“El manifiesto de Cartagena” es el primer documento de tinte ideológico de Simón Bolívar, en el que dará cuenta de su punto de vista acerca de la caída de la Primera República, cuyo resumen lo explica todo:
“Pero lo que debilitó más al Gobierno de Venezuela fue la forma federal que adoptó. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y, a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquellas y la teoría… la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos… La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República”.
A la consideración de aquello llama Bolívar su atención en Nueva Granada, a la que llegará impetuoso y haciéndose invencible, fundando la República de Colombia que tenía en mente “el precursor” Francisco Miranda. Con esa visión de la caída de la Primera República de Venezuela, el debate se interrumpirá hasta 1819, con su célebre discurso en el Congreso de Angostura, que complementa con su “Carta de Jamaica” en los aspectos, históricos, políticos, y sociológicos de la “Gran Colombia” y su “Ley Fundamental”, que tuvo como norte una fisonomía legalista a la república que no podrá superar el dilema del centralismo o federalismo como forma del Estado democrático.
En el discurso de Angostura, Bolívar expresará con humildad su pensamiento exigiendo “acoger con indulgencia la profesión de mi conciencia política”. De allí la propuesta de un “Poder Moral” que fortaleciera conciencia y frenara excesos en el ejercicio del poder, confesando que “he sentido la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad y de aquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los griegos y romanos”, porque “sin moral republicana no puede haber gobierno libre” Propuesta considerada por los constituyentistas de 1819… “como un apéndice de la Constitución “para que se verifique su establecimiento en circunstancias más favorables”… algo quimérico” por lo que no se aprobó, teniendo que recurrir Bolívar a decretos para el saneamiento de la administración pública, disponiéndose entre ellos:
“A quien en juicio sumario se le compruebe haber malversado o tomado para sí los fondos públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital” y la misma pena a los jueces, a quienes se les pruebe haber mitigado la ley a favor de los delincuentes por convivencia, parcialidad o cualquier cosa”…
Con el transcurrir del tiempo, el general José Antonio Páez le informa con fecha 1° de octubre de 1925: «Ud. se abismaría en ver que las personas que dirigen su país son de la especie que en cualquier otra parte en que hubiese moral pública ocuparían el primer lugar más inferior, y muchos de ellos ocuparían un presidio por sus crímenes, pero por desgracia no es así», lo que corrobora el desgaste moral de la naciente república que preocupara al Libertador, y mejor ejemplo de pulcritud administrativa no pudo ser su respuesta al general Francisco de Paula Santander, proponiéndole desde “Magdalena” el 22 de febrero de 1826… “Sea protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el istmo de Panamá)… “Después de haber meditado mucho cuanto Vd. me dice, me ha parecido conveniente no sólo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga Vd. en él. Yo estoy cierto de que nadie verá con gusto que Vd. y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos, y nuestros enemigos, particularmente los de Vd., que está más inmediato, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Esta es mi opinión con respecto a lo que Vd. debe hacer y, por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial”.
De aquella situación es lapidaria la expresión del presidente Libertador: ¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de lo demás… Menos mal que Bolívar no llegaría a ver, cómo su ley de “reparto militar” (1817) para honrar el esfuerzo patriótico en la independencia terminaría como instrumento de compra de tierras y bonos del generalato y de los caudillos federales a precios irrisorios y, desde entonces, una hacienda mal habida es un trofeo militar e igual para el político corrompido.
Al respecto, Bolívar es el primero en sentar cátedra de moral republicana, bien recogida en el libro del doctor Hugo Argotti Córcega Ética del Libertador Simón Bolívar (Según sus fuentes originales), que los politipillos ignoran por aquel aforismo jurídico “a confesión de parte, relevo de pruebas”.
A 200 años de las tesis de una ética pública republicana de Bolívar, la empresa petrolera Pdvsa es la más certera bofetada por quienes se declaran sus herederos y la confirmación de «haber arado en el mar” confirma su desilusión que, de resucitar, moriría de nuevo, ante la Venezuela de estos 25 años del siglo XXI, convertida en un cartel del narcotráfico y la corrupción.
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