El alto el fuego en el Líbano, a pesar de las condiciones iniciales de Hezbolá, refleja la complejidad de las dinámicas internas y presiones externas que enfrentan los países en conflicto. Las diferencias entre la situación en el Líbano y Gaza destacan cómo factores como la unidad política, la retención de rehenes y las relaciones internacionales influyen en los avances para alcanzar acuerdos de paz.
En el conflicto en Oriente Medio, con múltiples actores involucrados, Beirut ha aceptado un alto el fuego con Israel a pesar de que Hezbolá anunció que continuaría los ataques hasta el fin de la guerra en Gaza. Pero la dinámica en Líbano es distinta.
Como Estado soberano, Líbano posee una estructura política diversa y fragmentada. Hezbolá es una fuerza paramilitar con participación política, pero no representa a la totalidad de la sociedad libanesa ni a todos los intereses nacionales. Por ello la intervención del gobierno era necesaria para poner fin a la guerra entre Israel y Hezbolá, evitando muertes, desplazados y daños materiales en un país afectado por crisis económicas y políticas.
La presión internacional de Estados Unidos y Francia como mediadores buscó el cumplimiento de la Resolución 1701 de la ONU, ofreciendo apoyo económico y político al Líbano como incentivo para detener las hostilidades. El gobierno libanés respaldó el alto el fuego por 60 días, ordenando la intervención de las Fuerzas Armadas Libanesas y los cascos azules de la ONU para la retirada de Hezbollah y el ejército israelí.
Israel, por su parte, tiene motivos para aceptar el alto el fuego. A pesar de su superioridad militar, la resistencia de Hezbolá resultó ser mayor de la anticipada, con ataques transfronterizos que implicaron un deterioro económico y militar, manteniendo poblaciones desplazadas en estado vulnerable.
A pesar de la postura inicial de Hezbolá de no detener los ataques hasta que Israel pusiera fin a la guerra en Gaza, el grupo enfrentó la disminución de sus capacidades. La pérdida de líderes y recursos mermó su efectividad, debilitando su posición interna en una guerra de desgaste.
Esta situación tiene implicaciones para Irán, soporte financiero y militar de estos agentes proxy en su estrategia expansionista para enfrentar a Israel y Estados Unidos. El debilitamiento de sus aliados, especialmente Hezbolá, limita la proyección de poder de Irán, reduciendo su capacidad para presionar a sus adversarios o intervenir en la política libanesa. Con Hezbolá neutralizado, Irán podría verse obligado a cambiar su política exterior, perdiendo influencia en Oriente Medio.
Un posible alto el fuego en Gaza presenta otro tipo de obstáculos. Hamás, como fuerza gobernante, no reconoce al Estado de Israel, complicando negociaciones directas. La ausencia de unidad política entre la Autoridad Palestina en Cisjordania y Hamás en Gaza dificulta la representación en negociaciones unificadas, además de la pérdida del apoyo de Hezbolá.
La dinámica internacional es diferente, ya que Líbano cuenta con mayor predisposición de actores globales para facilitar un alto el fuego. En el caso de Gaza, las posiciones están polarizadas: con países que apoyan el derecho de Israel a la autodefensa, mientras que otros censuran las graves consecuencias humanitarias de las acciones militares, limitando un consenso que facilite el cese de hostilidades. Los rehenes retenidos por Hamás son un factor crítico utilizado como moneda de cambio, sabiendo que Israel considera prioritaria la liberación de sus ciudadanos y que el gobierno no está dispuesto a cesar las hostilidades hasta no exterminar a Hamás.
El alto el fuego en Líbano, a pesar de las condiciones iniciales de Hezbolá, refleja complejas dinámicas internas y las presiones externas que enfrentan los países en conflicto. La situación en Líbano y Gaza destaca cómo factores como la unidad política, la retención de rehenes y las relaciones internacionales influyen en los avances para alcanzar acuerdos de paz.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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