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Elon Musk, impredecible

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Musk Ucrania

Conocí a Elon Musk (Pretoria-Suráfrica 1971) en 2016, en el Château de Betzdorf (Luxemburgo), con ocasión de un almuerzo organizado por el Consejo de Administración de SES, la empresa luxemburguesa propietaria de los satélites Astra, convertida en su primer cliente, al encargarle el lanzamiento de cinco satélites desde Cabo Cañaveral, a mitad del precio que facturaban otros lanzadores.

Los ministros de Energía de la Unión Europea le habían invitado a una reunión informal, para compartir su visión sobre la eficacia energética y las energías renovables como motor del crecimiento económico y creación de empleos.

Convertido a la energía solar y eólica, sus primeros pasos —la batería doméstica de iones de litio, Powerwall— le colocaban, una vez más, a los ojos de los responsables europeos en posición destacada.

Para quien, sin pretenderlo, se movía por el mundo como un jefe de Estado, el trato especial que ya entonces le dispensaban sus interlocutores, tenía que ver con las obras culminadas a su edad, que lo situaban en un lugar prominente.

Durante el sobrio refrigerio, marca de la casa, a base de crudités variadas (no le sorprendieron con su plato favorito, langosta frita con tinta negra de calamar), tuve la ocasión de cruzar espadas con un joven —44 años, camisa blanca, desconsolada corbata de color gris— que respondió a todas las preguntas, fundamentalmente las relacionadas con el espacio.

Camino de ser referencia categórica en el mundo de la empresa que triunfa, ya sea en el sistema de pago seguro por Internet (PayPal); la construcción de coches eléctricos de alta gama (Tesla), los lanzadores de satélites (Space X) o la producción de baterías estacionarias que almacenan la energía eléctrica que generan los paneles solares.

Tras el almuerzo, manifestó interés en mantener un tête a tête, con este insolente sabueso que, en el intercambio previo no le ahorró un par de preguntas incómodas, fruto de la ventaja adquirida con la lectura del libro de Ashlee Vance, Elon Musk.

Físico de formación, Musk se ratificaba: «[La física es] un buen marco para pensar… llegar a sus verdades fundamentales y razonar a partir de ahí. Crecí en un entorno de ingeniería. Cuando pedía alguna explicación a mi padre, ingeniero electromecánico, me daba las razones de por qué y cómo funcionaban las cosas”.

Sin apenas tiempo para afrontar el primer café, soltó a quemarropa: “Europa corre el riesgo de convertirse en un museo al aire libre”. 

Y de ahí, a la importancia que le da al talento:“Es como un equipo deportivo, que tiene el mejor jugador individual, a menudo gana, pero luego hay que conseguir que esos jugadores trabajen juntos y qué estrategia emplean» y al trabajo duro: “Debes trabajar entre 80 y 100 horas a la semana, lo que mejora las probabilidades de éxito. Si otros están haciendo semanas laborales de 40 horas y tú estás haciendo 100, vas a lograr en 4 meses lo que a los demás les lleva 1 año” 

La primera fortuna le llegó en 2000 cuando cofundó PayPal, empresa con base en Luxemburgo que asegura el pago seguro en las transacciones que se llevan a cabo en Internet. Aunque la FCC, eBay y Visa intentaron cerrarle la empresa, no pudieron con él. Y en 2002, Ebay adquirió PayPal por 1.500 millones de dólares en acciones. Como Elon Musk (que tenía 11,7% de las acciones) era el mayor accionista, ganó 150 millones de dólares con la operación.

“Cuando me fui de PayPal, pensé ¿cuáles son los otros problemas que, probablemente, más afectan el futuro de la humanidad? No desde el punto de vista de ‘cuál es la mejor manera de hacer dinero’, que está bien, pero, realmente ¿qué pienso va a afectar más al futuro de la humanidad?”. 

Así que de hacer seguras las transacciones en Internet encaminó sus pasos a la energía.

Tesla Motors, la empresa de coches eléctricos de lujo fundada y dirigida por Musk, era ya una realidad consolidada, a juzgar por las cifras publicadas. Aunque entonces los coches tenían una autonomía limitada a 400 km, empezaban a circular en Europa. Y los que antes parecían haber entendido sus ventajas fueron algunas ciudades europeas como Ámsterdam, donde la mitad de los taxistas ya rodaban con ellos. Se fabricaban 1.000 unidades diariamente y su precio de mercado rondaba los 100.000 euros. Multipliquen.

Su aventura espacial, SpaceX, arrancó en 2002, cuando Musk comenzó a investigar la viabilidad de mandar un cohete a Marte. Intentó, sin éxito, convencer a Rusia para que le vendieran cohetes intercontinentales sin las cabezas nucleares. 

Sin embargo, el meteórico ascenso del lanzador low cost, visto por los lanzadores tradicionales con despecho, tuvo su bautizo en 2015, cuando uno de los cohetes explotó dos minutos antes de emprender su viaje a la Estación Internacional del Espacio.

Esa malograda misión formaba parte del contrato de Musk (1.600 millones de dólares) para reabastecer la estación espacial de la NASA. Google y Fidelity le acompañaban en el viaje ya que invirtieron en Space X a principios de este año. Importante saber que él destinó 100 millones de dólares de su bolsillo a esta aventura.

