En América Latina, una región que enfrenta una espiral de declive democrático y expansión del crimen organizado, la prensa independiente continúa desempeñando un papel fundamental al arrojar luz sobre abusos de poder, pero a un costo altísimo. Es necesario pasar del diagnóstico a la acción y priorizar la protección de las y los periodistas a través de medidas que preserven su acceso a financiación adecuada, su seguridad física y su integridad psicológica.
Uno de los retos más acuciantes para la democracia en nuestra región son los intentos, por líderes autoritarios, de ir contra instituciones y actores que tienen un papel fundamental en el freno de los excesos de poder. Sin duda, cuando se socava la independencia del poder judicial, el legislativo o las autoridades electorales, el rol de los medios independientes documentando falta de transparencia, corrupción, violaciones de derechos humanos y otros abusos es clave. Ello es, precisamente, lo que los transforma en un actor incómodo y abre la puerta a retaliaciones.
Los retos van más allá de la intolerancia de quienes ejercen el poder. Incluyen un aumento de los ataques contra los medios, sin mayores consecuencias para los perpetradores, tanto desde la autoridad como desde el crimen organizado, lo cual favorece un ambiente de impunidad y autocensura. Las agresiones contra la prensa independiente, que comprenden incidentes como asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas, agresiones, y ataques verbales o físicos, es moneda corriente en la región, sin distinción de la ideología del régimen político de turno. Otros grandes desafíos son un ecosistema digital donde las nuevas formas de consumo son superficiales y no hay fidelización de las audiencias, así como cambios en las prioridades de los donantes, que dificultan la sostenibilidad de los medios independientes.
Es altamente positivo que, a pesar del grave diagnóstico, en Latinoamérica se sigue haciendo periodismo de calidad y es fundamental fortalecerlo para garantizar su supervivencia. Por ello, en un reciente informe que publicamos el Diálogo Interamericano, Fundamedios y Voces del Sur, presentamos una hoja de ruta con medidas para apoyar a los y las periodistas independientes en su trabajo esencial para la democracia.
En primer lugar, es importante asegurar sustentabilidad económica. Debe definirse al periodismo independiente como un servicio social para abrir nuevas formas de financiamiento, incluyendo de fondos públicos, pero a su vez fomentar el financiamiento privado. Si las audiencias pagan por una o más plataformas para ver películas o series, ¿por qué es tan difícil pagar para informarse? Hay que, además, concientizar a los donantes sobre la necesidad de mayor flexibilidad en el financiamiento para no circunscribir las subvenciones a temáticas específicas o de interés internacional, sino que los medios puedan enfocarse en las necesidades periodísticas puntuales de cada país de manera independiente. Una estrategia que ha funcionado, y debe explorarse más, es optimizar los recursos existentes a través de la investigación colaborativa y creación de hubs que puedan centralizar tareas administrativas y tecnológicas para los medios independientes.
Es también indispensable garantizar la seguridad física e integridad psicológica de periodistas que ejercen la profesión en contextos desafiantes. Para ello, hay que crear, difundir e implementar manuales de seguridad con nociones básicas de autoprotección e información sobre cómo ejecutar análisis de riesgos. El apoyo psicológico para quienes cubren crisis, violencia y violaciones de derechos humanos es clave, así como crear fondos de soporte que permitan sostener a los periodistas en el exilo más allá de los primeros meses de emergencia. Esto último requiere, además, ofrecer vías legales que reconozcan las necesidades especiales de los y las periodistas, y que tengan en cuenta los desafíos legales que enfrentan en diversos contextos migratorios.
Por último, hay que aprovechar la innovación y utilizar la tecnología para la creación de contenido audiovisual que se adapte a las nuevas formas de consumo, como almacenamiento seguro de contenido sensible, y para proteger las identidades de los y las periodistas. Un ejemplo de ello es, por ejemplo, los dos periodistas creados por inteligencia artificial, “el chamo” y “la chama”, quienes fueron la “cara” visible de la cobertura de las elecciones presidenciales en Venezuela en 2024, dando a conocer información recabada en colaboración entre diversos medios dentro y fuera del país, sin exponer la identidad y seguridad de ningún periodista en particular.
Estas ideas no buscan zanjar la discusión sobre cómo proteger al periodismo independiente, sino plantear lineamientos para que esta conversación avance y que tomadores de decisión, dentro de los gobiernos y en la filantropía, puedan adoptar medidas que contribuyan a preservar el rol fundamental de la prensa independiente en una región donde la democracia está en jaque.
Tamara Taraciuk Broner es la directora del Programa sobre Estado de derecho del Diálogo Interamericano en Washington, D.C.
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