Nicolás Maduro dirige el régimen de la muerte y el dolor. Esa es su tétrica oferta para el país. Su presencia en Miraflores es insoportable. Reprime y encarcela aún más desde que se sabe un presidente ilegítimo y aborrecido. A su extensa lista de víctimas hay que agregar, con desesperación y rabia de justicia, a Jesús Manuel Martínez Medina, secuestrado en su propio hogar el 29 de julio en la noche y asesinado por abandono y maltrato en las mazmorras de una “revolución” indecente.
Nicolás Maduro tendrá que rendir cuentas ante la justicia. Por tantos desafueros e indolencia, por el infinito dolor causado, por el terror al que somete al valeroso pueblo venezolano que confió en la fuerza de los votos para alcanzar, democrática y pacíficamente, el apremiante cambio político. Por tantas prisiones absurdas y aberrantes. Por tanta muerte.
Jesús Manuel Martínez Medina fue uno de los miles y miles de testigos que el 28 de julio hicieron respetar la verdad soberana plasmada en las actas de escrutinio, que son pruebas irrefutables y auténticas de la clamorosa victoria de la oposición. Del pueblo venezolano en su amplísima mayoría. Martínez Medina era un activista del partido Vente Venezuela en Aragua de Barcelona, en el estado Anzoátegui. Tras su arresto, fue llevado a la sede policial de Lechería, en el área metropolitana de Barcelona. Sufrió maltratos y se le negó asistencia médica a pesar de ser diabético y padecer problemas cardíacos. Falleció el 14 de noviembre como un preso político culpable de defender los procedimientos democráticos establecidos en la Constitución y las leyes.
Las precarias condiciones higiénicas de reclusión durante meses lo afectaron severamente. Se le infectaron ambas piernas, y pese a los ruegos de su madre para que le prestaran atención médica, le negaron a Martínez Medina el traslado a un centro hospitalario esperando «órdenes superiores». ¿De Maduro, de Diosdado, del fiscal? Cuando la situación llegó al límite fue trasladado. Al ver los médicos el estado en que se encontraba decidieron amputarle ambas piernas, según un comunicado de María Corina Machado en su cuenta de X. Durante la intervención, Jesús Manuel Martínez Medina, padre y músico, trabajador y luchador, murió.
Cada día de Nicolás Maduro al frente de ese poder inhumano que ejerce es un día de desgarro en una Venezuela ya suficientemente castigada y adolorida. No hay paz para los que están en su casa, para los que caminan desprevenidos por calles y avenidas, y terror para los que están tras las rejas, sin procedimiento alguno, sometidos a torturas, chantajes y abandono. ¡Hasta cuándo!
Nicolás Maduro y su camarilla solo causan muerte y dolor. Un país a la deriva, telegrafiado desde La Habana, de donde copia los peores métodos de represión practicados durante décadas. Se entregó la soberanía y se traiciona, día a día, la tradición libertaria de este país. Es el expediente del horror.
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