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Bien por Argentina, pan para los niños aunque no ajuste para la cultura

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Carlos Marx, en sus prolongadas  páginas de tedio e infortunio social, escribió en una ocasión que con la llegada del comunismo tras el derrumbe del capitalismo, habría pan y rosas «para todos los niños del mundo». Lo que jamás ha sido así. Pero en la Argentina de Javier Milei, tras décadas insomnes de peronismo y kirchnerismo, el pan no les ha faltado a los niños provenientes de familias vulnerables; eso sí, se cerró el financiamiento asistencialista a la cultura y a sus hacedores.
La declaración del mandatario Milei a una periodista con acento marcadamente ácido hacia él, terminó zarandeándola cuando este le hizo una magistral y convincente afirmación, al hacerle ver categóricamente que era preferible suministrarle el pan de cada día a los niños, que seguir invirtiendo en cultura mientras la economía mejora.
A simple vista, con dicha decisión no ha pasado nada, pero lo que ocurrió fue algo trascendente y magistral para encaminar las escasas fortunas del Gobierno -recordemos que este como tal no posee grandes recursos y los que hay son de los impuestos de los contribuyentes-, en gastos absolutamente necesarios.
Milei está por lo tanto haciendo lo correcto desde el punto de vista de su responsabilidad y compromiso con el pueblo argentino, que confió mayoritariamente en él y en sus promesas de campaña investidas de fervor liberal, antiestatismo y promoción de la libre empresa para sacar al país de la pobreza y el endeudamiento al que los Kirchner lo sometieron.
Qué habría pasado si todos los recursos de los regímenes socialistas en países como Cuba, Nicaragua o Venezuela, no se hubiesen gastado en tantas promociones culturales, en tantos viajes que se dieron por el mundo con tantos poetas, pintores, músicos, grupos de danza y teatro etc., en una vida y dos mandados primero sobre todo floreando y promoviendo sus revoluciones y segundo, dando a conocer artes elementales y escasamente estéticas, pues lo que importaba era defender el modelo político de sus revoluciones.
Con frecuencia crece el desvanecimiento de tantas falsas ilusiones vendidas por los «revolucionarios» de antaño, a pesar del auge en boga del marxismo cultural, por ejemplo, en países como España o México.
Ya no engañan a nadie pero ellos siguen vendiendo sus colosales mecanismos de transferencia para pretender capear el bulto de sus ineficientes gestiones públicas y sus falaces malabares verbales en pro de los más pobres, a quienes (como Carlos Marx desde su tiempo y los de de ahora) les venden el discurso del cambio social con beneficios, los que nunca llegaron ni llegarán, a no ser para ellos.
En este sentido la cultura resultó y sigue resultando (caso Cuba sobre todo con el apéndice comunista del premio literario Casa de las Américas) una poderosa aliada para el eje del socialismo del siglo XXI, denominación que, según cuentan sus  propios adeptos, elevaba al éxtasis a Hugo Chávez pero enfurecía endemoniadamente a Fidel Castro.
En Cuba, por ejemplo, no hay energía eléctrica, los apagones empiezan a engrosar el patrimonio negativo de la miseria, la crisis social y la hambruna castrista, pero sí hay para pagar boletos aéreos, hospedaje en buenos hoteles y paseos por la Bodeguita a los jurados y ganadores -comisarios y comisionados literarios todos ellos-, así el pueblo se muera en la miseria y la  desgracia.
Por otra parte, es un hecho que la cultura da plata. Su industria, sus trincheras multisociales y creativas, sus mecenas y uno que otro empresario (no hay muchos), altruista y reconocedor de su espacio y papel en el desarrollo social, entremezclaran sus oficios y quehaceres y el artista como tal, puro y desinfectado de compromisos políticos hacia la izquierda, que ha sido la gran manipuladora, sabrán continuar produciendo arte del bueno y jamás de los jamases se morirán de hambre.
Ojalá que en Latinoamérica con tantos gobiernos pusilánimes, coquetos y edulcorados, con tantos embajadores castrochavistas, sean capaces de comprender que deben ser más realistas si creen en los valores de la democracia, y dejen de tejer alianzas diplomáticas con esos países, con jerarcas fríos y despóticos con tal de mantenerse en el poder a costa de los pobres y desamparados de sus gobernados, a costa de tanto engaño, y de tanta manipulación cultural.
Milei es la luz de la credibilidad y convicción de la política noble y sus dones en América toda.
Al final del día, habrá en Argentina pan para los niños y arte emprendedor, ético y grande, como los nuevos días que le vienen, los que también traerán rosas, así se haya recortado el presupuesto a la cultura.

El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional y Vocero en el Exterior del Partido Liberal Independiente.

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