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Estuvieron por esta capital, con motivo de la Cumbre del Mercosur, los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y de Colombia, Gustavo Petro.

Los dos son de izquierda, progresistas, activistas y embajadores del Foro de Sao Paulo. Últimamente y cada uno por su lado han marcado una cierta distancia con la Venezuela de Nicolás Maduro (el venezolano es como la peste, nadie lo quiere; salvo Irán, Putin y el chino y vaya a saber uno por y para qué).

Tanto Petro como Lula fueron portadores de sendas condecoraciones para el expresidente José Mujica y ambos, por separado, concurrieron a entregársela a la propia chacra del exguerrillero Tupamaro (a unos 15 km de Montevideo); fue una importante genuflexión, pero justificada tratándose de una “reliquia del Foro y de la izquierda continental a la que hay que conservar,  limpiar, cuidar, lustrar y enaltecer más allá de sus valores intrínsecos”, según me lo definió un emocionado “enviado especial” que estuvo o anduvo más o menos cerca de la “chacra del Pepe”. En ese aspecto, en un principio el hombre elegido había sido el fallecido expresidente argentino  Néstor Kirchner, pero la conducta y gestión de su viuda, Cristina Fernández, aconsejó rumbear para otro lado, me dijo el experto enviado especial.

Los dos presidentes, se comenta también, serán elementos fundamentales en una “diplomacia presidencial” que llevará adelante el flamante presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, discípulo y protegido de Mujica. Lula, por supuesto, será el tutor delegado de Mujica, por encima de cualquier otro.

Hay otro parecido muy interesante entre los citados presidentes suramericanos que visitaron Uruguay. En estas horas el gobierno de Petro se ve inmerso en un escándalo: se destapó que su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla -compañero y amigo del mandatario- sobornó a congresistas, entre estos a los presidentes del Senado y de Diputados, para “conseguir la aprobación de algunas reformas clave de Petro”. Para ello se utilizaron fondos provenientes de otros sobornos, valga la redundancia.

¡Qué les parece! Igual que Lula cuando su primer gobierno. Aquel escándalo conocido como “el mensalao” que consistió en el pago (también con fondos “non sancto”) de una mensualidad a congresistas de la oposición para que votaran proyectos del debutante gobierno progresista de Lula. El encargado de hacerlo fue José Dirceu, mano derecha, amigo, presidente del PT y jefe de Gabinete (primer ministro) de Lula, quien tenía su despacho pegado al del mandatario en el Palacio de Planalto. Por ello tanto el “amigo” de Lula y  otros altos dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) fueron  a la cárcel.

Lo que nadie se explica es cómo Lula no se enteró de “las andanzas” de su jefe de Gabinete ni le llamó la atención la “buena disposición” de los congresistas opositores.  Y hete aquí que algo parecido le ha pasado a Petro, no estaba enterado de nada de lo que se le atribuye a su compañero y ministro de Hacienda (parece que el Foro de Sao Paulo les asegura impunidad total).

Mujica contó en su momento (*) “que Lula vivió todo ese episodio con angustia y un poco de culpa” (¿Solo un poco?). Lula , “apesadumbrado” le habría hecho a Mujica la siguiente confesión: “En este mundo he tenido que lidiar con muchas cosas inmorales (…) era la única forma de gobernar Brasil. «El mensalao también es este país, todo es a lo grande”, fue su justificación.

A su vez Mujica entendió que, “a veces, ese es el precio infame de las grandes obras”, y así justificó la conducta de su amigo al que ahora ha recomendado – como guía o algo parecido- a su discípulo Orsi.

(*) Una oveja negra al poder, A. Danza-E. Tulbovitz

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