Lejos de achantarse con el fracaso, defendía sus ventajas: «Es una opción. Si las cosas no están fallando, no se está innovando lo suficiente». Para rematar: «Hay que prestar atención a los comentarios negativos, sobre todo de los amigos. Casi nadie hace eso, y es algo muy importante».

Así que fracasos pasajeros no le disuaden de otros proyectos como el de crear una red de 700 minisatélites para cubrir el planeta y ofrecer una conexión a Internet de alta calidad a todos los que no tienen una buena infraestructura en tierra, o sea, la mayor parte de los habitantes del globo. Google ya había dicho estar dispuesto a invertir en esto 10.000 millones de dólares.

Gestor muy duro, va a por todas con una intensidad frenética. No me pareció empático, a pesar de la química transmitida y conseguida. Para él, mucha preocupación, por la gente que tienes delante, significa que no vas a presionar lo suficiente para llevar a cabo la misión, que es lo que le preocupa. 

Elon Musk es uno de esos emprendedores decididos a cambiar el mundo. Ha roto los moldes y no está solo motivado por el dinero. Si lo estuviera, no habría montado una empresa de cohetes o de coches eléctricos ni habría comprado Twitter… y hacer las cuatro cosas al mismo tiempo.

Mucho ha cambiado desde entonces, pero sigo pensando que tiene todas las papeletas para no pasar desapercibido. Apasionado, audaz, visionario, polémico, despierta odios y pasiones, especialmente desde que compró Twitter (ahora X)

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Las elecciones presidenciales en Estados Unidos han dado al ganador plenos poderes para una transformación histórica. Todo parece indicar que se están dando los primeros pasos hacia un nuevo orden mundial, de reglas y consecuencias inciertas.

Entre las personalidades, algunas disruptivas, del equipo presidencial, destaca la apuesta por EM al frente del Departamento de Eficiencia del Estado (DOGE). 

La misión: desmantelar la burocracia; privatizar servicios públicos; desregular el mercado reduciendo las regulaciones excesivas; recortar gastos y reestructurar las agencias federales.

Con amplias responsabilidades para auditar el gasto y las normas federales, Musk presidiría una comisión independiente que examinará miles de programas federales y…recomendará cuáles recortar.

La comisión gubernamental desarrollará un plan de acción para eliminar totalmente el fraude y los pagos indebidos en seis meses. Donald Trump (DT) ha pedido que las conclusiones del estudio se presenten el 4 de julio de 2026,  una fecha simbólica cuando Estados Unidos celebre los 250 años de la Declaración de Independencia.

El encargo a Musk —en colaboración con el empresario, Vivek Ramaswamy— de elaborar un estudio acerca de cómo debería reformarse la economía norteamericana para facilitar el crecimiento y la competitividad, en aras de reducir las dimensiones del Estado federal, que supone aproximadamente dos tercios del gasto público, excluido el pago de intereses de la deuda.

Ninguno de los dos tiene experiencia en las administraciones públicas, pero triunfe o fracase, la hazaña le dará a Musk un poder inaudito en democracia, y no dejará de ser un experimento político y económico que tendrá impacto en todo el mundo.

Elon Musk, que lleva toda su vida haciendo crecer empresas hasta convertirse en el hombre más rico del planeta, tiene el perfil propicio para manejar una comisión de eficiencia, dados los recortes extremos que ha hecho en sus empresas en los últimos años. Despidió a la mayor parte de la plantilla de Twitter, cuando se hizo cargo y llevó a cabo despidos masivos en Tesla. 

En este final de año, la apuesta que se impone en los corrillos es cuánto durará el matrimonio DT—EM, con estilos de liderazgo, impetuoso y a veces impulsivo, similares.

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Tuvo una infancia muy dura, sufrió a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta dejar su cara como una pelota. 

Cuando Elon llegó a casa, tras una semana en el hospital, su padre que se puso del lado de los acosadores, le reprendió. El impacto psicológico, que le causó su padre, perduró. Se convirtió en un joven fuerte pero vulnerable al mismo tiempo, propenso a bruscos cambios de humor, con gran tolerancia al riesgo, ansias de drama, épico sentido de misión y una intensidad maníaca, cruel y a veces destructiva.

Junto a Steve Jobs, es el innovador más influyente de nuestro tiempo. Jobs nos llevó a la era digital y Musk nos está llevando a la era de los vehículos eléctricos, los viajes espaciales y la inteligencia artificial.

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Tiene múltiples personalidades, con extravagancias y genialidades cambiantes. Unas veces es divertido, otras está concentrado. En ocasiones se pone en modo ingeniero y cuando —oscuro y enfadado— entra en lo que su exnovia y otros llaman “modo demonio”, saca adelante lo que se propone.

Quiere llevar a los humanos a Marte y creó la empresa de cohetes para llegar, así que necesita grandes cohetes. Tras decidir que esa era su visión, se dio cuenta de que podía lanzar cientos de satélites y recrear internet en el espacio. Y así es como está haciendo dinero. 

Cuando los rusos invadieron Ucrania, todas las demás compañías de satélites fueron bloqueadas y ni siquiera los satélites de inteligencia de Estados Unidos funcionaban. Solo los suyos operaban.

El nuevo año, trepidante, irá aportando luz…sobre el funcionamiento de la motosierra.

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