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Rolando Peña, una vida en el arte

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Bienvenido a mi mundo del arte, de Rolando Peña, es un libro extraordinario, recorrido biográfico y artístico que arranca en los años 40 y se prolonga hasta el 2023, cuando fue publicado. La edición, en español, inglés y francés, incluye centenares de fotografías, así como textos de Gregory Battcock, Alfredo Boulton, Guy Brett, María Luz Cárdenas, Fernando Castro Florez, Margarita D’Amico, Sofía Imber, Claudio Mendoza, Pierre Restany, Humberto Valdivieso y Gerardo Zavarce 

Por ANNIE VAN DER DYST

La portada del libro nos ubica en el imaginario del artista: un círculo dentro del cual flotan barriles dorados que trazan una estela de siete líneas, una estrella que la tradición cristiana relaciona como protector contra las fuerzas del mal y que para algunas espiritualidades paganas es un eficaz símbolo mágico.

Síntesis de las obsesiones de Peña, este libro nos guía por la trayectoria de quién fue bautizado en las calles de Nueva York como “El Príncipe Negro”. De niño, en un fotomatón de una calle de la Urbanización El Silencio, se inició en el asombro del autorretrato y la ficción. Lo increíble estaba en lo cotidiano, en la poderosa fuerza de los objetos trastocados en talismanes. 

Esta creencia tomó cuerpo y se hizo imagen en todas sus expresiones artísticas, utilizando para ello desde el gesto del rostro, la tecnología digital y la física cuántica. La curiosidad renacentista de Peña se mueve en el presente.  

Estructurado por décadas e ilustrado con profusión de fotos, tanto del archivo personal del artista como por el registro existente en distintas colecciones públicas y privadas, este libro excepcional es una bitácora para  la historia del arte contemporáneo y  un documento indispensable para conocer la vanguardia artística de nuestro país.

Inicios

Llegué a Nueva York en el año 1963 a la academia de Martha Graham. Vestido de negro. Con una capa.

¿Con una capa? ¿Y de dónde sacó la idea de la capa?

Es una historia larga. Rollos míos con el Conde de Montecristo. Y los superhéroes que yo admiraba cuando era niño. 

Llegó como bailarín, ¿cuándo toma el camino del artista plástico?

Realmente usé la danza como un trampolín. Siempre me interesó el mundo del arte, desde niño. Pintaba, armaba mecanos, leía. A los once años había leído a Cervantes, a Wilde, Shakespeare, porque no podía hacer nada físico. Era asmático.

George Maciunas, miembro fundador del movimiento Fluxus, dice del arte, “ante todo un estado del espíritu, un modo de vida impregnado de una soberbia libertad de pensar de expresar y de elegir”. ¿Se identifica con la frase?

Totalmente. Y te agradezco que me hayas citado esa frase de Geoge Maciunas. Lo conocí en Nueva York, y a toda la gente del movimiento Fluxus.

¿Diría que para usted el arte es una manera de vivir?

Por supuesto. Para mí el arte es una decisión de vida. Cuando yo empiezo a vestirme de negro a los catorce años, ¿cómo lo explico yo?, ¿por qué?, ¿qué me lleva a mí a vestirme de negro? Nadie se vestía de negro. Y yo llegué a Nueva York vestido de negro y con una capa negra, además. Esa capa era mi escudo de presentación y me ayudó mucho. Vivía en el  East Village. Por supuesto en esa época el East Village era baratísimo,  tenía un estudio donde pagaba veinte dólares mensuales.  Por eso todos estábamos ahí . Nadie tenía plata. Lo único que teníamos era ambiciones y coraje y sueños. Todos éramos soñadores. Todos queríamos cambiar el mundo. Y creo que cada uno de nosotros  de alguna manera lo intentó.

El objeto cotidiano, el concepto y la tecnología

Concibes el arte de una forma integral: la forma de vestir,  la máscara,  el rostro. Tu rostro. El otro y tú. El hacer arte con lo cotidiano: el fotomatón. ¿Cómo llegas a eso?

