Realmente fue una gran alegría que el candidato -hoy presidente número 47 de Estados Unidos- Donald Trump haya logrado una victoria espectacular el pasado 5 de noviembre. Marca el fin del socialismo/woke en la primera potencia global.
Y con el presidente Trump vienen importantes noticias para la industria energética (entiéndase oil, gas, renovables) porque habrá un enfoque muy esperanzador para la industria privada, menos regulaciones estatales y menos abusos de parte de los fundamentalistas verdes.
Ya anticipó que estimulará el incremento de la producción nacional de petróleo para la Reserva Estratégica de Petróleo que tiene Estados Unidos, a través de la reducción de trámites y pasos burocráticos (permisos ambientales y de perforación, entre otros) en tierras fiscales (públicas) que logren que capitales privados compitan en producir petróleo y gas y reposicionar a Estados Unidos en el primer lugar del mundo tanto en producción, refinación y reservas de petróleo.
No olvidemos que en 2015 el presidente Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, cabalmente por lo que siempre reiteramos: no es posible reducir emisiones GEI gases efecto invernadero solamente con una disminución de la producción de petróleo y gas, castigando a Estados Unidos o al mundo occidental, en tanto que la China comunista sigue con mismos niveles de producción de carbón y sigue dañando el medio ambiente. Resulta muy gracioso ser ambientalista en Estados Unidos, pero sin exigir nada a China.
Aunque en 2021 Joe Biden reincorporó Estados Unidos al pacto, es posible que, si no se ajustan varios elementos del mismo, vuelva a retirarse. Y ajustar implica necesariamente que se exija más a China y la India a reducir uso de carbón y fósiles.
Siempre afirmé que no existe la dicotomía entre energía renovable frente a combustibles fósiles. Al menos no debería. Toda la energía es bienvenida y debe ser utilizada, obviamente con rangos de razonabilidad y cuidado del medio ambiente, pero sin dañar la economía.
Es posible mayor perforación (drilling) para oil & gas y al mismo tiempo inversiones en generación solar y eólica. No son elementos que se contradigan. Todos tienen sus pro y contras y de forma saludable necesitamos energía para mover un mundo cada vez más demandante de electricidad en centros de datos, inteligencia artificial y combustible para transporte de buques y aviones comerciales. Reitero, el gas natural seguirá siendo, por muchos años, puente de transición energética indiscutible.
La propia demócrata vicepresidenta Kamala Harris hizo campaña en 2024 apoyando el fracking de gas, y al mismo tiempo inversiones en energía verde. Porque se entiende que no hay contradicción, adicionalmente las tecnologías y métodos de explotación petrolera y gasífera cada vez son con mayor tecnología y mejores técnicas para evitar daños al entorno ambiental.
Biden otorgó 50% más de permisos de perforación de petróleo y gas para tierras federales que Trump, de manera que la lógica norteamericana es avanzar, crecer, prosperar y para ello se requiere energía. Punto.
No olvidemos que durante el primer mandato de Trump se dio un impulso absoluto al fracking y ello dio frutos: más gas para exportar. Siendo así, Europa se mantuvo suministrada, en gran parte, por exportaciones de GNL norteamericano, para evitar utilizar el gas ruso. Trump siempre les dijo a los europeos que deberían ser independientes y autónomos en su suministro energético.
Estados Unidos es una potencia que crece y se expande diariamente y necesita energía. Por ello creo que la tendencia a consumir combustible fósil y verde continuará.
Es una falsedad que Trump esté en contra, por ejemplo, de los vehículos eléctricos. Él cree en una economía sólida, un mix que permita continuar creciendo. Su principal aliado Elon Musk es un férreo hombre de negocios basado en vehículos eléctricos y energía renovable, de manera que entre ambos hacen una sólida dupla para construir una política energética realmente disruptiva y con visión de futuro.
Las inversiones se van a incrementar en la industria. Tanto en petróleo, gas y renovables. No hay duda. La idea es reemplazar el carbón y -de a poco, de forma sostenible y en transición ordenada- empezar a utilizar más verdes que fósiles; pero ello requiere un plan y una estrategia que ahora se presenta sólida y coherente con el presidente Trump y su principal aliado Musk.
El mundo sabe, más aún los líderes, que necesitamos energía, sea petróleo, gas, nuclear, solar, eólica, hidráulica o hidrógeno. Para ello el concepto es lograr esa energía a menor bajo costo, a menor emisión de GEI y para satisfacer todos los mercados.
Ya indicó públicamente el presidente 47. “Tenemos más oro líquido que cualquier país del mundo. Más que Arabia Saudita. Tenemos más que Rusia. Bobby, aléjate del oro líquido”, le dijo Trump a Robert F. Kennedy Jr., un ex abogado ambientalista y candidato presidencial que podría desempeñar un papel en la formulación de políticas de salud en la próxima administración Trump.
Las inversiones privadas, con estímulos estatales, serán importantes para construir una nueva tecnología que permita, como siempre dijimos, reducir costes de producción de energía y al mismo tiempo expandir nuevas fuentes. El mundo está caminando a un escenario de absoluta necesidad de energía, de forma tal que en esta administración no habrá tiempo para pelear con nadie, sino más bien enfocarse en producir energía a bajo coste para todos.
El Instituto Americano del Petróleo (API), que representa a la industria del petróleo y el gas de Estados Unidos, señaló en voz de su director ejecutivo, Mike Sommers: “La energía estaba en la boleta electoral y los votantes enviaron una señal clara de que quieren opciones, no mandatos, y un enfoque que abarque todo lo anterior y aproveche los recursos de nuestra nación y se base en los éxitos de su primer mandato”.
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