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Lula sabe jugar ajedrez

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En el huracanado mundo de la geopolítica universal sabe colocar sus piezas. Lula tiene la experiencia que adquirió desde el mundo sindical. Que la fuerza está en saber utilizar la palabra cuando es necesaria para marcar un rumbo. Dialogar con cualquier actor sin perder la perspectiva de quién eres es un leitmotiv que aprendió de Lionel Brizola, dos veces gobernador del estado de Río de Janeiro, y además el discípulo predilecto de Getulio Vargas. En la diatriba de las antípodas no termina cazándose con ninguna. Tiene excelente relación con China, con el cual logró importantes acuerdos comerciales. Lo mismo ocurre con los Estados Unidos y Europa. Es decir, que Brasil entiende perfectamente que en un mundo globalizado lo significativo es tener buena relación con todos los factores de poder, teniendo claro que lo medular es fortalecer tus intereses. Más allá de tener cercanías ideológicas. En la política internacional, para lograr éxitos se utiliza con mayor énfasis el pragmatismo que la solidaridad automática. En Planalto— sede gobierno— saben que ningún factor de poder puede soslayar al gigante amazónico. Su peso específico como una economía fundamental en el planeta la hace decisiva para cualquier coyuntura. 

Un capítulo interesante para comprender el cómo se maneja Brasil en la geopolítica mundial lo acabamos de vivir en la XVI Cumbre de los BRICS escenificada en la ciudad de Kazán en Rusia. Nicolás Maduro, desesperado ante el abrumador rechazo universal generado por el forjamiento del verdadero resultado electoral del 28 de julio, quiso buscar una bombona de oxígeno en este organismo. Antes había enviado una avanzada diplomática encabezada por la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, y el canciller Yván Eduardo Gil Pinto, para que allanaran el camino. Tres aviones llenos de pasajeros que gozando de los bienes del Estado acudieron como festivos turistas y barras. Lula, quien sufrió un accidente doméstico, no acudió a la cita. Una noche antes del comienzo del evento les manifestó al presidente de Rusia, Vladímir Putin, y a su homólogo chino Xi Jinping, que vetaría la pretensión de Venezuela de querer formar parte del mismo. Basándose en el derecho que tienen como miembros fundadores de aprobar o rechazar las solicitudes. Al no haber consenso, el anhelo de Nicolás Maduro recibía un revés que inutilizó su deseo de lograr algún apoyo. En la plenaria, el canciller brasileño Mauro Vieira expuso el planteamiento de su gobierno con mucha claridad. Quince minutos después, el mismo Lula lo indicada en una comunicación vía Zoom con toda la plenaria. Por supuesto, Nicolás Maduro fue recibido en el aeropuerto. Comió del pan patik hecho de centeno y relleno de carne de ciervo.  Al llegar al recinto no se le permitió ingresar. Tuvo que aguardar junto a los fotógrafos que salieran de sus deliberaciones. Allí, como un fan en la búsqueda de un autógrafo, se le aproximó sobre todo al presidente Xi Jinping, quien sin determinarlo lo saludó con frialdad. Igual ocurrió con Vladimir Putin conminándolo a que esperara en otro salón. Semejante humillación no la hubiesen permitido presidentes como Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. Fue tal la felpa al gobierno venezolano que Cuba— quien sí fue aceptada— en una declaración celebró su elección. No existe una línea de solidaridad con el país que tanto los ha ayudado. Una jugada maestra de La Habana que llevó a cabo su canciller Bruno Rodríguez Parrilla, por instrucciones de su presidente Miguel Díaz-Canel, de no entrar en la diatriba entre Lula y Maduro, sino el lograr la aprobación que buscaba Cuba a sabiendas de que ya Venezuela nos les garantiza nada.    

El plan concebido desde Miraflores fue vuelto añicos. La extremada fragilidad del régimen quedó nuevamente al descubierto. Solo los santuarios del terrorismo acompañan al insondable mandatario en las horas sombrías de una realidad borrascosa. Tratando de lograr revertir en algo la derrota costosísima en Kazán se quedó la vicepresidenta Delcy Rodríguez visitando países para rogar su auxilio ante una realidad que los tiene contra las cuerdas.   

Mientras tanto, Lula desde Brasil observa todo aquello que ratifica su poderío. Un manejo estratégico brillante que le hace entender a ese bloque que Brasil es decisivo. Sabe manejarse en las aguas caudalosas de la política. Es un país que tiene la confianza de Washington y al mismo tiempo sostiene visiones con Pekín en una suerte de llave maestra que busca encuentros.    

¿Qué tiene que hacer la oposición venezolana para lograr el respaldo de Brasil? En primera instancia debe buscarse que el presidente Edmundo González y Luiz Inácio Lula da Silva puedan conversar cara a cara. Con las pruebas en la mano. Hablando de las libertades democráticas. Que ambas naciones puedan tener una relación armónica y constructiva. Para ello deben actuar más las neuronas que las hormonas. La presencia de la alta política. Lula puede convencer a factores de poder que Venezuela está lista para regresar a la democracia. Que la presidencia de Edmundo González privilegiará el desarrollo sustentable, no entrando en una lucha ideológica para imponer un modelo. Es hacerle entender sobre todo a China que podemos tener una relación de respeto a nuestra soberanía. Lograr que el viejo zorro político amazónico encuentre confianza para lograr avanzar es algo fundamental. La palabra clave es generar un clima de armonía democrática. Estamos en tiempos de estadistas.   

@alecambero 

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