Jovencito acompañaba a mi mamá al centro de Caracas, a El Silencio. Había como unos aparaticos, unos cuarticos donde  metías, no me acuerdo cuánto, un medio, un real , una locha, no sé. Y te tomabas fotos. Mi mamá un día se tomó una foto. De ahí en adelante conseguí el dinero y me metí allí a hacerme fotos. Mi primer fotomatón, ya guardado como una cosa de arte, lo hice en 1960. Los surrealistas también habían hecho fotomatón pero con otro sentimiento. Yo me dije: voy a hacer de esto una pieza de arte. 

Y  junto al objeto cotidiano ya tenemos el elemento técnico, el fotomatón y luego las cámaras súper ocho, el cine…

¡Claro! Cuando le planteo a José Ignacio Cabrujas, quiero hacer un espectáculo que tenga que ver con la danza, con la proyección de diapositivas y quiero que tú actúes, que improvises algo. Hicimos Testimonio a comienzos de 1965. El primer espectáculo multimedia que se hace en Venezuela. Y era eso: danza improvisada. La iba armando como happening, porque para el happening, la improvisación era muy importante. Después yo empecé la locura de arte sonoro, dándole golpes a barriles. Pero llego a eso después de toda una investigación, de Fluxus, de John Cage, el gran padre de todos nosotros. Lo conocí. Hice cosas con él. 

Detrás de todo hay un concepto.

El arte para mí es un concepto. El arte es un pensamiento. El arte es una idea. ¿Cómo materializas esa idea? Cada artista tiene una historia que contar, el problema es cómo la cuentas. 

Hablemos de otro de tus puntos vitales. El videoarte.

Ahí tenemos al gran padre Nam June Paik, el artista coreano, que fue para todos nosotros quien abrió el camino. Llega a Nueva York y se hace amigo de John Cage y de ahí arranca con el video en blanco y negro. Yo participé con mis propuestas, hice cosas con Juan Downey, algunas otras con Nam, tengo fotos del trabajo que hicimos juntos. Yo tuve la gran suerte de haber llegado a Nueva York en los sesenta, en el momento en que se congregó todo ese movimiento que venía de Alemania, de Italia, de Francia, de Inglaterra. En la isla de Manhattan se concentra toda esa gente. Recuerda que venían huyendo del nazismo. Estábamos todavía en la posguerra. Hay un sitio importantísimo que es el Black Mountain College. Ahí dan clases John Cage, Merce Cunnigham, Rauschenberg. La mayoría eran judíos, por supuesto. Gente que hizo grandes cosas.

El barril de petróleo, el presente y el futuro de Peña

Hablemos de ese objeto que es tu marca personal: el barril de petróleo.

Para el artista contemporáneo es un reto fortísimo crear algo nuevo. Todos tenemos la ilusión de que estamos haciendo algo distinto. Cuando agarro el petróleo me doy cuenta de que es un tema que nadie había asumido como hecho artístico. En ese momento Christo, el artista de origen búlgaro, hace unas cosas con barriles, pero yo hice un desarrollo sobre el tema del petróleo como tal. Cuando Christo usa los barriles es para encapsularlo, él lo amarraba todo. Para él, el barril es un contenedor y en cambio para mí es el signo de una cosa llamada petróleo. A Christo el petróleo no le interesaba para nada. Cuando yo hago una exposición en Nueva York y lleno una pared completa de barriles dorados en la Cayman Gallery, él vino y me felicitó.

Como artista ha tenido una visión para hacer cosas que se adelantan a lo que luego va a formar parte de la historia del arte contemporáneo. Por ejemplo, ver un barril vacío en un parque y pensar o intuir que allí hay una propuesta que marcará tu arte y el de un país.

¡Claro! Ese barrilito me lo llevé, lo guardé, fue el primero con el que trabajé y ahora se va a exhibir en Nueva York en una exposición importantísima. Tengo unas fotos bellísimas de ese barrilito que me hizo Ricardo Armas. 

El asunto no es solo pensar, es hacer.

