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Un Mentor amenazado: la hambrienta Atenea en una Ítaca derrotada

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“La verdad no tiene defensa contra un idiota decidido a creer la mentira”

Mark Twain

En el poema La Odisea, Homero nos presenta los infortunios de la familia real en una Ítaca asolada, por la ausencia de monarca y el asedio de los pretendientes plenos en hybris o exceso de orgullo, sin límites de conducta y rapiñando las riquezas del tesoro de Odiseo, en medio de este drama surge una figura de fugaces pero oportunas apariciones, cuyo nombre era Mentor y le correspondió la tarea de asistir a un imberbe Telémaco, en los oficios del ejercicio del principado de su insular reino, la protección de la Madre y la defensa del menguante patrimonio paterno.

Mentor, era la figura humana que asumía Atenea, hija de Zeus, la de ojos de lechuza, quien protegía a Ítaca y era deidad patrona de Odiseo, además de que su intervención equilibraba el odio de Poseidón por el hábil Odiseo errante. Así pues, Mentor fue la imagen paterna para Telémaco, el modelo de masculinidad, el consejero quien, sabiendo la menguada fuerza física del joven príncipe, para librar cualquier batalla cuerpo a cuerpo con los pretendientes, aunada con su impericia con el uso de armas de guerra, se ocupaba de refrenar los arranques de ira del joven y convertirlos en estrategias que lograsen darle tiempo al rey Odiseo, para poner orden en el reino.

Mentor era el encargado de crear hábitos modeladores en el carácter de Telémaco, es quien propone la Telemaquia, canto dedicado a los esfuerzos de Telémaco por encontrar a su padre y vencer la idea de que se hallaba muerto en el mar, pues esta idea llevó a su abuela paterna Antíclea a quitarse la vida, ahogándose en el mar, tras la desesperada vista de su yerna Penélope y la esclava y nodriza de Odiseo Euriclea, todo ese drama lo vivió en soledad Telémaco, le laceró la vida, pero en los momentos de flaqueza en los cuales el amor de Madre no tiene cabida, aparecía misteriosamente Mentor, para explicarle que encordar el arco de Odiseo era una tarea de fuerza y astucia, que aún no tenía que retar a los pretendientes porque era un acto vano y que convocar el Ágora no le garantizaba ninguna victoria moral contra quienes robaban el tesoro de Ítaca, pues el argumento es que al no estar el rey, la reina estaba a merced de las pretensiones de estos bribones, las leyes de hospitalidad de la época los obligaban aceptar las tropelías de los aspirantes. Todas estas obligaciones eran las de un padre, asumidas por el maestro Mentor.

En medio de esas terribles circunstancias, el ardid del telar se descubre y los pretendientes se sintieron con derecho para reclamar, yacer con la reina, habían ya logrado amancebarse con algunas esclavas que les decían los planes de Penélope , era un caos en una sociedad de matriarcado y de agrupaciones de mujeres, en la cual Mentor asumió el rol de padre, siendo en realidad la diosa Atenea. Justo allí aconseja a Telémaco ir a Esparta, para preguntar por su padre, hacer lo propio en Micenas, para dar tiempo a la llegada de Odiseo.

Mientras tanto quien acompaña a Telémaco en la travesía es su maestro, su padre ético, la figura humana de una deidad relacionada con la razón, la hija de Zeus y Metis, tragada por este y brotada de las sienes del rey de los dioses, eso era Mentor, eso es un Maestro, una guía, alguien que te acompaña en la vida, los niveles de ansiedad de Telémaco se hacían más tolerables ante la presencia de Mentor, los Maestros logran eso con sus estudiantes, acompañarlos, educar viene de educen, que es compañía.

