La precariedad de hospitales y ambulatorios, donde falta más de 75% de los insumos, la deficiente remuneración y el recargo de las jornadas de trabajo forman parte de la cotidianidad de quienes ejercen la medicina en Venezuela, a quienes les toca dar la cara a los pacientes por un sistema de salud colapsado. Un residente de posgrado gana aproximadamente 800.000 bolívares, monto insuficiente para cubrir las necesidades más básicas, incluyendo la comida. La difícil realidad laboral induce las renuncias en los centros de salud y ha disparado la diáspora en este sector: se calcula que más de 22.000 médicos han emigrado
A las siete de la mañana empieza la rutina de la residente de segundo año del posgrado de Cardiología Karilyn Silva en la unidad de Cuidados Coronarios del Hospital Vargas de Caracas. Desde temprano empieza a padecer la impotencia de no poder prestar la atención requerida, experiencia cotidiana para la médico que se forma para ser especialista. Entre sus pacientes figura un hombre de 70 años de edad, economista, que sufrió de un infarto y debe someterse con urgencia a un cateterismo, pero la Unidad de Hemodinamia del centro de salud está cerrada desde noviembre del año pasado porque los equipos no funcionan y la familia no puede costear el procedimiento en una clínica privada. Es a ella a quien le toca dar la cara por un sistema de salud colapsado.
“La carencia de insumos es enorme. No tenemos material para hacer rayos X, tienes que tomarle fotos a las placas con el celular para poder tener los resultados. Los tubos para realizar hematologías deben comprarlos los familiares. En el laboratorio no hay reactivos”, enumeró Silva.
Cuando se inauguró el Hospital Vargas, el 5 de julio de 1891, el Estado lo había dotado de 1.000 camas, todos los adelantos del momento, asistencia de calidad, laboratorio clínico, farmacia, nuevos procedimientos exploratorios o de tratamiento y modernas técnicas quirúrgicas. Se construyó como una réplica del Hospital Lariboisiére de París.
En 2018 las condiciones del centro asistencial, que está ubicado en la parroquia San José, no se parecen en nada a las que tenía hace 126 años. Falta hasta lo más básico, incluido personal. Silva contó que el déficit, sobre todo de enfermería, “es grave”. Eso obliga a los médicos a estar pendientes del paciente, del tratamiento y hasta de la comida, por lo que las jornadas de guardia, que cada uno de los seis residentes del posgrado deben cumplir solos por falta de personal, “se hacen más pesadas”, agregó.
“Muchas veces, cuando nos llegan emergencias y nos faltan insumos o medicamentos, preguntamos en todos los servicios del hospital a ver cómo podemos cubrir la demanda; si no conseguimos nada, lamentablemente hay que referir al paciente. Es usual que las personas tengan que recorrer varios centros de salud hasta encontrar uno donde las puedan atender”, indicó Silva. Otro residente, que prefirió no identificarse, coincidió: “Prácticamente los pacientes acuden al hospital a buscar una cama y recibir atención médica, porque deben traer de todo para ser atendidos”.
Desde hace años los médicos de los hospitales públicos ejercen la medicina en circunstancias tan precarias como las de una guerra. “Lo más triste es que te acostumbras”, dijo Silva.
Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV), opinó que se trata de condiciones de trabajo deplorables, y precisa que la escasez de material medicoquirúrgico en los hospitales es de 95%. Por su parte, la Encuesta Nacional de Hospitales, efectuada por la agrupación Médicos por la Salud, situó el año pasado en más de 75% las deficiencias de medicamentos, material medicoquirúrgico y catéteres en los centros asistenciales del país.
El médico no cuenta con las condiciones para trabajar en los centros de atención pública, ratificó María Yanes, ex presidente de la Red de Sociedades Científicas Médicas. “No hay las herramientas fundamentales para que pueda prestar una atención médica de calidad y oportuna; no por culpa del médico, sino porque, por ejemplo, un cirujano quiere intervenir a un paciente y hay que suspender porque no hay anestesiólogo, o porque el aire acondicionado no sirve. No hay materiales de uso corriente, como tapabocas, gasas o guantes. Los equipos no sirven, los laboratorios están cerrados”.
