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Trump: la nueva doctrina de seguridad nacional sin concesiones

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En política internacional, la seguridad no se negocia, se impone. La administración de Donald Trump ha comprendido que en un mundo de amenazas híbridas y alianzas criminales transnacionales, la diplomacia blanda y la burocracia judicial ya no son suficientes. La reciente orden ejecutiva que clasifica a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas transnacionales representa una de las decisiones más trascendentales en la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo en las Américas. Es, en esencia, una declaración de guerra contra quienes han convertido el narcotráfico y la violencia en herramientas de desestabilización global.

Esta medida no es simplemente una estrategia de seguridad interna, sino una reconfiguración del orden geopolítico bajo un principio esencial: Estados Unidos no permitirá que el crimen organizado y sus aliados estatales desafíen su poder. Con esta nueva doctrina, Washington no solo cierra las puertas a la negociación con los cárteles, sino que amplía su arsenal de herramientas para eliminarlos con precisión quirúrgica, sin los límites impuestos por la burocracia judicial tradicional.

La amenaza híbrida: narcotráfico, terrorismo y regímenes hostiles

Durante años, se ha tratado al narcotráfico como un problema de seguridad pública, con enfoques que priorizan la persecución judicial y la cooperación policial. Pero la realidad es que los cárteles ya no son simples organizaciones criminales; han evolucionado en estructuras híbridas, que combinan el tráfico de drogas con terrorismo, financiamiento ilícito y una preocupante interconexión con regímenes hostiles a Estados Unidos.

Aquí es donde la administración Trump ha dado un golpe de autoridad. No solo ha identificado a los cárteles mexicanos, la Mara Salvatrucha y el Tren de Aragua como amenazas transnacionales, sino que ha señalado explícitamente a Venezuela, Cuba y Nicaragua como actores estatales que colaboran con estas redes ilícitas. Con ello, la seguridad nacional de Estados Unidos se redefine bajo un principio esencial: cualquier país que albergue, financie o colabore con estos grupos será tratado como una amenaza existencial.

La inclusión del Cártel de los Soles, vinculado a la cúpula del régimen de Nicolás Maduro, en esta lista de objetivos estratégicos es prueba de que la política de apaciguamiento ha terminado. No se trata de una simple declaración simbólica: hay órdenes de captura, recompensas multimillonarias y, más importante aún, la capacidad de actuar fuera del marco de las restricciones judiciales tradicionales. 

El falso dilema de la soberanía: México y la seguridad regional

En este nuevo orden de seguridad resulta llamativa la resistencia de México a la clasificación de los cárteles como organizaciones terroristas. Tanto Andrés Manuel López Obrador como su sucesora, Claudia Sheinbaum, han insistido en que esta medida atenta contra la soberanía mexicana. Pero, ¿desde cuándo la eliminación de grupos criminales que asesinan, trafican y secuestran es un problema de soberanía?

El verdadero dilema aquí no es la soberanía, sino la voluntad de actuar. El gobierno de México ha demostrado una preocupante pasividad frente a la violencia descontrolada, lo que ha convertido al país en un territorio de expansión del crimen transnacional. Con o sin su cooperación, la seguridad de Estados Unidos no estará sujeta a la inacción de terceros.

La estrategia de Trump es clara: quien no actúe contra el crimen, se convierte en parte del problema. La seguridad de la región no puede depender de la retórica diplomática ni del cálculo político de mandatarios que temen tomar decisiones firmes.

Una nueva estrategia de acción: de la persecución judicial a la eliminación estratégica

Históricamente, Estados Unidos ha enfrentado el crimen organizado a través de procesos judiciales prolongados, extradiciones y acuerdos bilaterales. Pero los cárteles han aprendido a jugar con las reglas del sistema garantista, utilizando la burocracia legal para prolongar juicios, negociar reducciones de pena y operar desde las sombras.

Trump lo sabe. Por eso, la nueva clasificación de estas organizaciones como terroristas cambia las reglas del juego. Los cárteles y sus líderes ya no serán tratados como criminales ordinarios, sino como objetivos estratégicos que pueden ser neutralizados por cualquier medio necesario.

No es un escenario hipotético. Estados Unidos ya ha aplicado este modelo en la guerra contra el terrorismo, con operaciones de precisión quirúrgica como la eliminación de Qasem Soleimani en Irán. Si el terrorismo islámico justificó acciones militares directas, ¿por qué no habría de aplicarse el mismo criterio a cárteles que han causado miles de muertes dentro y fuera de Estados Unidos?

Este enfoque también pone fin a las negociaciones con estos grupos. Durante la administración de Joe Biden, altos funcionarios como Juan González mantuvieron contactos con Nicolás Maduro, legitimando indirectamente su régimen. Bajo la nueva doctrina de Trump, este tipo de acercamientos son impensables: Estados Unidos no negocia con terroristas, los elimina.

Fortaleza en la seguridad: el pilar de la Doctrina Trump

El principio que guía esta política es claro: la seguridad de Estados Unidos se sostiene sobre la fortaleza, no sobre la concesión. Frente a un mundo donde las amenazas ya no son solo militares, sino transnacionales y asimétricas, la única respuesta viable es la acción directa, sin burocracia y sin restricciones innecesarias.

Esta no es solo una estrategia de seguridad, sino una declaración de principios sobre el liderazgo estadounidense. Mientras administraciones anteriores han titubeado frente a la expansión del crimen organizado, la administración Trump está estableciendo un nuevo estándar: el orden se impone, no se negocia.

Si otros gobiernos deciden ignorar esta amenaza es su problema. Pero Estados Unidos no permitirá que el crimen y sus aliados sigan operando con impunidad.

Con esta política, Trump ha redefinido el paradigma de la seguridad nacional: fuerza, determinación y acción sin concesiones. En un mundo donde el crimen y el terrorismo operan sin límites, la única respuesta posible es el poder sin restricciones.

Estados Unidos está listo para asumir ese desafío. Los demás, que tomen nota.

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