Al volver Odiseo, se encuentra con un maduro Telémaco, con bozo que pintaba su cara, para reflejar el tránsito a la hombría, empero Mentor, se revela en su forma divina a Odiseo y lo convierte en un enjuto anciano, para que no sospechase nadie de su presencia, el padre ve en el hijo, la astucia heredada y aprendida bajo las lecciones de Mentor, descubierto por Euriclea, asume su figura normal, logra encordar el arco y junto a su hijo venga la afrenta, libera a Ítaca de esa peste, recupera su tálamo nupcial y su palacio en torno a una encina, los maestros eran deidades para los griegos, piezas importantes en la formación humana, de allí el denodado sitial que han ocupado en Occidente, es una traza de nuestra cuna cultural. El lugar de un maestro es distinto al de un profesor, el maestro acompaña, educa, insufla valores, toca la vida de los discípulos establece vínculos existenciales y de afecto con sus discípulos.

En la derrotada Ítaca del Caribe, en nuestro país la escuela fracasó, naufragó:

 “para ello no tuvieron que mover tanques, ni desocupar escuelas, sencillamente se le asignaron presupuestos a las instituciones y salarios a los educadores ridículamente bajos” (Herrera, 2009).

En Venezuela, Atenea tiene hambre, depende de una plataforma digital, líquida, incorpórea (Bauman, 2000), la ratio de las nuevas tecnologías para el mal; además de ello, el ministro de Educación, Héctor Rodríguez, encargado de un famélico subsistema de educación, sanciona leyes que amenazan con la prisión a los docentes que no pueden llegar a los destruidos colegios y liceos, porque no pueden comer, sus hogares están en el percentil de hogares con vulnerabilidad nutricional, ellos ya han abandonado las aulas, empleándose como domésticas, obreros, taxistas, cajeros, pasilleros de supermercados, dependientes de bodegones en la desigual Venezuela de Maduro. Ante el déficit de mano  de obra, pretendieron acudir a los jubilados, pero es imposible devengar 10 dólares al mes. No hay que ser un erudito en finanzas para entender que con 0,33 centavos diarios no se paga un pasaje en la inexistente flota de autobuses del país, no se puede comer un desayuno, menos adquirir el material docente. En dólares un pasaje diario cuesta 89 centavos de dólar, lo cual hace inviable el sostenimiento del servicio, pero el déficit para un maestro solo en pasaje diario es de 53 centavos de dólar, es decir 30 bolívares. El salario diario en  bolívares es de 18 bolívares con 45 centavos (Bs. 18,45).

Es una trampa perfecta, un círculo de imposibilidad, ni en bolívares y menos en dólares, es viable dictar clases en el subsistema de educación nacional, la brecha entre estudiantes de planteles privados y públicos es insalvable, el gran logro de la involución reside en la iniquidad, para los pobres, una revolución que favorece a la élite que puede pagar por educarse.

Mentor está amenazado en Venezuela, acepta morir de hambre o sencillamente es acusado de ser traidor a la patria, esa es una receta traída de Cuba, que es definida como “la Isla prisión” (Villa, 1976). Sobre nuestro país y sobre los estertores de la profesión magisterial pesa la amenaza de la fría cárcel; por otro lado, los estudiantes del subsistema de educación, básica, media y diversificada padecen de rigidez léxica, poseen un vocabulario muy limitado, desconocimiento elemental en temas de geografía, historia, ciencias y evidentemente cálculo elemental.

Las universidades reciben este nuevo ingreso, que adolece de las competencias cognitivas mínimas para entender temas elementales, en tal sentido, no hay prosecución, se masifican los ciclos básicos y la solución reside en reformas curriculares, que lleven las carreras a cuatro años y crean salidas intermedias, en donde la improvisación y el quebranta de la calidad académica son las constantes.

Finalmente, en este país ser maestro es una condena a la pobreza, agravada por una amenaza latente: ser maestros supone hacer lo que hicieron hoy un grupo de maestros y docentes, acudir a la Misa de Acción de Gracias, cerrados de luto, por el hecho de que el salario murió.

Referencias:

Bauman, Z. (2000). Modernidad Líquida. México: Fondo de la Cultura Económica.

Herrera, M. (2009). El valor de la Escuela y el fracaso Escolar. Madrid: Universidad Autonooma de Madrid UAM.

Villa, S. (1976). Cuba Cenit y Eclipse. Caracas: Foirmate, CA.

 

X@carlosnanezr

IG@nanezc

 

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