Bolsillos vacíos
La precariedad de las condiciones laborales es el escenario con el que esos profesionales deben lidiar, cuando falta poco para celebrar el Día del Médico, el 10 de marzo. La remuneración que percibe Silva como estudiante de posgrado es de aproximadamente 800.000 bolívares. Usa un poco más de la mitad -450.000 bolívares mensuales- para pagar la cuota que le toca aportar del apartamento que comparte con otros tres médicos. Aunque inició el posgrado en el Hospital Universitario de Caracas, decidió cambiarse al Vargas porque le queda más cerca. No tiene carro, así que se moviliza en transporte público, en lo que debe gastar al menos 12% del sueldo. “Generalmente trato de desayunar en mi casa y me traigo el almuerzo. Cuando no lo puedo traer, no como porque un almuerzo aquí cuesta alrededor de 200.000 bolívares”, indicó.
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros indica que en diciembre de 2017 la canasta básica familiar llegó a 35.392.706,24 bolívares; es decir, se necesitaban 1.179.756,87 bolívares diarios para cubrir su costo, más de lo que recibe Silva en todo un mes.
Una de las razones de que el sueldo de los médicos sea tan deficiente radica en la negativa del gobierno a sentarse a discutir un nuevo contrato con la FMV, aseguró León Natera.
“El último acuerdo firmado con el gobierno fue en 2003. De allí en adelante se han introducido solicitudes para nuevas negociaciones y ni siquiera nos responden. Como no hay discusión de contrato, no se pueden mejorar las condiciones salariales”, explicó.
El médico Gustavo Villasmil, ex secretario de Salud de Miranda, considera que el trasfondo de la remuneración inadecuada es político, pues la burocracia consume buena parte del presupuesto del Ministerio de Salud: de una nómina de 450.000 personas, 65% es personal no sanitario, es decir, 2 de cada 3 empleados no son médicos, ni enfermeras, ni odontólogos, ni bioanalistas ni personal asistencial. En este momento, añadió, a los médicos en formación el sueldo no les alcanza ni para comer.
Esa realidad obligó a la coordinación y a la dirección del posgrado de pediatría del Hospital de Niños J. M. de los Ríos a solicitar a la Oficina de Atención al Ciudadano del Ministerio de Salud que suministrara al menos dos comidas para los residentes de pediatría y de otros posgrados del hospital. La crisis económica, según han establecido, ha obligado a renunciar al menos a 13 residentes en el último año, especialmente a los que vienen de otras regiones del país, a quienes les ha resultado imposible costearse la vida en la capital.
León Natera apuntó que un médico del sistema público tampoco puede comprar zapatos o ropa, ni mucho menos un libro. Orlando Rodríguez, médico adjunto del servicio de Cardiología del Hospital Vargas, comenta que mantenerse actualizados, algo que debería ser prioritario, se torna cada vez más cuesta arriba. “¿Cómo compro revistas, cuya suscripción mensual tiene un costo aproximado de 200 dólares americanos?”.
El presidente de la FMV señaló que “las instalaciones de trabajo son inhóspitas porque no hay siquiera donde reposar. Si hay espacios para eso, no hay sábanas, o no hay camas, y deben acostarse en el piso”.
La denuncia describe el estado de la residencia de Cardiología del Vargas. Los colchones de las literas no tienen sábanas y en el baño la llave de paso no sirve, por lo que ni el lavamanos ni la poceta tienen agua. “A mí no me gusta dormir allí cuando tengo guardia. Además, me da miedo; así que subo y me acuesto en la camilla de coronarios”, dijo Silva.
La deficiencia en las condiciones laborales y de trabajo también afecta los ambulatorios. Gabriela (nombre ficticio para proteger su identidad), de 23 años de edad, egresada de la UCV, lo experimentó cuando acató lo establecido por el artículo 8 de la Ley de Ejercicio de la Medicina, que obliga a cumplir durante un año el cargo de médico rural, que ella desempeñó en los servicios de Salud Baruta, los centros asistenciales de Las Minas, Las Lomas –en Hoyo de La Puerta–, El Cafetal, el polideportivo de La Trinidad y los Centros de Diagnóstico Integral de Santa Cruz del Este y Piedra Azul.
“En los ambulatorios nunca hay medicamentos. Si llega una persona con un preinfarto, no hay ni una aspirina para evitar que se complique. Muchas veces no hay agua. Una vez en Las Lomas tuvimos que irnos porque la hediondez era insoportable”, dijo llorando.
Muchos médicos han renunciado por esa situación, sostuvo, lo que ocasiona sobrecarga de trabajo. “Por la falta de personal dejaron de respetar nuestro horario y rotaciones”, denunció.