Es parte del leitmotiv de mi vida: el problema no es tener buenas ideas porque buenas ideas tenemos todos, el asunto es hacerlas. ¡No importa si son buenas o malas! Lo importante es hacer. Si te equivocas mejor, con lo que uno más aprende es con el fracaso

¿Y los ha tenido?

¡Uff! ¡Muchos! Y muchas equivocaciones. ¡Uff! ¡Por Dios! ¡Muchísimas!

Desde afuera se tiene la impresión  de una vida en la que todo ha sido una seguidilla de éxitos. O al menos una persona con una gran visión.

Eso sí. Lo digo sin ninguna modestia: yo siempre he tenido muy buen olfato y visión. Huelo las cosas. Sé lo que viene: lo presiento. Y creo que eso lo heredé de mi madre.

Si pudiéramos viajar en una máquina del tiempo para ir  al año 1963 en Nueva York, ¿qué le diría el Rolando actual a ese muchachito que desembarcó vestido de negro y con una capa?

Que hiciera exactamente lo que hizo, no me arrepiento de nada. No me arrepiento de mis errores ni de mis equivocaciones. Al contrario. Me han enseñado mucho.

¿Qué proyectos tiene en mente?

Para mí el reto ha sido vivir. Un reto que yo asumo siempre. 

*Bienvenido a mi mundo del arte. Rolando Peña. Concepto del libro: Karla Gómez. Textos de Gregory Battcock, Alfredo Boulton, Guy Brett, María Luz Cárdenas, Fernando Castro Florez, Margarita D’Amico, Sofía Imber, Claudio Mendoza, Pierre Restany, Humberto Valdivieso y Gerardo Zavarce. Edición trilingüe: español, francés e inglés. Co-publicado por Karla Gómez y Ediciones Kalathos. Segunda edición, revisada y ampliada. España, 2023. 


Rolando Peña y el punto de fuga

Gregory Battcock

Para mucha gente el nombre Leonardo da Vinci significa excelencia artística, de intensa actividad artística perfectamente integrada dentro de un amplio marco. El Alto Renacimiento representa una meta inalcanzable, porque difícilmente parece posible que en nuestro tiempo un arte de alta calidad estética pueda una vez más ocupar el mundo tecnológico, científico y social como lo hizo en aquel entonces. 

El arte de Leonardo está caracterizado por su brillantez en la intensidad de su composición geométrica, un talento que juega un papel importante en el boceto y «anteproyecto» tecnológico del artista. Es precisamente esta característica singular, pivotal en la obra de Leonardo, la que Rolando Peña ha aislado y realzado en sus recientes creaciones. Porque Peña, un príncipe del Alto Renacimiento, viene a la presente época con el propósito de iluminar el camino de volver el arte a su justo, esencial, lugar en el orden de las cosas espirituales, el punto de fuga es una cuestión central. Pero ahora el punto de fuga toma otro significado. Se convierte en punto de aparición. 

La aparición de un punto de fuga hay que mirarla como causa de celebración. El arte moderno es, generalmente, un arte de apariencia mínima. Lo que no es aparente es, frecuentemente, de importancia fundamental en las obras primarias. Volver a acentuar la importancia del punto de fuga, de manera de articular una nueva apariencia, es contradecir el valor de la desaparición. 

En Peña, las especulaciones visuales que le preocupan sobre los valores del punto de fuga —de hecho, de todos los siete puntos de fuga— son leídas como una reafirmación de apariencia en el arte. Esto es, sin duda, un nuevo arte para nuestro tiempo, un arte que no es lo que es sino lo que aparenta ser. De esta manera, Peña confirma los valores del arte más elevado de la humanidad, el arte del Alto Renacimiento. 

Peña es el primer artista de nuestro tiempo en reintroducir el significado renacentista en el arte. Él ha asumido la capa de responsabilidad respecto del arte de los maestros renacentistas. De esta manera, él muy bien puede probar ser el artista de mayor importancia en la época moderna, y sus trabajos recientes podrían algún día ser reconocidos como las obras más importantes creadas desde el Renacimiento. 


*Gregory Battcock. Crítico de arte/ Escritor Nueva York, 1979.

*Copiado del libro Bienvenido a mi mundo del arte, de Rolando Peña.

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