Se ha dicho siempre que el vecino es el familiar más cercano que se tiene, por lo tanto, podemos discutir, molestarnos, disgustarnos, hasta distanciarnos, pero nunca enemistarnos, porque no sabemos en qué momento se presenta una emergencia, una calamidad, un estado de necesidad y hasta una severa crisis económica, generalmente no nos queda opción que recurrir al vecino; pero si lo hemos convertido en nuestro enemigo, aún siendo muy caradura ¿cómo lo ocupamos? Y si nos atrevemos, lo más seguro es que nos responda, ¿ahora sí viene a buscarme? ¿Se pasearía el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, por todas estas posibilidades, para dar semejante maroma? Respecto a la posición firme que había expresado públicamente de no reconocer el supuesto triunfo de Nicolás Maduro, si no publicaba las actas y se sometía a una auditoría internacional e independiente. Pero, tres meses después ha dicho con mucha firmeza que Nicolás Maduro no es su problema, que ese es un problema de los venezolanos que solo nosotros debemos resolverlo.
Ciertamente, no hay que pelearse con el vecino, pero se dan hechos y circunstancias que aún cuando no queremos intervenir nos obligan a hacerlo. Por ejemplo, si el vecino y su pareja tienen una agria discusión, no hay razón para que intervengamos, es un problema entre ellos dos y solo ellos deben resolverlo, igual ocurre, si el vecino llega ebrio y agrede a su pareja, le corresponde a ella evitar que eso ocurra o en todo caso dar parte a la policía. Pero, si tenemos conocimiento de que el vecino ha instalado en su hogar un prostíbulo o un centro de entrenamiento de delincuentes, me corresponde encararlo y exigirle el cese de sus actividades delictuales, y si su respuesta es la agresión o hacer caso omiso a mis exigencias, no me queda otra alternativa que involucrar al resto de los vecinos y notificar a las autoridades competentes, y si por alguna razón estas no actúan, habrá que hacer justicia por propia mano.
Cuando los hechos ocurridos en un vecindario no solo atentan contra la unidad, la convivencia pacífica, la salud mental y la seguridad de un grupo familiar, sino del resto de quienes allí viven, nos corresponde a todos los vecinos actuar enérgicamente y con prontitud; de no hacerlo, el lugar se volverá inhóspito y poco a poco todo el que pueda vender su propiedad, lo hará y buscará otra zona donde vivir. Cierto estoy, que el presidente Lula el 29 de julio se percató de que lo que su vecino estaba haciendo no era agredir a su pareja, sino algo mucho más grave, había instalado en el vecindario un centro de entrenamiento de delincuentes para robarse unas elecciones y de esa manera desconocer lo expresado por los ciudadanos en los centros de votación, lo que requería de manera enérgica e inmediata de la actuación de todos los vecinos para descubrir la verdad y hacer respetar la voluntad popular, posición en la que estuvieron de acuerdo el vecino Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, quienes se sumaban al resto de los vecinos que en su inmensa mayoría sabían del robo que se había cometido y la necesidad que había de que la comunidad internacional actuara con mucha firmeza y aplicando los principios del Derecho Internacional.
Tiene razón el presidente Lula al decir que ese es un problema que debemos resolverlo los venezolanos, y tenemos más de veinte años tratando de resolverlo; cuando lo pudimos resolver, lamentablemente, los generales que habían logrado la rendición de Hugo Chávez, se opusieron a conceder las condiciones que el padre de toda esta tragedia exigía, entre otras que lo llevaran a Cuba y lo dejaran allá. Pudo más la sed de venganza, que consolidar lo que se había logrado. Quienes somos demócratas por convicción y por formación, nunca nos hemos apartado de la tesis de que los cambios de gobierno deben producirse a través del ejercicio de la soberanía popular mediante el voto, participamos en cuantas elecciones convocadas por el régimen, a sabiendas de todas las trampas que no fue posible probar. El 28 de julio se constituye en un día histórico no solo por la monumental victoria sino porque pudimos probar de manera indubitable que la inmensa mayoría de compatriotas queremos vivir en un país con democracia y plenas libertades. Por eso, tenemos que decirle al presidente Lula que el vecindario está tomado por la delincuencia y prácticamente estamos a merced de ellos solo porque tienen las armas, y cuesta muchísimo, entender esa voltereta que usted ha dado, después de haber armado el brollo, siendo el primer presidente de los compinches de Nicolás Maduro, en alertar sobre lo que ocurría en Venezuela, y ahora se olvida del orden constitucional, del respeto a la soberanía, de la preeminencia de los derechos humanos; un jefe de estado que aspira ser el líder de los países de esta parte del continente, no puede dejar a un lado esos derechos que usted exigía el 29 de julio fueran respetados por Maduro, las violaciones siguen siendo las mismas; el Portugués y el Castellano son idiomas diferentes, pero estos son principios universales que donde se respetan, se practican de la misma forma. de tal manera que usted y el resto de la comunidad internacional no deben hacerse los desentendidos, por lo menos estar vigilantes y exigir el cumplimiento del respeto al orden constitucional y a los derechos humanos. La hipocresía es aceptable, pero la cobardía no.
Cuando un régimen cierra la vía electoral para cambiar a los gobernantes, abre las compuertas para que los ciudadanos le den rienda suelta a las más variadas elucubraciones y cada quien piensa que tiene la hipótesis correcta que conducirá al derrocamiento de la tiranía, desde la venida de un gringo con un ejército de mercenarios armados hasta los dientes, hasta la presencia de un escuadrón de las fuerzas especiales de Israel, espero que nuestro país no sea campo de confrontación que nos conduzca a lo que hoy sufren quienes viven en Gaza, en Líbano, en Ucrania. Y si se da ya sabemos quienes nos llevaron a ello, por no aceptar su aplastante derrota y pretender mantenerse en el poder a lo arrecho, es decir por las malas. Por último, quiero aconsejarle a quienes se oponen al régimen en ejercicio, que es el momento de reclamar el cumplimiento de la Constitución, de exigir nuestros derechos, pero recordar que no se debe repetir el error del 13 de abril del 2002, no es momento de llamar a la venganza, pero si de rescatar la democracia y la libertad.
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