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Dos claves democráticas

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En el contexto de las democracias modernas, los conceptos de parresía (decir la verdad sin temor) e isegoría (igualdad en el derecho de expresarse) cobran una relevancia crucial para garantizar la vitalidad de los sistemas democráticos. Estas nociones, profundamente arraigadas en la tradición griega, ofrecen una guía invaluable para reflexionar sobre los desafíos actuales relacionados con la participación ciudadana, la libertad de expresión y la calidad del debate público.

La parresía, según Michel Foucault, no es simplemente decir la verdad, sino hacerlo a pesar de los riesgos que ello conlleve, virtud que está en peligro debido a la proliferación de discursos controlados por intereses mediaticos  y políticos, así como por la autocensura incentivada por la cultura de la cancelación y el temor al linchamiento digital.

Byung-Chul Han, en su libro Infocracia, amplía esta reflexión al analizar cómo las plataformas digitales han transformado la dinámica del discurso público, difundiendo la información como mercancía promocionada por un algoritmo que decide los contenidos que prevalecen y los que deben ser invisibilizados. La parresía requiere una valentía renovada para resistir la hegemonía de narrativas diseñadas para manipular y fragmentar la verdad, para hablar o escribir sin miedo; también necesita estructuras que protejan a quienes desafían estas narrativas dominantes y fomenten una esfera pública auténtica.

Sin parresía, la democracia corre el riesgo de convertirse en un espectáculo superficial, donde los discursos críticos quedan marginados y las verdades incómodas son sistemáticamente silenciadas; mientras, la isegoría garantiza que todos los ciudadanos tengan el mismo derecho a expresarse en la esfera pública. Este principio esencial para la democracia permanece bajo amenaza por el monopolio de la fuerza y el uso de algoritmos en las redes sociales. De tal manera, se va relegando al silencio a quienes no poseen capacidad de resistencia o recursos mediáticos para competir en el mercado de la atención.

Byung-Chul Han señala que esta desigualdad estructural no solo afecta a la calidad del debate público, sino también a la legitimidad misma de las democracias, ya que las brechas digitales y la concentración del poder comunicacional en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas agravan este problema, dificultando la práctica efectiva de la isegoría.

La desigualdad en el acceso a la palabra también se ve reflejada en las brechas digitales, donde millones de personas en el mundo carecen de conectividad o alfabetización mediática, lo que limita su capacidad para participar en el debate público. La isegoría, en este sentido, no solo implica garantizar el derecho formal a expresarse, sino también crear las condiciones materiales,  para que este derecho pueda ejercerse plenamente.

En la actualidad, la combinación de parresía e isegoría es fundamental para contrarrestar los efectos de la desinformación, la polarización y la manipulación mediática. Sin embargo, lograr este equilibrio requiere una acción decidida en la educación, la protección a la libertad de expresión, transparencia en el uso de los algoritmos y el fortalecimiento auténtico de los espacios públicos.

Byung-Chul Han describiría el contexto venezolano como una infocracia invertida, donde no solo se satura el espacio público con información irrelevante, sino que se restringe activamente el acceso a verdades incómodas. Las redes sociales, que en otras democracias pueden servir como espacios alternativos de participación, son utilizadas para la manipulación de contenido.

La isegoría, por su parte, es prácticamente inexistente, ya que las desigualdades económicas y tecnológicas, exacerbadas por la crisis generalizada, limitan la capacidad de amplios sectores de la población para acceder a los espacios de debate público. Además, la concentración del poder gubernamental exacerbado, elimina cualquier posibilidad de igualdad en el uso de la palabra.

La democracia, para ser genuina, requiere más que instituciones formales: necesita ciudadanos capaces de hablar con valentía y en igualdad de condiciones. En Venezuela, revitalizar los principios de parresía e isegoría es esencial para enfrentar la crisis actual y sentar las bases de una sociedad más justa y democrática. En un mundo donde la desinformación y el autoritarismo son amenazas constantes, la lucha por estos ideales trasciende las fronteras y se convierte en un imperativo global.

X: @lidismendez269

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