre llamada Plataforma deltana, en Delta Amacuro. El resultado fue poco exitoso solo hubo dos ofertas. Una de Chevron y la otra de Statoil, las licitaciones de los otros dos bloques fueron declaradas desiertas. Contrario a lo establecido en la ley, Pdvsa se reservaba entre 60% y 70% de la propiedad en cada bloque. Luego el socio mayoritario, Pdvsa, que tenía que aportar un capital, no lo hizo y todo el barullo sobre el gas de la plataforma deltana se apagó.

Volvió la bulla el 25 de agosto de 2012 con una explosión en la refinería de Amuay que causó 55 muertos y 156 heridos. A las 12:35 am se alertó fuga se propano y a la 1:07 am ocurrió la tragedia. Rafael Ramírez Carreño, entonces ministro de Petróleo, declaró que el origen de la cadena de explosiones fue “la formación de una nube de gas tras una fuga”. Sus colegas ingenieros de la ULA no chistaron. Todavía las brasas estaban encendidas cuando Eulogio Delpino, vicepresidente de Pdvsa y viceministro de Petróleo y Minas, declaró que no descartaba que fuese sabotaje la explosión de una esfera de gas propano y otra de butano de 25.000 litros cúbicos cada una. También ardieron 2 tanques llenos de gasolina, que agregaron más sustancias tóxicas a la atmósfera.

Nunca se dijo a cuánto ascendió el daño ambiental ni cuales serían las repercusiones que tendrían en la salud de los residentes de la península de Paraguaná los gases tóxicos liberados en el incendio que duró más de tres días. En el Ministerio de Sanidad no se llevan ni comparte estadísticas, tampoco en el de Ambiente. El esfuerzo gubernamental se centró en descartar los señalamientos de los sindicalistas y expertos que consideraban la explosión había ocurrido por falta de inversión y mantenimiento. Había equipos dañados, escasez de repuestos y pocas condiciones de seguridad.

Explosión de la refinería de Amuay en agosto de 2012. Foto: EFE

El gas que no procesa lo quema

En 2017 Venezuela era séptimo país más contaminante, pero a finales de 2019 era el quinto, por debajo de Rusia, Irak, Irán y Estados Unidos que juntos acumulan una quema de 200.000 millones de pies cúbicos de gas natural al año.

Aunque su producción ha caído estrepitosamente –de 8.000 millones de pies cúbicos diarios en 2016 a 4.000 millones– sigue aumentado su participación en la contaminación del planeta, la destrucción de la naturaleza y afectando la salud. Es uno de los países que más queman y ventean gas natural, sin incluir las fugas en más de 3.000 kilómetros de tuberías que surten apenas a 14% de hogares.

Los mechurrios quemando gas es una imagen que ha acompañado desde siempre a los venezolanos. Los cielos rojizos, incandescentes maravillan a los viajeros en las carreteras de oriente; en el Zulia, su resplandor parecía competir con el relámpago del Catatumbo. La manera de deshacerse del gas y de sus explosiones era lanzarlo a la atmósfera, quemado o venteado, y que la naturaleza resolviera. Un rastro tóxico y asesino.

A medida que los colosales endeudamientos de Pdvsa mostraban sus garras y se descapitalizaba por servir como caja chica de Miraflores, era más difícil y costoso evitar que el gas natural acabara en la atmósfera. Al carecer de infraestructura para aprovechar el gas asociado la opción es quemarlo o ventearlo, la más criminal. Su impacto ambiental no se toma en cuenta, ni hay interés en reducirlo o eliminar las emisiones tóxicas. Las normas y estándares ambientales solo se citan en las reuniones internacionales.

El incremento del desperdicio de gas comenzó a mediados de 2005 y se ha mantenido criminalmente estable. Solo entre 2012 y 2021 la intensidad de las llamaradas de Venezuela se multiplicó por cuatro y se mantuvo estable a pesar de la fuerte disminución de la producción de petróleo que comenzó en 2018.

Venezuela, que es firmante del Acuerdo de París 2015, quema un estimado de 2.000 millones de pies cúbicos de gas natural por día, principalmente en Monagas. Una práctica que ha liberado en el mundo 361 millones de toneladas de dióxido de carbono y 39 millones de toneladas de metano y hollín.