La información sobre las dimisiones de médicos es una realidad cada vez más frecuente en todo el país. El ex ministro de Salud José Félix Oletta señaló que el déficit de esos profesionales está obligando a fundir consultas y servicios en los hospitales públicos. “Las renuncias se están produciendo en varios niveles, también entre especialistas, pero sobre todo entre residentes e internos, que al poco de concursar abandonan los cargos”, dijo.
Villasmil indicó que eso complica aún más la situación de quienes se quedan en los hospitales. “Por la diáspora, el trabajo de 14 recae en los 4 que quedan en las plazas de posgrado o en los rurales”.
León Natera destacó la preocupación por los médicos que procuran completar su formación: “Ya de entrada algunos posgrados están vacíos porque no tienen aspirantes. Hay otros que tienen muy poco residentes y la carga recae sobre los que se quedan”.
Sacrificio sin recompensas
Marilyn Ruiz forma parte de los nueve residentes del servicio de Cardiología del Hospital Universitario de Caracas. Tiene 31 años de edad. Es de Barinas, pero vive en Caracas. “Me gradué de médico cirujano mención magna cum laude; cursé aquí en el Clínico el posgrado de medicina interna, del cual me gradué con mención honorífica. Hago la acotación porque no es justo que a pesar de los méritos que una pueda tener desde el punto de vista profesional, actualmente gana más un chofer, un bachaquero, que un médico con dos o tres posgrados”. Ruiz se ha visto en la necesidad de ejercer privadamente porque el sueldo que percibe “no alcanza ni siquiera para comprar las cosas básicas”.
Los médicos formados en las universidades nacionales deben afrontar esa realidad luego de haber estudiado al menos siete años de pregrado y tres años de especialidad. Villasmil apuntó que “la formación del médico venezolano siempre ha sido larga, estructurada y, sobre todo, muy bien supervisada”.
Sin embargo, cuando terminan ese ciclo de estudios a los 30 años de edad, la misma que tiene Silva, aún no han podido construir un proyecto de vida. Ella admite que muchas veces se deprime por estar lejos de casa y de su hijo, de 6 años de edad, que vive en Apure con la abuela materna. Todavía le falta un año para graduarse, y aunque jamás pensó irse de Venezuela, tomó la decisión de hacerlo. Aún no sabe a dónde.
En la misma disyuntiva se encuentra Ruiz, quien asegura que jamás había pensado en emigrar porque quería ser útil aquí. “Servirle a mi país, ayudar a mi gente. Pero de verdad que ya no me parece justo. Tengo toda la vida estudiando. Trato cada día de superarme para garantizar una atención de primera a mis pacientes, porque me parece que el conocimiento y la meritocracia deberían ser lo que impere. Es triste tener que dejar tu país y llevar tus conocimientos porque necesitas y mereces mejor calidad de vida como persona y, sobre todo, como persona preparada”. Proyecta irse a Chile al graduarse.
Lo que acabó con la tolerancia de Gabriela fue la inseguridad. “Al CDI de Piedra Azul no podía ir con mi carro porque corría un alto riesgo de que me lo robaran. El 31 de diciembre un compañero fue amenazado en el ambulatorio de Las Minas porque no tenía cómo suturar a unas mujeres que se habían caído a puñaladas”, relató.
León Natera señala que los médicos son los que llevan sobre sí las consecuencias de crisis hospitalaria. “La agresión de la gente que no recibe atención como debería no es contra el gobierno, sino contra el médico y el personal de salud”.
Ante esa situación, Gabriela renunció a realizar el rural y también tiene planes de marcharse. “Me cansé de estar haciendo y que medicina, porque a la hora de una emergencia no hay nada que hacer”. Ya tramita inscripción en el Colegio de Médicos de Perú y hacer su año de rural en ese país para poder ejercer. Prevé viajar a finales de este año.
La FMV cifra en 22.000 la cantidad de médicos que se han marchado de Venezuela. Oletta afirmó que el gobierno se hace de oídos sordos con el éxodo de esos profesionales, una pérdida de capital humano difícilmente recuperable. “No hay estrategias para contrarrestarlo ni políticas para reponer o retener a ese personal; pareciera que en realidad se está facilitando que esas personas se vayan”, manifestó.
Villasmil expresó: “Uno entiende que cuando un médico tiene su diploma en la mano y le ofrecen pagarle un sueldo que es equivalente a tres dólares, quiera tomar un autobús hasta la frontera para irse”.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional