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El efecto Pollyanna (II)

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John Thain / Foto: Laurent Gillieron/Keystone/epa

 

I

Por allá por el año 1969, los psicólogos Boucher y Osgood publicaron su hipótesis de Pollyanna afirmando que existe una tendencia humana universal de comunicarse utilizando palabras evaluativamente positivas con mayor frecuencia y diversidad que palabras evaluativamente negativas (The Pollyanna Hypothesis. Journal of Verbal Learning & Verbal Behavior, 8(1), 1–8, 1969).

Más tarde, en 1978, los también psicólogos Margaret Matlin y David Stang usaron el arquetipo de Pollyanna para describir un fenómeno que observaron en muchas personas: un sesgo de positividad, en particular cuando miramos al pasado, aunque se extiende a muchas otras situaciones. Así acuñaron el “principio de Pollyanna” (The Pollyanna Principle. Selectivity in Language, Memory, and Thought. Cambridge, MA: Schenkman, 1978).

El principio de Pollyanna afirma que solemos dar prioridad a los acontecimientos agradables sobre los desagradables. Matlin y Stang notaron que ese sesgo se expresa en diferentes contextos, como cuando evitamos mirar imágenes desagradables que puedan perturbarnos o cuando compartimos más las buenas noticias que las malas.

Tres años después que Matlin y Stang publicaron su trabajo, vino el de Herbert Hildebrandt y Richard Snyder (ambos de origen alemán) titulado «La hipótesis de Pollyanna en la redacción de textos de negocios: resultados iniciales y sugerencias para la investigación» (The Pollyanna Hypothesis in Business Writing: Initial Results, Suggestions for Research. Journal of Business Communication 18(1): 5-15, 1981). 

En su trabajo, Hildebrandt y Snyder analizaron tres hipótesis: la primera fue que, independientemente de los años financieramente buenos o malos de una empresa, la comunicación, en las cartas anuales a los accionistas, era predominantemente positiva; la segunda, que las palabras negativas son menos frecuentes en un año financieramente bueno que en un año malo; y la tercera, que los lectores alemanes también tienden a aceptar las mismas palabras positivas preferidas que los norteamericanos. Estas tres hipótesis fueron corroboradas después de ver 12 cartas anuales a los accionistas en 1975 y 12 cartas en 1977.

II

Para ilustrar un aspecto controversial del Efecto Pollyanna expongo siempre el ejemplo de John Thain (1955–presente, 69 años) quien fue designado para sustituir al defenestrado CEO de Merril Lynch Stanley O’Neal (1951–presente, 73 años) por allá por el 14 de noviembre de 2007. Thain escribio la carta a los accionistas y firmó la Memoria Anual de Merril Lynch del año 2007, ambos documentos publicados simultáneamente en febrero de 2008, lo que quiere decir que Thain conocía la situación financiera de Merril Lynch. A pesar de tal situación, la carta a los accionistas de Thain exhibe un grado de optimismo de 7 sobre 10 cuando se le realiza un análisis de sentimiento. En palabras más llanas, en su carta a los accionistas, Thain luce optimista.

Para diciembre de 2007 y según lo reflejó en la mencionada memoria, la pérdida en operaciones continuas de Merrill Lynch fue de 8.637 millones de dólares mientras que, durante tres años seguidos (2005, 2006 y 2007) sus operaciones no generaron efectivo. Stanley O’Neal había conducido a Merril Lynch a la quiebra.

Como consecuencia de la caída de valor de su activo y el subsecuente derrumbe del precio de su acción en el mercado, Merril Lynch fue vendida al Banco de América en septiembre de 2008 a razón de 0,8595 acciones ordinarias de Bank of América por cada acción ordinaria de Merrill Lynch, unos 50.000 millones de dólares estadounidenses o 29 dólares por acción. Este precio representó una prima del 70,1% sobre el precio de cierre del 12 de septiembre de 2008, pero un descuento del 61% respecto de su precio de septiembre de 2007.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo descrito en los dos párrafos precedentes y con relación al tema de Pollyanna, ¿qué hacía a John Thain tan optimista?, ¿era su optimismo un elemento más de su carácter? 

Una -de varias- conjeturas es que el optimismo de Thain estaba perfectamente alineado con sus intereses. En palabras más llanas, Thain era optimista porque le interesaba serlo.

Al incorporarse a Merrill Lynch, Thain recibió una bonificación, solamente por firmar, de 15 millones de dólares. En medio de la crisis ya evidenciada, Merril Lynch anunció que Thain recibiría al menos 50 millones de dólares al año y que podría cobrar hasta 120 millones de dólares al año, según el precio de las acciones de la empresa. 

Según Associated Press, Thain fue uno de los ejecutivos mejor pagados de las empresas del S&P 500 en 2007. Detallando su remuneración de inicio en Merril Lynch, Thain ganó una compensación total de 83,8 millones de dólares, que incluía un salario base de 750.000 dólares, una bonificación en efectivo de 15 millones de dólares, una concesión de acciones de 33 millones de dólares y una concesión de opciones de 35 millones de dólares.

Más aún, con Merril Lynch arrojando pérdidas mil millonarias, lo primero que hizo Thain al pisar la oficina de Stanley O’Neal, en noviembre de 2007, fue remodelarla y allí gastó 1,2 millones de dólares a cuenta de Merril Lynch.

La decisión de Thain, al ojo de la opinión pública norteamericana, fue ampliamente considerada como un error de juicio. La percepción pública fue que Thain estaba más preocupado por su propio confort y estatus que por el bienestar de la empresa y sus empleados. Este incidente contribuyó a erosionar la confianza en su liderazgo y fue uno de los factores que llevaron a su eventual salida de Merrill Lynch pues solo estuvo allí 24 meses.

Es importante señalar que la decisión posterior de Thain de reembolsar el dinero gastado en la remodelación no revirtió el daño ya causado a su reputación. El gesto fue visto como un intento de mitigar las críticas y demostrar “algún” grado de responsabilidad.

Una conclusión -a ojito- es que sin problemas mentales como la depresión y con dinero en el bolsillo, o con las posibilidades de ganarlo ya aseguradas, o a tiro de mingo, no resulta difícil ser optimista. 

En mi próximo artículo, la semana que viene, estaré analizando, desde la perspectiva del Efecto Pollyanna con un análisis de sentimiento incluido, la carta a los accionistas de un presidente ejecutivo venezolano, carta que antecede a la Memoria Anual de la empresa, fechada en diciembre de 2022, aquel famoso año en que Venezuela “se arregló”.

 

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