El gas natural tiene gran valor comercial, quemarlo es mal negocio y, sobre todo, un atentado contra la salud de la población. 80% de la producción de gas de Venezuela está asociada a la producción de crudo, que entre 59% y 61% son pesados y extrapesados, cuya producción y procesos asociados son altamente contaminantes y de fuerte impacto ambiental. Sus emisiones son óxidos de azufre (SO2 y SO3), óxidos de nitrógeno (NO y NO2) y otras largas cadenas de carbonos.

Ambos compuestos de azufre y nitrógeno forman el smog fotoquímico, una mezcla que causa problemas respiratorios y de salud en general. Además, los compuestos de azufre en la atmósfera pueden reaccionar con el vapor de agua y formar ácido sulfúrico, que cae como lluvia ácida y daña la vegetación, las edificaciones y los cuerpos de agua con graves efectos en salud en la población, pero no de manera inmediata.

El dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno irritan el tracto respiratorio y empeoran los casos de asma; aumentan la incidencia de enfermedades respiratorias, como bronquitis; irritan la piel y causan o empeoran las alergias; además de aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y varios tipos de cáncer.

Desconexión tecnológica y desinversión, en lo que se convirtió a Pdvsa

En el mundo existen regulaciones estrictas para limitar las emisiones de NOx y Sox, que también tienen efectos catastróficos en la capa de ozono. Existe tecnología para su control, como la reducción catalítica selectiva y la absorción húmeda, que minimizan las emisiones de compuestos sulfurosos y nitrogenados en los complejos gasíferos.

La mala gerencia, la desconexión con la tecnología y la ineptitud han convertido a Pdvsa en un asesino silencioso. Cada día quema, ventea y contamina la atmosfera 1.800 millones de pies cúbicos diarios de gas natural solo en el norte del estado Monagas. Mientras que el Ministerio de Energía y Petróleo registra que en el Zulia, Falcón y la Faja del Orinoco se queman alrededor de 1.200 millones de pies cúbicos de gas al día.

En la extracción de gas natural, que implica perforación y bombeo del gas natural, las emisiones de SOx y NOx son generalmente bajas, porque los equipos que utilizan operan con combustibles fósiles. En los procesos de separación y tratamiento del gas, las emisiones aumentan porque se utilizan más maquinas que funcionan con combustibles fósiles y porque cada proceso genera elementos residuales.

En los últimos cinco años, el gas liberado al ambiente ha superado los volúmenes comercializados. Necesitan petróleo urgente para cumplir los compromisos con China, Rusia y Cuba, pero no tienen la tecnología ni pueden asumir los costos de la limpieza y compresión del gas natural. La opción es quemarlo en los mechurrios o ventearlos. El gas directo que llega a 14% de la población tiene un precio escalofriantemente bajo: 0,00000237 bolívares por metro cúbico.

Venteo y quema de gas natural

Hay diferencias sustanciales entre el venteo y la quema en mechurrios del gas natural. La quema es lo que hacen los mechurrios. La combustión del gas natural en una antorcha para convertir el metano en dióxido de carbono y agua, además de los otros elementos tóxicos. El venteo libera el gas natural crudo directamente a la atmósfera, sin quemarlo, que es doblemente problemático: el gas natural está compuesto sobre todo por metano, un potente gas de efecto invernadero.

Ambas prácticas tienen impactos ambientales, pero el venteo es generalmente considerado peor debido a la mayor capacidad del metano para atrapar calor en la atmósfera. Pdvsa es uno de los mayores emisores de gas natural no procesado del mundo por venteo, quema y fugas.

Efectos en la salud

Los efectos de los elementos tóxicos que se liberan en la quema y el venteo de gas natural no son inmediatos. Salvo tos, irritación de los ojos, malestar de garganta, empeoramiento del asma y de la bronquitis crónica; eventualmente puede haber ingresos hospitalarios por cardiopatías. La contaminación sónica, el ruido ensordecedor de los mechurrios noche y día que obliga a la población a hablar a gritos para tratar de entenderse, también dañan la salud.

Además, en Punta de Mata y en los sectores Santa Bárbara, Jusepín y Colombia, el ruido está acompañado de un calor abrasador que les quema la cara y que destruye los cultivos de la comunidad. Terrenos que fueron el medio de sustento de generaciones dedicadas al cultivo de maíz, sorgo, batata, tomate, patilla y yuca dulce quedaron estériles por la contaminación de restos de crudo procedentes de la quema y el venteo.

