Todo comenzó con una canción. El lanzamiento de “Veneka” el 20 de octubre, tema que reunió a la agrupación Rawayana y el rapero Akapellah, reavivó una discusión que tenía tiempo olvidada: ¿qué significa ser veneco?
La canción, una changa que exalta los atributos –en su mayoría físicos– de las mujeres venezolanas, ha sido vista como un esfuerzo por resignificar una palabra que en años recientes ha sido utilizada para descalificar a los migrantes venezolanos en países como Colombia, Perú o Chile. Pero las posturas son opuestas. Para muchas personas aún sigue siendo un término ofensivo, un insulto que representa el lado negativo de la venezolanidad, generalmente asociado con la violencia; para otros, que se han dado a la tarea de reapropiarse del término y usarlo para responder a quienes lo usan en tono despectivo, representa la idiosincrasia del venezolano, más allá de lo positivo y lo negativo.
El término veneco no tiene un origen peyorativo. Todo lo contrario, fue una palabra que se popularizó en la década de los años 70, en Colombia, para referirse a colombianos que emigraban a Venezuela o a los hijos de colombianos que adoptaban costumbres venezolanas, incluso el acento. “Como suele pasar, el primer uso de la palabra transitó ámbitos humorístico-referenciales que no dejaban dudas sobre la intención de esta creación léxica para referir la condición de nacionales de Venezuela que vivían en Colombia o de colombianos que regresaban a su país después de haber vivido mucho tiempo en Venezuela; situación frecuente debido al éxodo de colombianos que huían de la lucha armada paramilitar o de la delincuencia de su país para buscar un mejor destino en un país de acogida franca como Venezuela”, explica Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
El uso despectivo del término surgió mucho después, con el éxodo masivo de venezolanos, producto de la crisis política, económica y social en Venezuela, que hoy alcanza la cifra de 8,9 millones en 90 países, de acuerdo con cifras del Observatorio de Diáspora Venezolana. Entre 2015 y 2017, el uso de veneco como descalificativo hacia los migrantes venezolanos se popularizó y comenzó a ser empleado, con el mismo tono, por políticos en algunos de los países de acogida, como es el caso del exvicepresidente de Colombia, Germán Vargas, quien, durante una entrega de viviendas sociales cerca de la frontera con Venezuela en 2017, dijo: “Por nada del mundo, esto no es para los ‘venecos”.
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Aunque gestos como estos evidencian rasgos xenófobos, no indican que la mayoría de la población en los países de acogida de migrantes venezolanos sea xenófoba, explica Tomás Páez Bravo, sociólogo, experto en migración y presidente del Observatorio de la Diáspora Venezolana, quien también dice que, contrario a lo que se cree, el uso del término veneco no es tan extendido. “Es menos usado de lo que la gente piensa. Lo he vivido cuando he estado en casi todos los países de Latinoamérica con las organizaciones de la diáspora y no ha sido ese un tema de mucho interés ni al que se le ha dado mucha importancia. Quizás porque la diáspora venezolana, como nos han dicho, se mimetiza, se integra con relativa facilidad”.
Un estudio de 2023 realizado por el Observatorio de la Diáspora Venezolana señala que al menos 75% de los migrantes venezolanos están satisfechos con el trato que reciben en sus países de acogida.
Tomas Páez no está seguro de que se le esté dando una resignificación al término veneco, pues considera que la palabra no ha tenido tanto peso sobre la relación entre los migrantes y la xenofobia. “En los datos que tenemos, en los estudios que se han hecho de la xenofobia en Colombia, en el manejo de la información que se ha hecho con las diásporas en Argentina, Perú… mi impresión es que no tiene el peso que algunos le atribuyen”, asegura el sociólogo, que igualmente celebra que apareciera un grupo como Rawayana, la banda venezolana con mayor alcance internacional en la actualidad, y se apropiara del término para darle un giro.
Un intento que se queda corto
“Veneka” es una canción, una changa, que en su letra resalta atributos, en su mayoría físicos, que “representan” a la mujer venezolana. Para Rawayana y Akkapellah el tema empodera a las venezolanas. Las describe como bellas y fuertes.
