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El buitre del tejado

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Expectante en medio de toda clase de pensamientos, mientras caminaba por un sendero con varias curvas, tuve la dicha de apreciar un ave grande que sobrevolaba los cielos y se posaba en lo alto del tejado de un edificio viejo. Miré alrededor esperando ver el acompañamiento clásico de muchas otras aves como esa, ya que es más frecuente avistarlas en grupo que solitarias. Se trataba de un buitre, ave de carroña diseñada para contribuir con la limpieza de los ecosistemas frente a la inevitable muerte de cualquier animal. Mis ojos se perdieron por unos minutos en su comportamiento atento, lucía como preparado para ver caer muerto un cuerpo en plena calle, y ser el primero de su especie en llegar al hecho.

La imagen hizo volar mis pensamientos lejos donde no hay corazonadas, sino donde la evidencia de un acecho es la señal más clara en un día sin preguntas. En tal sentido, subió a mi corazón una verdad parafraseada que ubica la sabiduría en senderos desconocidos para las aves y la oculta de los ojos de buitres. En ese instante, el acecho se transformó en un recordatorio de vulnerabilidad empaquetada en una sensación senescente de peligro, ya que aquella pregunta que asaltaba el pensamiento: ¿quién está por caer muerto? Perdió total sentido, siendo sustituida por la claridad plena de que cada cual juega su roll en el transcurrir de la vida.

Más adelante, en el texto de origen de la frase, el autor describe la sabiduría como vista y manifestada solo por el Creador, preparada y descubierta por su mano, así mismo dispuesta como obsequio al hombre, resultante de una valoración reverente y consideración de la existencia del Creador, entendido como temor de Dios. Así, nunca llega sola, la sabiduría es acompañada por inteligencia en la determinación de apartarse del mal. 

Frente a la experiencia el corazón se sensibiliza con la seguridad de poseer los sentidos despiertos que en ocasiones desearían dormir; empero, mientras permanezcan impresionables, apercibidos y entrenados, el buitre enviado deberá aguardar en el tejado y morir de inanición. Sin embargo, en el caso de dormir a voluntad, los ojos se cerrarán por periodos desconocidos de tiempo, el olor de lo marchito se hará presente entre las carnes como putrefacción y la rendición del orate se postergará hasta ser alcanzada por la cuita que es de las mejores corredoras en la pista. 

El panorama es prometedor en la dirección más segura que nunca será fácil, pero inconcuso y más ligero apartado de morriña.

@alelinssey20

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