Los más peligroso de los daños que ocasionan a la salud la quema y venteo es que los síntomas pasan inadvertidos hasta que es demasiado tarde. El óxido nitroso y las partículas de azufre en estos vapores afectan nariz garganta, tráquea y bronquios grandes. Entre quienes padecen insuficiencia respiratoria suele desencadenarse la enfermedad pulmonar obstructiva crónica por la exposición prolongada a gases irritantes con presencia de dióxido de carbono, metano y azufre.

Además, el monóxido de carbono y el metano desplazan del aire el oxígeno que las personas respiran y de la hemoglobina en sangre, lo que dificulta el transporte del oxígeno a los tejidos e impide los procesos metabólicos y la función respiratoria. La persona no se da cuenta de que tiene lesiones irritativas crónicas, con tos y flema constante, porque está acostumbrada a vivir bajo los efectos de estos vapores con dióxido de carbono, metano CH4, óxidos de nitrógeno, óxido nitroso, óxido de azufre y sulfuro de hidrógeno, además de compuestos orgánicos volátiles.

Alto riesgo y sin protección

En la industria petrolera hay peligro de explosiones, incendios, contaminaciones y contacto con sustancias tóxicas. Por el alto riesgo que conlleva, el personal requiere de equipos especiales y seguir estrictamente las normas de seguridad. De lo contrario ocurren accidentes que pueden causar la muerte, daños graves e irreversibles a las poblaciones y al medioambiente en general. No basta usar unas bragas rojas y un casco de plástico, ni apagar el incendio con prontitud. Hay que evitarlo

Al seguir las normas de seguridad se evitan derrames, incendios ni nubes de gas que explotan. El rigor de Pdvsa en el control de daños ambientales se podría catalogar de inexistente. No solo ocurren grandes accidentes y derrames, sino que los pequeños incendios, las pequeñas fugas con consuetudinarios. Los trabajadores, hombres y mujeres, que participaron en la limpieza y remoción de escombros al otro día del incendio y las tres explosiones del complejo gasífero de Muscar, en Punta de Mata, no contaba con el equipo normativo de protección contra los gases tóxicos.

Los bomberos seguían las labores de refrescamiento, pero el humo no había desaparecido completamente y el mal olor era insoportable, irritante, carrasposo. Un ambiente extremadamente tóxico. Todos sintieron dificultades para respirar, pero en el sitio no se habilitó una lavandería provisional para que no se llevasen la ropa contaminada y tóxica y enfermaran también a la familia.

La única actividad preventiva se realizó después de la catástrofe. La guardia nacional y otros cuerpos policiales “evacuaron a los habitantes de la comunidad de Musipan de sus hogares mientras se controlaba el incendio para prevenir cualquier eventualidad que los pusiera en riesgo”.

Bomberos de Pdvsa Petromonagas realizan simulacro preventivo contra incendio

¿Quién cuida a los bomberos y a los equipos de seguridad?

Salvo para su propia familia y sus compañeros, los riesgos que corren los bomberos pasan inadvertidos, a menos que se trate de un acto heroico que los medios de comunicación o las redes sociales exalten. Lo demás es su trabajo.

Después de horas combatiendo un incendio, si no presenta heridas visibles ni acusa un dolor anormal, debe estar preparado para la próxima contingencia aunque se sienta molido. No se estudia cómo les afecta la toxicidad ni se establece un programa de control que trate de emular el seguimiento hecho a los bomberos que participaron en la extinción de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre.

Un examen médico rápido y completo, seguido de un tratamiento prioritario, reduciría la incidencia de muertes prematuras entre los bomberos y los equipos de seguridad de Pdvsa. Las estadísticas muestran que transcurridos unos años los bomberos que combaten incendios sin protección respiratoria adecuada presentan tasas altas de enfermedades gastrointestinales, graves trastornos respiratorios, cáncer de varios tipos y problemas de salud mental, incluidos suicidios y demencia.

Los elementos tóxicos presentes en los incendios están directamente relacionados con mayores tasas de cáncer y problemas de salud mental entre los bomberos. También a las personas que pasan horas examinando o limpiando los escombros. No bastan las mascarillas antipolvo N95.

 

(*) Muchos de los informantes provienen del interior de la industria petrolera o han sido trabajadores de la misma. Los datos proporcionados, aquí reflejados, han sido redactados de tal forma que se mantenga el anonimato y la confidencialidad. Las historias son verídicas en fondo y forma, quizás con ligeros cambios, redactadas para facilitar su lectura y que no se identifique a los que dieron la información.

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