A Luis A.F.
Por BASTIÁN DESIDEL ESCURRA
Ante el fuego
se acurrucan
linajes anónimos
ruinas que ciudades fueron
Como ellos
nos reunimos
—noble tradición—
a escuchar el bosque
de sauces
que susurra
en la ceniza
A mi madre
Intentas conjurar una palabra
que retenga el paso del verano.
Una vieja moneda indicará
la promesa en el fondo de la fuente.
El temporal rescata aquella imagen,
el estanque vacío en tu memoria.
Aún escuchas por la noche el eco
de la moneda. Allí
donde se ciega la roca.
Preludio para Umberto Saba
En esta casa de madera, te observo,
y aunque muerto te sabes,
te oigo y concuerdo en la preocupación:
el tiempo todo se lleva. Advertimos
demasiado tarde el germen de la soledad;
así, tu voz es la mía, rodeados
ambos de un siglo extraño que también
terminará por acabar. Nosotros,
junto a tantas otras voces fundidos,
cifraremos la infinita odisea
en los vastos sueños de quienes vendrán.
Sueño con la silueta de Rubén Jacob
Sueño con la silueta
de Rubén Jacob derrengado en un sillón
leyendo en voz baja y por la tarde
un poema de Joseph Brodsky
o pensando en la nieve
que cubría Reikiavik
durante el mes de julio del 72.
Intenta así representarse la melancolía
y así articularse una cadencia oculta y común
como un golpe seco en una puerta de madera.
No disponemos de nuevas máscaras.
El sentimiento que deseo nombrar
pertenece a un nogal solitario
que eterno reverencia el descenso del sol.
A pesar de nuestro oído atento
El árbol nada dice
a pesar de nuestro oído atento.
Marcelo Pellegrini
Enraizado a la llama,
meditas bajo el Árbol
tu nombre.
Tarde has de aprender
que la palabra irrumpe
el nimbo de la infancia.
Volver a la primera palabra
es ejercicio vano. El Árbol
ya nada dice.
*Bastián Desidel Escurra es poeta, psicólogo y editor de 49 Escalones, web especializada en Literatura y Crítica. Los poemas aquí reproducidos pertenecen a su reciente libro Los fuegos abandonados (Ediciones Altazor, Viña del mar, Chile, 2024).
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