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Por una abstención masiva y unitaria

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Salvo circunstancias excepcionalísimas e imprevisibles que pudieran transfigurar el deprimente tablero político nacional y modificar súbitamente sus alternativas, es evidente de toda evidencia moral, política y lógica que ningún demócrata probo y concienzudo habrá de votar el próximo 22 de abril, día en que el dictador Nicolás Maduro consumará al estilo coronel africano un apresurado y fraudulento intento de reelegirse. Una más de las tantas fechorías cometidas por los regímenes chavistas y su brazo armado para afianzarse en el poder a punta de bayonetas, encarcelamientos, inhabilitaciones políticas, amedrentamientos, intoxicación, chantajes ideológicos, eliminación de voces disidentes y compra de votos, rechazo militar al canal humanitario hoy responsable de decenas de muertos diarios por inanición y desatención sanitaria, con la ejecución extrajudicial del disidente ex inspector de policía Oscar Pérez y seis de sus conmilitones (preaviso de muerte a todo hombre en armas con ideas libertarias) y la estampida de millones de compatriotas para no morirse de hambre, enfermedades o balas, en el papel de episodios símbolo. Una dictadura cruel en cámara lenta, de inconfesables apoyos internacionales, que ningún demócrata honesto debe acompañar en su intento de eternizarse. Los disidentes sedientos de poder vienen invocando la coherencia, el votar siempre o nunca. ¡Craso error! La historia no es eterna maestra de vida, no todas sus lecciones son a tesaurizar, y ninguna elección se parece a otra por obra del devenir; las hubo en las que sí había que votar y no se hizo abandonando enormes espacios de maniobra al despotismo chavista, y las hay, como la próxima, en que sería inmoral, colaboracionista y políticamente suicida votar.

Existen cuatro razones mayores, cuando menos, que justifican una abstención masiva. Acerca de la primera, casi todo se ha dicho y escrito sobre las groseramente anticonstitucionales e indecentes elecciones presidenciales del 22 de abril, sobre su artera ubicación en un tiempo demasiado próximo para favorecer al dictador y crearle problemas a la disidencia, su confección por un Consejo Electoral de envenenadas arpías sumisas al régimen, el abuso gubernamental en medios de comunicación para una intoxicación ideológica masiva, ventajista y violadora de las leyes Resorte y Lopna que deja a Ceausescu y Jaruzelski, a Kádár y Zhivkov como santos varones defensores del pluralismo, la muy alta probabilidad de que nos toque un enésimo fraude electoral, la mise en scène de un “diálogo” dominicano para aparentar ante el mundo tolerante democracia, o sobre el hecho de que las parió ese grotesco soviet criollo 100% oficialista apodado ANC oídas las consejas de quienes buscan hacer de Venezuela una cabecera de puente que posibilite resucitar en Latinoamérica el cadáver del comunismo real. Que los indecisos reflexionen sobre los más relevantes, honestos y creíbles pronunciamientos sobre estas materias ofrecidos a la opinión pública en las últimas semanas.

En segundo lugar, y paralelamente, esta Venezuela cuya educación y medios nunca enseñaron a la gente a priorizar lo fundamental desestimando lo irrelevante, a diferenciar jerárquicamente el accidente de la sustancia, y confundida ahora por las agitaciones de un presidente norteamericano fuera de norma, rinoceronte en cristalería; esta Venezuela, decíamos, ha venido restando importancia con pueril patriotismo al relevante interés y concretas decisiones adoptadas por el Occidente democrático contra la dictadura madurista y por un restablecimiento de la democracia. Sepan los confundidos y descreídos en apoyos externos que esa simpatía recibida de las democracias del mundo –inteligentemente retroalimentada por exponentes de la disidencia o en la diáspora entre quienes se destaca ahora Antonio Ledezma– constituye un caso del que no se conocen casi antecedentes. Solo nos cabe reconocer con cierta emoción que ese afecto masivo y concreto de los demócratas del hemisferio norte y latinoamericanos por la Venezuela mártir trasciende con creces las fórmulas diplomáticas de cortesía, las frases hechas y las ayudas simbólicas; él nos ha hecho descubrir que éramos un país sincera y fraternalmente querido por quienes temen se le busque convertir con violencia en una Cuba-bis ahora instalada en el continente. Pues bien: la flor y nata de esa ponderosa empatía occidental hacia nosotros (unos 50 países representados en los EE UU, UE, ONU, OEA, grupos de presidentes, Grupo de Lima, Internacionales de partidos, etc.) ha reconocido sin ambages las ilegalidades referidas en el párrafo anterior, y manifestado solemne y oficialmente que siendo la elección del 22 de abril pluri-ilegal por su origen y manejo, no reconocerá bajo ningún concepto sus resultados. Desglosemos: a) considerará a quienes voten en ella cómplices de un delito dictatorial, y b) no reconocerá resultado alguno de dicha elección, así se llamare Falcón, Ramos Allup, Mendoza o Aveledo su ganador. ¿Está claro? Esos amigos de la Venezuela democrática, llamados mañana a facilitarnos ayudas para la reconstrucción del destruido y desvalijado país, nos han enviado un mensaje cristal clear: ¡que nadie se haga cómplice de ese intento dictatorial y ventajista de perpetuarse! ¿Nos tocará presenciar el dramático espectáculo de una sospechosa victoria dictatorial “legalizada” por un sector de nuestros amigos en democracia que se equivocó de estrategia, seguido por el decepcionado alejamiento de tantos países amigos hoy unánimes en sostenernos?

En tercer lugar, los indecisos de uno y otro bando habrán de sopesar con serenidad y firmeza, para descartarlas, tanto las opacas indecisiones del PSUV como las muy opacas u omitidas de la MUD, hasta comprender que lo que se nos prepara para abril es un circo a la última sangre entre gente sedienta de poder y no un leal enfrentamiento de dos proyectos bien pensados para la resurrección del país. Del lado del régimen, el dictador tuvo que lanzar, confiándolo a su todóloga nacional Delcy, el Movimiento Somos Venezuela para contrarrestar una probable fronda en el partido oficialista que le restaría votos. La MUD ya alcanzó su “principio de Peter” o nivel final de incompetencia (enmudeció ante casos como los de Velásquez en Guayana, Guanipa en Zulia, Esequibo, genuflexión de gobernadores disidentes ante la ANC, masacre de ciudadanos, su propia inhabilitación electoral y varios otros). Para medir su estado de confusión basta asomarse a ese nuevo e-mail, el “MUDv” seguramente infiltrado por quinta columnas del chavismo, agentes del G2, portavoces de candidatos a Miraflores y publicitarios de la necesidad de votar (máxima aspiración del dictador), para entender su definitiva metamorfosis en saco de gatos, incapacitado ¡qué pena! a guiar la disidencia de un país en dramática agonía como lo haría un buen padre de familia. Los ciudadanos probos y concienzudos de ambos bandos quedan invitados a dialogar con su conciencia sobre los propósitos y objetivos de sus respectivos mentores y a desconfiar, si es el caso, de sus consignas.

En cuarto y último lugar, a los provoto e indecisos de ambos bandos se sugiere humildemente repasar con atención suma los argumentos esgrimidos por instituciones nacionales de alta credibilidad y liderazgo de opinión que vienen pregonando el deber moral y político de no votar. En primer lugar la Iglesia católica, cuya CEV ha declarado sin circunloquios que: 1) estas elecciones presidenciales “son inconstitucionales e ilegítimas por su origen y desempeño” y desconocen el mandato constitucional “para legislar según los intereses propios del poder”, 2) es un “despropósito ético y humano, un verdadero crimen” que en medio del drama dantesco que sufre el país “se privilegie un espectáculo de distracción y alienación” y 3) “la comunidad internacional ha declarado inaceptable la actuación del gobierno… y la dirigencia de los partidos ha sido… deficiente e incoherente”. Por su parte, monseñor Ovidio Pérez Morales viene pidiendo que se consolide “un gran movimiento o frente democrático nacional que permita al soberano decidir, …no a través de individualidades o grupos, qué quiere para este país”. Luego, las universidades democráticas de mayor prestigio nacional. Para el grupo de rectores de 16 de ellas, públicas y privadas, la ANC representa “la ruptura definitiva del orden democrático”, el apresuramiento gubernamental en la decisión demuestra que “no existe garantía de imparcialidad, transparencia, igualdad y equidad en el desarrollo de… la elección presidencial”, lo que hace imperativo lanzar un llamado a las fuerzas políticas para que definan “en unidad con todos los sectores de la sociedad venezolana, una estrategia común para el restablecimiento del Estado de Derecho venezolano”. Por su parte, el rector Virtuoso de la UCAB declara con suma claridad que el llamado a elecciones “es ilegal y viene dado por una asamblea nacional constituyente que no tiene facultad para convocarlo, por lo tanto no se debe participar”. Finalmente, el Observatorio Venezolano de la Justicia, integrado por los más brillantes especialistas en Derecho Público del país, ha manifestado que el decreto creador de una elección presidencial “es un nuevo acto de fuerza, de un régimen opresor… de la ilegítima e inconstitucional asamblea nacional constituyente” que se pretende realizar sin “respeto a los estándares universales de libertad, transparencia, igualdad e imparcialidad” por lo cual hace propio “el rechazo expresado por la comunidad internacional” reiterando a la vez su rechazo a “la imposición de un proceso electoral sin las debidas garantías”.

Esta nota se terminó de escribir el 20 de febrero, tras el alentador anuncio de que dos partidos políticos mayores, Acción Democrática y Primero Justicia, se pasaron a la causa del honor, la abstencionista, dejando solas a Avanzada Progresista de Henri Falcón y Un Nuevo Tiempo de Manuel Rosales, dos agrupaciones conciliadoras con el régimen que pudieran causarle un gran daño a la causa de la democracia saboteando una abstención masiva y unitaria.

¿Cómo quedaría el país político tras una pírrica victoria del minoritario y escuálido Maduro por obra de una abstención masiva de la Venezuela democrática, abstención reconocida y apreciada por nuestros amigos del mundo? Una inflexión de ese tamaño pudiera representar el comienzo del final del chavomadurismo, la seria esperanza de una reprise tras los 20 años perdidos. Ella dejaría en evidencia el carácter muy minoritario del régimen al que ninguna estadística asigna un porcentaje de adeptos superior al 18-20%, permitiría un conteo de los votos “comprados” y, con una óptima supervisión de las mesas electorales, la detección de fraudes electorales entre los cuales, se dice, pudiera figurar en primer término la “votación” automática en ausencia del votante portador de un “carnet de la patria”. Una componenda benévola y perdonadora con un régimen asesino, narco, ladrón como nadie antes, hambreador y destructor del país hasta sus cimientos inmateriales no es camino para una salvación nacional. Un fuerte y arriesgado gesto de pundonor, orgullo y honestidad probablemente sí.

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