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De España a Venezuela: la transformadora obra del Hermano Ginés

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El Hermano Ginés, erudito apasionado por las ciencias naturales, es un ejemplo de trabajo y dignidad. Su obra fue inmensa, y su legado lasallista es imperecedero. Su filosofía: vivir en paz y convivencia con el progreso y la naturaleza.

Nacido en Navarra, España, el 27 de junio de 1912, el Hermano Ginés convirtió a Venezuela en su patria adoptiva desde su llegada. Una de sus principales preocupaciones fue el aislamiento de las diversas poblaciones del interior del país, reconociendo la necesidad de brindar oportunidades y atención a la juventud. Esta misión lo llevó a dedicarse a la ecología, la fauna, la flora y la riqueza marina. Como director de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, desarrolló aulas de conocimiento en distintos rincones de Venezuela, dejando un legado educativo imborrable.

Margarita fue una de las grandes beneficiadas por su visión. En la población de Punta de Piedras, se llevaron a cabo importantes proyectos educativos. En 1958, se estableció la Estación de Investigaciones Marinas, inaugurada en 1961 por el presidente Rómulo Betancourt. Este centro se transformó posteriormente en el INCE La Salle, que evolucionó en el Liceo Náutico Pesquero, hoy en día nombrado en honor al ilustre venezolano Dr. Ramón Espinosa Reyes. En 1977, como gobernador de Nueva Esparta, tuve el honor de construir y poner en funcionamiento el Instituto Universitario de Tecnología de Margarita.

Con el tiempo, esta escuela, creada por el visionario Hermano Ginés, ha sido una oportunidad invaluable para la juventud neoespartana. De sus aulas han egresado promociones de técnicos en navegación, ingeniería naval, biología marina y otras especialidades tecnológicas, contribuyendo al desarrollo educativo y científico de las islas Margarita, Coche y Cubagua. Gracias a la enseñanza y la investigación impulsadas por la Fundación La Salle, se ha privilegiado la conservación de la flora y fauna costera de estas regiones.

El Hermano Ginés comenzó su formación como lasallista en España y, al llegar a Venezuela, fundó la Sociedad de Ciencias Naturales en 1940. Diez años después, continuó sus estudios en la Universidad Central de Venezuela, donde se especializó en ciencias naturales. Su pasión por el aprendizaje y la enseñanza lo llevó a obtener un posgrado en zoología y un doctorado en Ciencias, con máximos honores. Junto con otros hermanos lasallistas y exalumnos, dio vida a la Fundación La Salle de Ciencias Naturales.

El legado del Hermano Ginés está profundamente arraigado en el corazón de los lasallistas y de los venezolanos que tuvieron el privilegio de compartir su visión. Su filosofía se centraba en incorporar a la juventud marginada al progreso mediante el estudio y la investigación, permitiéndoles alcanzar una madurez profesional digna y útil para el país.

Al momento de su fallecimiento, el 7 de julio de 2011, el Hermano Ginés dejó establecida una institución con sedes en Caracas y ocho estados de Venezuela. Organizadas en cinco campos y tres subcampos, contaban con 60 profesores dedicados a la investigación básica y aplicada, y 790 profesores que atendían a 9.493 estudiantes. La institución abarcaba dos institutos en la isla de Margarita con extensiones en Boconó, San Carlos, San Félix y Tumeremo, así como el Instituto Universitario de Tecnología Amazonas, en Puerto Ayacucho. Además, incluía cinco escuelas técnicas en San Félix, Margarita, San Carlos, Boconó y El Baúl, y un importante centro de formación en San Juan Bautista de La Salle, en Ocumare del Tuy.

Ginés fue un gigante del trabajo y la sabiduría. Lo conocí en 1974, durante mi gestión como gobernador del estado Nueva Esparta, y fui testigo de la claridad y magnitud de sus proyectos educativos y ambientales. Su sencillez y carisma eran inigualables; lograba recursos, con o sin apoyo externo, transformándolos en bienestar para la juventud venezolana.

En 1989, como gobernador del Distrito Federal, comenzamos un proyecto basado en su filosofía de integración. En la parroquia El Junquito, recuperamos el parque Cardenal José Humberto Quintero, convirtiéndolo en una gran aula para el estudio y la formación agrícola de los estudiantes locales. Recuerdo cómo el Hermano Ginés asistía diariamente a reuniones con los contratistas, liderados por el reconocido ingeniero Virgilio Applewhite, especialista en iluminación de parques.

Más adelante, mientras presidía la Comisión de Energía y Minas del Senado, coincidí con el Hermano Ginés durante un importante evento internacional sobre petróleo en Río de Janeiro, al que asistían las más destacadas empresas del sector. A pesar de la magnitud del encuentro, él, con su sencillez y humanidad características, se dedicaba a buscar recursos en las diferentes petroleras para financiar sus ambiciosos proyectos educativos en Venezuela. Lo mismo ocurrió en otra ocasión, durante un evento similar celebrado en Houston, donde su perseverancia e inteligencia lograron captar apoyos cruciales para sus iniciativas que eran loables para Venezuela.

La historia del Hermano Ginés sigue viva. Su obra, cargada de nostalgia, es un recordatorio de cómo la educación puede transformar vidas y comunidades. Su legado inspira la esperanza de continuar trabajando por un futuro donde la convivencia con la naturaleza, el progreso y la dignidad humana sean posibles para todos los jóvenes de Venezuela.

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