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Perán Erminy, la pluma que dio forma y elevó el arte nacional

A los 89 años de edad falleció el docente, crítico y artista plástico. Entre sus logros culturales más destacados está la promoción de la discusión crítica en los cineforos que organizaba la Cinemateca Nacional. Fue un eterno disidente y su lucha se gestó desde la ideas

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Entre las grandes figuras, nombres y letras del arte nacional es imprescindible resaltar a Perán Erminy. El docente, crítico, artista plástico, investigador y curador de arte falleció a los 89 años de edad y dejó un legado que será revisado por los estudiosos actuales de la expresión cultural y por los del futuro. Su incansable obra, que reúne cientos de ensayos, textos curatoriales, cuadros y análisis memorables, sirve como base para indagar en el pensamiento crítico venezolano. Trasgresor e imperturbable defensor de la disidencia, Pedro Antonio Erminy trascendió en su defensa por la libertad de la expresión.

Nació en el oriente del país y fue criado en un ambiente cargado de referencias culturales y políticas. Ambos ámbitos marcaron una trayectoria intelectual y artística de más de 60 años en la cual la pluma de Erminy disertó sobre acontecimientos literarios, musicales, plásticos e históricos. En 1942 ingresó en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas Cristóbal Rojas. Allí estudió Formación Docente y Arte Puro. A pesar de haberse formado como artista, su trabajo sobre el lienzo no fue muy conocido. En 2011 presentó 98 piezas de técnicas mixtas sobre papel en la muestra Laberintos, organizada por la Fundación BBVA Banco Provincial. Fue su última exposición.

“Perán es una lectura obligada”, asegura la investigadora y curadora de arte María Luz Cárdenas. “Supo conjugar en sus textos una visión contemporánea de los acontecimientos más importantes de la historia del arte. Además, hay que destacar la forma en la que se relacionaba con los artistas. Si un pintor de Trujillo lo llamaba, al siguiente día él se montaba en un autobús e iba a visitar el taller. Yo lo conocí cuando hacía los cineforos en la Cinemateca Nacional en los años sesenta”, señaló.

“Esos foros se hicieron famosos”, recuerda el también crítico Rodolfo Izaguirre, quien en los años sesenta fungía como director de la Cinemateca Nacional y contrató a Erminy para promover el cine de autor. “Él animaba a la gente a que discutiera, era un eterno defensor de la libertad de pensamiento. Promovía la discusión hasta la madrugada. Años después lo escuché decir que esa era su forma de darle un espacio a todos esos jóvenes disidentes que no tenían oportunidad de expresar sus ideas en los medios de comunicación”, recuerda.

Entre los cientos de cargos que ocupó Erminy en su vasta trayectoria profesional destacan su labor como fundador del capítulo venezolano de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, su actividad como documentalista en la Unesco y haberse desempeñado como director del Museo Emilio Boggio, aparte de escribir para diversas publicaciones nacionales e internacionales.

“No hay palabras ni espacio para abarcar esa trayectoria”, asegura la investigadora de artes plásticas Bélgica Rodríguez. “Fue pionero en su forma de llevar la crítica, sin duda, era un pilar de ese ámbito en Latinoamérica. Iba a todas las exposiciones y salones. Estaba enterado de todo lo que sucedía con los artistas”, expresa Rodríguez, que el año pasado organizó una subasta de arte para ayudar a costear una operación para Erminy, quien luego de una caída quedó con la cadera debilitada. “Después de la intervención quirúrgica, ver imposibilitada su libertad de movimiento lo deprimió mucho”, agregó la investigadora.

“Yo nací preso”, dijo Erminy en una entrevista al recordar que en la época de Juan Vicente Gómez entraron en su casa y sacaron a su padre inconsciente. “Conozco sopotocientas cárceles, pasé gran parte de mi vida preso. Nunca fui un tipo de extremismo político, mi lucha siempre fue por las ideas”, aseguró el pintor en 2017 a El Nacional.

El intelectual lideró huelgas estudiantiles por una formación a la vanguardia de las tendencias del mundo. Por ser un eterno  disidente de la rigidez de la academia, fue expulsado de varios centros de formación. Con Rómulo Gallegos derrocado, salió exiliado y se radicó en París, donde estudió en La Sorbona y en la Escuela de Altos Estudios con Roland Barthes.

Su legado permanece en las páginas de los más importantes medios de comunicación del país y en publicaciones culturales del Estado y privadas.

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