Vapuleados. También vapuleados los trabajadores venezolanos. No solamente los de la administración pública, porque, obviamente, cualquier incremento oficial incluye e influye en la remuneración otorgada por la empresa privada.
Entre los desprecios oficiales más notorios están la salud, la educación y el trabajo en general. Aspectos que deberían estar protegidos debidamente por cualquier Estado, como derechos humanos que constituyen.
Las descabelladas propuestas del presidente de Fedecámaras: liberar definitivamente el dólar, para que se ubique de una vez por todas en un solo valor respecto al bolívar y acabar con las prestaciones sociales, ayudan en nada a la situación. Si bien el valor artificial del dólar habla de una economía insana, las capacidades económicas de los trabajadores, con cerca de tres años del último ajuste de sueldos, con un salario mínimo mensual de 130 bolívares, o 3 dólares, que se traduce también en pensiones que ni para sobrevivencia alcanzan, dan cuenta del inmenso despropósito laboral impuesto por este régimen enemigo de todos los trabajadores venezolanos.
El derecho laboral se supone que es intangible y progresivo. Debería avanzar con el tiempo, jamás retroceder. Y si un Estado no puede garantizar la atención de su población, debe recurrir a la ayuda internacional. Esta situación de indigencia laboral se percibe más fuerte en esta época final del año. Al reducirse el valor de nuestra moneda oficial, se reducen los sueldos, aumenta obviamente el costo de la vida para cada trabajador. Se hace insoportable la manera de sobrevivir.
De nada sirven los bonos arbitrarios de «guerra económica» y de «alimentación», porque no palean la situación dramática que se parece en el campo laboral. La solución sería lograr más inversiones, más producción, sí. Pero nadie va a venir a invertir en condiciones de indefensión. Nadie va a querer trabajar para no subsistir, además. Este año grita la desesperación de los trabajadores y sus familias. Más contribución, a propósito, a la huida desesperada de los venezolanos por el mundo. Más tragedia de hambre y de desatención médica, más desprotección social. Nefasto cierre de año inducido por quienes abiertamente desprecian los derechos humanos, la salud, la educación y el trabajo. Esperamos un giro copernicano el año próximo, en otras manos más inteligentes, democráticas, conscientes.
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