Magdymar León, psicóloga, coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa) y profesora de la maestría de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, considera que la canción se queda corta en su intento de resignificar el término veneca, pues refuerza un estereotipo hipersexualizado con el que históricamente se ha asociado a la mujer venezolana. “No siento que sea la manera más adecuada si lo que queremos es desmontar el término, desmontar lo peyorativo del término y enaltecer a las venezolanas en su integralidad. Lo que sigue destacando la canción es la erotización y la belleza física. Es una resignificación que nos sigue remarcando el estereotipo de que las mujeres venezolanas nada más son unas mujeres hermosas, unas mujeres muy sensuales y que es preferible una local que una internacional. Se rescata el término, pero solo en ese aspecto, que es muy parcial. Entonces se queda a medio camino de una revalorización y de una resignificación positiva e integral de lo que sería el término para designar a las venezolanas. Hay un intento, pero que se queda corto, porque no está elevándole la categoría al término para que efectivamente esté vinculado con una valoración integral de lo que somos las mujeres”.
Precisamente, este estereotipo, asegura la psicóloga y activista feminista, no favorece a las migrantes venezolanas. “Esta imagen de mujer sexy y atractiva ha sido, lamentablemente, asociada o vinculada al comercio sexual. Entonces, si hablamos, por ejemplo, de la migración en Perú, vemos que hubo un gran rechazo hacia las mujeres venezolanas por aquello de que eran ‘las quita marido’ o que su oficio era el comercio sexual, la prostitución, pornografía…”.
VENEKA!! @Rawayana @akapellah
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Para hacer una valoración integral de las características que representan a la mujer venezolana es necesario incluir muchos más elementos, dice León. “Es necesario destacar diferentes dimensiones altamente valoradas de las mujeres venezolanas. Estilos, triunfos, otras capacidades, intelectuales, políticas. Más allá de lo físico, tenemos otros elementos que perfectamente pueden ser destacables. Por ejemplo, si quisiéramos utilizar la imagen, más allá del tema político y que yo pueda estar o no de acuerdo con ella, la de María Corina Machado. Ella es veneca, es una líder política, independientemente de que yo sea adepta a su postura. Creo que es necesario señalar otras dimensiones de las mujeres que no nos cierran en esos estereotipos tradicionales de la mujer erotizada, sexualizada o vinculados con la maternidad. No nos sacan de esos perfiles, cuando las mujeres somos muchas otras cosas más que eso. Y no estoy descalificando ni el derecho al placer de las mujeres y el rechazo a la maternidad. Entonces, veneca es la deportista, la atleta, la científica, la profesional, la ama de casa, la trabajadora en un local haciendo empanadas; ellas y nosotras somos venecas, no nada más esta mujer descrita en la canción”.
La verdadera resignificación del término veneca, considera Magdymar León, pasa por lo que las propias mujeres hagan con él, como ocurrió, por ejemplo, con el término queer, que hace referencia a lo raro o poco usual y que por mucho tiempo se usó como ofensa en Estados Unidos. Las disidencias sexuales se encargaron de rescatar y vincular con una orientación sexual, identidad de género o expresión de género que no encaja en los parámetros establecidos por la sociedad. “Otro ejemplo es el término aborto o el derecho al aborto, que ha sido muy mal visto, pero desde muchos sectores feministas ha habido un rescate del término para algunas mujeres, mientras que para otras más bien prefieren hablar de interrupción voluntaria del embarazo. Ambos son válidos. Creo que hay un grupo de mujeres que quieren reivindicar el término y están en todo su derecho de hacerlo. Creo que es empoderante retomarlo y devolverlo con un significado distinto, es no sentirme o no identificarme con esta visión descalificada que el otro me está dando. En ese sentido, pienso que puede ser rescatable, pero quizás no todas las personas puedan estar de acuerdo con esto que estoy diciendo o todas las mujeres”.
Más allá de la superficie
Para el crítico cultural e historiador de arte Jesús Torrivilla, veneco representa una oportunidad para replantearnos nuestra identidad como venezolanos, y los elementos y valores que involucra, muchas veces rechazados. “La gran oportunidad que tenemos a partir de esta discusión pública que permite la música pop es reconciliarnos y repensarnos desde otro lugar y ver cómo podemos incorporar en nuestra discusión cultural esas fuentes que solemos negar, rechazar, que no solemos recibir como son nuestras fuentes populares, como son las vidas urbanas de nuestras ciudades; cómo hablamos de las historias que ocurren allí, cómo nos sensibilizamos también a esos repertorios culturales y estéticos que tienen que ver con lenguajes callejeros, que tienen que ver con lenguajes fuera de las academias, con lenguajes que pueden en algún momento cuestionar y señalar cierta rigidez de la cultura más académica. Creo que Venezuela tiene una gran tarea pendiente, que es reconciliarse con esos lenguajes, tomarlos y entenderlos desde la complejidad y la sensibilidad que ellos requieren”.
La discusión sobre el término veneco que propone la canción de Rawayana es solo la superficie de un fenómeno cultural mucho más profundo relacionado con el presente cultural venezolano y sus raíces históricas. “No es solo Rawayana, no es solo Danny Ocean con ‘Venequia’, es un país entero volcado en reentenderse culturalmente”. Para el crítico es una oportunidad para cuestionar, distorsionar y replantear la identidad como venezolanos pensando en el presente contemporáneo del país. “Un país que tiene una importante cantidad de su población fuera de sus fronteras y a la que ya no le interesa entenderse desde la bandera, el escudo, el arpa, el cuatro y las maracas, sino que también toman nuevos elementos, dejan unos atrás, se replantea otros. ¿Puede ser veneco o veneca una oportunidad para recibir esas influencias que no hemos recibido?, ¿puede ser una oportunidad para reentender una venezolanidad desde unos espacios que se resistan a la tradición y la identidad tradicional, pero que abracen de nuevo valores importantísimos y valores que están pendientes para la cultura venezolana como aceptar sus raíces afrovenezolanas, aceptar su cultura popular y su cultura urbana y las manifestaciones que no necesariamente provienen de la clase media, de la clase alta caraqueña? Yo creo que sí y esto es una demostración, además de una manera muy traducida, potabilizada en lo que hace Rawayana para que justamente se transforme en un producto de consumo masivo, pero que conserva en sí también esas partes que no nos gustan tanto, esas tradiciones, esas raíces complejas que pudiésemos empezar a investigar, que pudiésemos empezar a abrazar y que son una gran oportunidad para reentender el país”.
A mi me gusta Rawayana pero al tío hate no.
Aquí una pequeña discusión entorno al tema “Veneka” pasando por la era de las minitecas de los 80s. @ColombetPedro pic.twitter.com/djpAuI1TMb— Victor y Pablo Escalona (@victorypabloesc) October 28, 2024
Para Torrivilla también es necesario aprovechar este momento de discusión que ha generado “Veneka” para darle visibilidad a las demás manifestaciones culturales que incluye la canción como, por ejemplo, el raptor house. “Una de las grandes oportunidades que también acaba de revelar esta canción es que volvamos a recordar una de las grandes manifestaciones culturales que es la electrónica venezolana, el raptor house que hace DJ Baba y que tiene más de 15 o 20 años de carrera e investigación y que es reconocido internacionalmente como una de las representaciones más sofisticadas de nuestra música contemporánea. Pero que todavía en Venezuela vemos con recelo (…) Debemos insistir ante los medios, desde la crítica, desde esa misma discusión, en aprovechar este momento de visibilidad para que se abracen estas otras manifestaciones que el mismo producto cultural oculta. Es decir, aquí estamos viendo solo la superficie. Para generar esa resignificación, ese cambio, debemos visibilizar esas raíces, esos conflictos no dichos, además de replantearnos ese ‘somos venezolanos’. Porque nuestros productos culturales y, en esto el arte contemporáneo o el arte y las prácticas más experimentales tienen mucho que decir, tienen una gran potencia, que es que materializan también de nuevo una forma de ser venezolano”.
En la discusión que ha generado la canción “Veneka”, Torrivilla destaca que es importante reflexionar sobre por qué solemos consumir de manera más universal y menos conflictiva las referencias de la electrónica venezolana cuando es una banda como Rawayana quien las pone en escena. “Qué es lo que nos hace resistirnos a eso, qué incomoda todavía de esos códigos de esas manifestaciones culturales que tiene que venir una banda con las características de Rawayana para que sea cómodo para nosotros bailarlos, disfrutarlos, consumirlos. Para que sea cómodo apropiarlo, habitarlo, gozarlo. Más que señalar a la gente, porque ese no es el lugar de la crítica cultural, decirte no disfrutes lo que estás disfrutando, sino decir por qué si estoy disfrutando tanto esto, no puedo disfrutar estas otras cosas”.
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El crítico cultural considera que el debate que rodea la canción, al ser tan polarizado, ha hecho que muchos olviden que es posible cambiar de opinión y que la música, en sus diferentes manifestaciones, es un gusto adquirido. En ese sentido, desea que a partir de ahora para muchos la música de, por ejemplo, DJ Baba o DJ Yirvin fuera un gusto adquirido de cada vez más venezolanos. “Por qué necesitamos que se empaquete de esta manera tan vistosa para que lo consumiéramos. Es una pregunta importante porque a veces nos da un poco de miedo, por nuestra historia reciente, hablar de las diferencias de clases, que en Venezuela siguen existiendo. Esos entrecruces entre razas, clases y entre los bagajes culturales de cada uno generan choques, muy contemporáneos, muy reales, en la Venezuela limitada por sus fronteras territoriales y en la Venezuela que está fuera de sus fronteras territoriales. Entonces, cómo hacemos para empezar a pensar en eso, no porque sea una tarea que me pongan en la escuela, sino porque es mi realidad de vida y porque tiene que ver con mi deseo, con lo que me hace bailar, con lo que me hace reír, para entenderlo como parte de mi cultura y para a construirlo también como parte de las áreas de las identidades múltiples que me gusta habitar”, dice.
El crítico cultural insiste en que es importante no ver el término veneco como una identidad, sino como un espacio que pueden cohabitar las distintas expresiones de la venezolanidad, la Venequia que plantea Danny Ocean, un lugar al que se puede ir a ser más o menos veneco. “Creo que conviene más, es lo que me interesa de una palabra como veneco, empezar a entenderla como un área de significado sensible. Si en vez de entender el término veneco como una identidad cerrada, que es lo que la gente está buscando con el debate en redes, que significa lo malandro y lo malo de los venezolanos, lo entendemos como esta área sensible, un laguito en el que podemos ir cada uno a chapotear y ser un poco venecos o menos venecos; un área de aproximación que empieza justamente a invitarnos a que nos acerquemos a un espejo de cosas que nos incomodan, podremos invitar a los venezolanos más tradicionales a buscarse sus lentes oscuros y bailar un rato una palabra que les incomoda, como veneca. Así nos acercamos y lo tomamos como una oportunidad para la solidaridad, para ver en el espejo al otro estereotipo de venezolanos. Tomemos esta idea de la venequitud como ese espacio que podemos habitar de acuerdo a los intereses de cada uno”.
Así nos sentimos con Veneka. pic.twitter.com/NdxqOBGnMF
— El Fake Post (@elfakepost) October 21, 2024
Sobre el uso de veneco como ofensa, Torrivilla comenta que es difícil controlar que se siga empleando para referirse de forma despectiva a los migrantes o, incluso, como insulto entre los propios venezolanos, pero, independientemente de su uso, el término está abriendo un espacio para aquellos venezolanos que no se identifican con identidades tradicionales de lo que significa ser venezolano. “Vamos a tener que empezar a entender cómo se abren o no esos espacios, que ya se están abriendo naturalmente, que están empezando a ser habitados por venezolanos y venezolanas que han migrado o por venezolanos y venezolanas que no se identifican con ciertas cosas de la identidad tradicional. Para ellos, la palabra veneco puede ser está gran oportunidad de reconstruir esa venezolanidad con la que tenían conflictos, que no les interesaba, desde un lugar reivindicativo; sin embargo, también habrá personas tradicionales para las que veneco sea todavía un fantasma, un insulto o un miedo increíble de no querer parecerse a esos venezolanos que hoy le ponen dulce de leche a la arepa o confunden la arepa con el taco. Entonces, más que un deber ser, se trata de un posicionamiento que es más libre de lo que creemos”.
Torrivilla quiere que el término veneco sea visto como una oportunidad para comenzar a entender de manera más compleja la identidad de venezolano y para descubrir y explorar esas raíces ocultas, muchas veces marginadas de la venezolanidad, como la herencia afrovenezolana, las manifestaciones populares o la cultura que se produce en los barrios. “El término veneco es esa área de sentido que nos puede permitir encontrar espacios donde, desde la resistencia a una venezolanidad tradicional, encontremos un deseo de pertenecer a una venezolanidad donde quepan estas otras manifestaciones que no han encontrado lugares. Que sea una oportunidad para celebrar y bailar, pero también para empezar a buscar en esas ideas”.
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