Cuando el viernes 10 de enero la Asamblea Nacional juramentó a Nicolás Maduro como presidente para el período 2025-2031, pese a que la oposición reivindica a Edmundo González Urrutia como ganador de los comicios del 28 de julio según consta en actas y reconoce la comunidad internacional, gran parte del país se sumió en la incertidumbre.
La frustración, la tristeza y la decepción hicieron mella en la mayoría de la población que abogaba por un cambio. Pero, a una semana de la que es considerada por la comunidad internacional como una juramentación ilegítima, Caracas comienza a salir de su letargo y sus habitantes ponen de nuevo a prueba su capacidad de resiliencia.
Caracas despierta
Es viernes, 4:00 pm, hora pico. Hay movimiento en las calles, pero no el de costumbre. Automóviles y motos circulan con facilidad por las principales vías de la ciudad.
El Nacional comenzó un recorrido por la capital desde el casco histórico de Petare, donde los colores de las fachadas, negocios 100% operativos y gente caminando tranquilamente fueron protagonistas. El transporte público y las brigadas de limpieza del municipio recogían basura y ponían orden en las esquinas.
Usuarios en largas colas esperaban abordar el autobús. El metro parecía mucho más despejado que de costumbre y en las plazas y parques niños se divertían.
Llegar hasta el Unicentro El Marqués y pasar por el C.C. Líder y el Millennium Mall, atravesando la Av. Francisco de Miranda, podía llegar a tomar menos de 15 minutos. Caracas había dejado de ser agotadora.
En las gasolineras camiones, motos y transporte público y particulares esperaban, sin colas, llenar sus tanques.
Todavía hay decoración navideña, sobre todo en centros comerciales, donde se pudo observar gran cantidad de personas.
“Esta semana fue que se activó la calle”, dijo la dueña de un pequeño bar/restaurante ubicado en Los Dos Caminos, cerca del Millennium Mall. “Desde este miércoles 15 para ser más exacta. Todo estuvo paradísimo después de año nuevo. Nosotros trabajamos desde el 2 y no habíamos tenido ni ventas ni visitas hasta esta semana. Pero gracias a Dios, mire cómo está la calle, todo más o menos full”.
“¿Es lo que nos toca, sabes? ¿Qué hace uno?”, señaló al preguntarle sobre las expectativas que generaba el 10 de enero para Venezuela. “Yo tuve que tomar la decisión consciente de no dejar que la tristeza paralizara mi vida”, añadió cabizbaja.
“Si no trabajo, no como”
Daniel Chacón, taxista y encargado de traslado en diversas empresas privadas, lo reafirma: trabaja para vivir. “Tengo que salir porque necesito traer dinero a la casa. Es tan sencillo como que si no trabajo, no como”. Y así resumió la fuerza de voluntad que lo obliga a levantarse a las 4 de la mañana, todos los días, para ganarse el sustento de su familia. Fuerza que creyó no tenía.
Avanzar en el recorrido era ser parte también de enormes estructuras, edificios de oficinas y viviendas a medio terminar, planificación de hoteles y centros de entretenimiento que pronto cobrarán vida en diversas zonas de la ciudad. Altamira, Chacao y Las Mercedes parecían aparcamientos de obreros, grúas y tractores moviéndose para darle continuidad a dichas obras.
Entretanto, cierta tranquilidad siguió siendo la norma durante la tarde y al caer la noche en Caracas. Sobre las 6:30 pm se encendieron las decoraciones navideñas que todavía adornan plazas, edificios, calles y avenidas.
Estudiantes se adueñaban de las aceras; en grandes grupos se sentaban en bancos y escaleras como las de la Plaza Altamira, Plaza Bolívar de Chacao o Los Palos Grandes. Se tomaban fotos, grababan videos, se besaban y se burlaban de sí mismos. Viven el presente.
Mascotas caminaban junto a sus dueños, adultos mayores se sentaban a jugar cartas, partidas de dominó o ajedrez en los banquitos y jóvenes hacían acrobacias divirtiéndose con sus patinetas y bicicletas.
La ciudad que vibra
Zonas como Chacaíto, Sabana Grande y Plaza Venezuela también estaban activas: parques de diversiones que iluminaban cuadras completas, hasta bulevares con gente paseando, estacionada en sus carros en plena calle escuchando música y heladerías, cafés y restaurantes operando con normalidad.
Lo mismo ocurría con centros comerciales como El Recreo, donde la gente paseaba, mas no compraba. «Las compras se quedaron en Navidad, el gasto es para épocas especiales. Si no ahorraste para enero, ¡ay, te come el perro!», dijo un transeúnte que prefirió no dar su nombre. «Hay que guardar bien los churupitos que quedan porque uno no sabe qué puede pasar».
En Plaza Venezuela había música, con presentaciones espontáneas y a capela de artistas emergentes de trap o hip hop que disfrutaban de raspaditos, churros recién hechos, frutas adobadas y pastelitos. Padres e hijos protagonizaban la escena con sus carros a control remoto, chispeantes e innovadores monopatines y juegos tradicionales como ‘la ere’ o ‘la pelotica’.
Esta escena se repitió en la nueva megaplaza conocida como Pabellón Infantil de la Filven; espacio adyacente a la Galería de Arte Nacional. Ubicada en Bellas Artes, entre las avenidas Bolívar y México, con tres mil metros cuadrados, la estructura cuenta con restaurantes, cafés, heladerías y diversas áreas de entretenimiento o para hacer ejercicios. Un punto de encuentro entre quienes hacen vida en esa zona del oeste de la Caracas.
En Parque Central, Las Torres de El Silencio, plazas Caracas y Diego Ibarra, el Mercado de La Hoyada, la Av. Universidad, San Agustín y otras áreas del oeste de la ciudad y sus habitantes también intentaban ofrecer su mejor cara. A pesar de todo. A pesar de todos.
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