Escurridiza, por la mañana muy temprano después de una espera fatigante, en medio de una agenda copada tuve un encuentro fortuito que valoré poco en el instante que ocurría. Un hombre cuyo rostro no será conocido en la próxima oportunidad, por lo fugazmente que diferencié sus facciones. El caballero me ofreció un magnifico libro de bolsillo que hacía años no veía en esa presentación y cuyo contenido aprecio por el significado de cada palabra que se plasmó allí, mientras me lo entregaba yo le agradecí y me identifiqué como simpatizante de su labor, pero no reduje el ritmo de los pasos que me llevaban a destino, y al enterarse el hombre vociferó diciendo: “una palabra, proverbios…” y dio un juego de números que no alcanzo a recordar, yo tímida y apurada le miré y agradecí y repetí los números en mi cabeza tratando de no olvidarlos.
El día con sus exigencias residía como individuo determinado a proseguir sin aguardar nada de nadie, pero mi mente no podía olvidar el fugaz momento y los números expresados por aquel caballero revoloteaban desordenados en mi mente. No alcanzaba a recordar cuales eran exactamente, y un juego de combinaciones de dígitos se activó en el prefrontal de mi psiquis. En tal sentido, como para zafarme toda duda investigué el contenido escondido en cada una de las tres combinaciones que hallé probables y fonéticamente relacionadas a lo que se me expresó. La última de ellas resultó ser el mensaje que necesitaba escuchar en un día sin contemplaciones.
El regalo literalmente dice: “El insolente busca la sabiduría y no la halla; para el entendido, el conocimiento es cosa fácil” Proverbios 14:6 NVI. En el instante que leí dicho proverbio supe que no valoré aquel encuentro angelical, que probablemente no se repita. Sin embargo, un obsequio me había sido entregado y debía atesorarlo para esta temporada. Un período lleno de retos, encuentros y grandes expectativas, donde los silencios se apilaron como danzarines posando para una interesante foto, y los cuales posterior al click hablarán como cantan los barítonos, con ondas sonoras preparadas para romper las barreras del vacío.
Ahora, en horas mayores de la noche cuando la bruma de las fuerzas se ven disminuidas, y las ventanas del alma prometen cerrarse con la confianza de despertar rayando el alba. El corazón ha patinado en una nueva estancia más que seguro, cándido de que el momento se aproxima y es tiempo de empezar a trabajar terraplenes novedosos y gestar ideas cautivadoras; porque aquello que trasnochaba embebiendo clamores ha llegado a cumplimiento; empero, no se me permite mencionar nada al respecto. Por lo pronto, mi oración es poder toparme con aquel ángel mensajero que supo cumplir su misión a pesar de mi premura, y no percibió el efecto que eso tuvo en mi corazón.
@alelinssey20
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional