El sindicalismo en nuestro país ha estado marcado por hombres honestos, disciplinados y comprometidos con el bienestar común. Ejemplo de ello es José González Navarro, nacido en Porlamar el 29 de octubre de 1911, con quien compartí una amistad que heredé de mis padres, Juan José y Rafael Ávila Guerra.
Desde muy joven, José trabajó en las empresas familiares de mi entorno, como una fábrica de alpargatas, una de jabón, una ferretería y la explotación del dividive o guatapanare, utilizado en el curtido de cueros de nuestra tenería y la exportación de perlas de Margarita. Desde sus inicios laborales, mostró responsabilidad, seriedad y un espíritu incansable, atributos que lo llevaron a consolidar su liderazgo y dedicar su vida al sindicalismo.
Tan cercana fue su relación con mi familia que, al trasladarme a Caracas en 1961 para estudiar Derecho, me hospedé en una pensión estudiantil que tenía su hermana, Consuelo González de Gamboa, en la Quinta Santa Ana, ubicada en la Calle Olimpo de Sabana Grande. Allí también vivían su madre, Doña Perfecta Navarro, y su padre, José Concepción González Salazar.
José, que realizó sus primeros estudios en Margarita, también había migrado a Caracas. Tenía una marcada vena musical, compartida con su hermano Domingo, un destacado músico y compositor que trabajó para construir el gran balneario Los Caracas, a través del Instituto Nacional de Capacitación y Recreación de los Trabajadores, beneficiando a los trabajadores del país.
González Navarro era un hombre muy unido a su familia, y su constante dedicación hacia sus seres queridos —especialmente hacia su madre, Doña Perfecta, y sus hermanas, Consuelo y Josefina de Zambrano— reflejaba su profunda conexión con los valores familiares. Asimismo, se dedicó a formar a jóvenes líderes sindicales en el país.
En 1962, mientras en Venezuela se vivían momentos críticos por la guerrilla, experimenté un episodio que ilustra el carácter de José. Al salir de la Universidad Central de Venezuela, algunos compañeros me pidieron que los llevara a Altamira. En mi vehículo viajaban los hermanos Castañeda, Emilio y Alberto, junto con Vicente Ordaz Villarroel y Juan Kendrick Rodríguez. Al llegar a Altamira, cerca de Los Núñez (la residencia presidencial de Rómulo Betancourt, quien derrotó a las guerrillas), de repente, fuimos interceptados por un vehículo que insistía en tocar la corneta. Pensé que simplemente quería que le cediéramos el paso, así que me moví hacia la derecha para dejarlo pasar. Sin embargo, el vehículo no nos adelantaba, a pesar de que tenía espacio. De pronto, una ráfaga de disparos rompió el silencio. Me detuve de inmediato, consciente del peligro inminente. Nos ordenaron salir del carro con las manos en alto y fuimos detenidos bajo la sospecha de ser guerrilleros.
Nos llevaron a la comisaría del este de Chacao, nos recibió el comisario Ceballos Purica alrededor de las 7:00 de la noche, con quien intenté aclarar el malentendido. Nos registraron como sospechosos y la preocupación comenzó a crecer mientras explicábamos que éramos estudiantes de la UCV. Para las 9:00 de la noche, todavía seguíamos allí. Tras mucha insistencia, finalmente nos permitieron usar el teléfono. Logré contactar a José González Navarro, quien era presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela. Gracias a su intervención, conseguimos ser liberados a las 11:00 de la noche. Esa era la naturaleza de José: solidario y siempre dispuesto a ayudar, sin importar las circunstancias.
Con el tiempo, finalicé mis estudios de Derecho y asumí roles en la judicatura, cargo al que renuncié para atender el requerimiento del candidato Carlos Andrés Pérez que me había postulado para ser diputado por el estado Nueva Esparta. José González Navarro era Senador por el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), luego de la división de Acción Democrática, pero había regresado más tarde a Acción Democrática y apoyado la candidatura de CAP.
Cuando Pérez ganó las elecciones me designó como gobernador de mi estado, Nueva Esparta. En ese proceso de transformación, José González Navarro, fiel amigo y aliado, fue un apoyo entusiasta. Gracias a este esfuerzo conjunto, logramos significativos avances, como el pleno empleo y el retorno de los margariteños que habían emigrado a los estados petroleros en busca de trabajo, debido a la escasez de oportunidades en la isla más allá de la actividad pesquera.
José González Navarro fue un venezolano extraordinario que celebró con orgullo los logros del gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, como la nacionalización del petróleo y del hierro, así como la creación del puerto libre en la isla de Margarita. Un servidor público intachable, luchó incansablemente por el bienestar de los trabajadores, y hacia el final del periodo gubernamental de 1974 a 1978, manifestó su intención de retirarse, recomendando mi nombre como su sucesor en el Senado, un gesto que el Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática aceptó unánimemente.
Navarro fue un parlamentario excepcional y un conductor brillante de las masas trabajadoras del país. Como líder sindical, representó a Venezuela con dignidad e inteligencia en reuniones internacionales. Además, fue músico aficionado, hizo estudios musicales con el maestro y gran músico don Lino Gutiérrez. Fue uno de los fundadores de Acción Democrática, amigo cercano de líderes como Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi. Estudioso de los temas laborales económicos, políticos y sociales, se destacó en todas las tareas políticas que se le fueron encomendadas. Sufrió prisiones, persecuciones, cárceles y el exilio. Fue presidente del mayor organismo de los trabajadores de Venezuela y representante por nuestro país en convenciones de trabajo en el exterior. Fue diputado y Senador al Congreso Nacional por el Distrito Federal y su estado natal Nueva Esparta.
José González Navarro falleció en Caracas el 3 de junio de 1986, dejando un legado de lucha por la justicia social y el bienestar de los trabajadores, un legado que honra su memoria y dignidad. Honor a quien honor merece.
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