Las teorías científicas están en perpetuo cambio. Esto no se debe a una mera casualidad, sino que podría haberse esperado, teniendo en cuenta cómo hemos caracterizado la ciencia empírica. Quizá sea esta la razón por la que, por regla general únicamente las ramas de la ciencia llegan adquirir – aunque solo temporalmente – la forma de un sistema teórico desarrollado y bien trabado desde el punto de vista lógico. A pesar de ello, se suele tener un panorama bastante claro de los sistemas planteados provisionalmente, y de todas sus consecuencias importantes; lo cual es, sin duda, necesario, pues para contrastar un sistema a fondo se ha de presuponer que en ese momento tiene una forma suficientemente definida y definitiva como para que sea imposible introducir subrepticiamente en él nuevos supuestos
Karl Popper – La lógica de la investigación científica
Cuando los contextos políticos están centralizados en esquemas políticos-económicos del siglo XIX, máxime cuando esas ideas, más allá que sus convencionalismos teóricos-epistemológicos hayan marcado historia en los principales centros universitarios y de formación en las ciencias sociales; es Popper quien mejor desmonta la perpetuidad de tales sistemas; y aun cuando algunos preceptos continúen a través de los siglos generando esquemas superpuestos sobre otras teorías, tales planteamientos sólo quedan aplicados para sus efectos narrativos, porque en definitiva la evolución histórica del conocimiento se hace indetenible ante las propias ideas humanas.
Así, en el caso de Honduras, términos aferrados en la praxis de Xiomara Castro y el zelayismo-madurismo que se concentran en un supuesto “socialismo”, y éste derivado desde una ideología que alberga desfasados conceptos para intentar contrarrestar sus dogmáticos principios para justificar los estadios de pobreza, miseria o migración, y culpar al “capitalismo” de los males sobre una sociedad, cuando los efectos tendrían que analizarse por las equivocadas orientaciones y planteamientos de los Estados, y entronizados por burocracias congeladas, precisamente, en lo que debería ser la constante (d)evolución humana; pues, no sería complejo determinar que mientras existan tales esquemas de gobernabilidad, las posibilidades de desarrollo, no sólo quedarán estancadas, sino que ante una descontextualización política, económica y jurídica, por parte de quienes gobiernan, los resultados terminarán siendo negativos, como los ocurridos en naciones de Cuba o Venezuela.
Es decir, convertir al marxismo en una política de Estado sobre la economía, no solamente termina por demostrar la extemporaneidad en la aplicación de políticas públicas, sino que incluso continua viendo el mismo capitalismo como un estadio estático del desarrollo en tales economías, cuando éstas se dinamizan en monedas digitales, y más rompiendo cifras y valores, prácticamente a diario, y generando un nuevo mercado de producción de bienes y servicios, que también modifican los esquemas laborales; pues, no es mucho lo que pueda ofrecer un Estado hacia sus ciudadanos; o sea, tales gobernantes convierten esas naciones en sentidos de retrocesos históricos, que solamente limitan las posibilidades de evolución humana y de integración positiva de sus ciudadanos en todos los espacios y áreas sociales; lo cual origina el aumento de la pobreza, la miseria y la emigración en nuestras naciones latinoamericanas.
Pretender que el marxismo en pleno siglo XXI sea la “solución” ante los problemas de los hondureños, cuando las neotecnológicas, la suprageocomunicacionalidad y el cosmoestadismo se han convertido en el oxigonio del quehacer y el desarrollo del planeta, no sólo revela el desconocimiento de sus “proponentes” sobre los fundamentos que sustentan la historia en todos sus principios, preceptos y teorías, es que también demuestran la desvinculación sociológica como pilar fundamental de una praxis política, sobre la cual, los contenidos históricos de los siglos XVIII y XIX, como antagonismos económicos, buscando con semejante dialéctica, banalizar el bien y el mal; es decir, los buenos serían los “marxistas” (socialistas), y los malos los “capitalistas” (burgueses), dentro de aspectos ideológicos ortodoxos, que simplemente concluyen en un fracaso absoluto de ejecución de políticas públicas en todos sus niveles y áreas de complexión nacional, regional y local.
Por ello, al intentar envolver una semántica de diatriba social, desde las teorías que han sustentando la economía por más de 100 años, y que en la actualidad, las mismas al ser multiplicadas por funcionarios de Estado, se convierten en aquella máxima del pensamiento kantiano cuando señalaba que toda experiencia sin teoría era ciega, y que la teoría sin la experiencia era un juego intelectual; verbigracia, en América Latina, mientras el socialismo ha sido objeto de fracasos políticos, económicos y sociales, las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) que se erigen desde Honduras, como el caso de Próspera que se establece como la primera ciudad biotecnológica del continente, con amplios fundamentos de teoría y praxis, desde ejemplos con ciudades integrales en Asia, Medio Oriente o la Unión Europea, convertidos en sistemas y estructuras que han potenciado el progreso económico de esos territorios, disminuyendo los problemas sociales de manera importante como la pobreza y la emigración; solo confirma que Kant desarrolló la fortaleza del pensamiento; y donde podríamos ubicar a los socialistas en el pensamiento débil propuesto por Gianni Vattimo.
Las ZEDE no son un simple referente para Honduras. Son para América Latina una innovación que nada tiene que ver con retórica ideológica entre “socialismo” y “capitalismo”; porque para la adecuación y la inversión de tales proyectos lo que se necesita son políticas de Estado que faciliten la inversión y posterior desarrollo y consolidación de semejantes conglomerados industriales, producción o servicios, y por ende, la creación de los múltiples empleos que terminarán beneficiando al resto de la población. Entonces, mientras los componentes que se observan en naciones desarrolladas para la obtención del éxito, ha sido la articulación de normas jurídicas, que orienten políticas económicas favorables para la inclusión de inversiones, que en la medida que se integran al canal de una economía favorable, es donde aparecen las nomenclaturas de las acciones amplificadas: bienestar, crecimiento y desarrollo.
Próspera en Honduras, ciudad fundada por el venezolano Erick Brimen, consolida las sociedades con un funcionamiento de autonomía pensativa entre sus miembros; lo que resulta en otra antítesis del “socialismo” que busca el adoctrinamiento de sus componentes políticos, y en consecuencia, en el mayor error que un Estado genere sobre sus connacionales, al negarles una educación fundada en el respeto por esas ideas humanas, que para que sean humanas, tienen que estar conjugadas con la libertad, la democracia y los derechos humanos. Eso son las ZEDE en Honduras. Eso es Próspera.
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