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Este domingo 27 de octubre el ciclo electoral de este año en América Latina tiene un episodio más, que puede ser el último si todo se resuelve en la primera vuelta de las elecciones uruguayas. El Salvador, Panamá, República Dominicana, México y Venezuela antecedieron a esta pequeña nación del cono sur del continente, similar en tamaño a nuestro estado Amazonas, que recuperó su democracia en 1985.

Conocida como la “Suiza de América” desde principios del siglo pasado, Uruguay padeció una dictadura cívico-militar por más de una década a partir de 1973. Pero ahora, después de medio siglo, disfruta de la economía más sólida de la región que crecerá este año 3,2% según las estimaciones del Banco Mundial, gracias a sus exportaciones y el incremento del consumo privado. La sociedad uruguaya tiene un alto ingreso per cápita y la clase media más grande, en términos relativos, de toda la región.

Tras 15 años de gobiernos del Frente Amplio, organización política creada en 1971, que reúne partidos de izquierda y centro izquierda, Uruguay viró en 2019 hacia una coalición de centroderecha encabezada por Luis Lacalle Pou, su actual presidente, que termina el mandato con un rango de aceptación alrededor del 50%. Sin embargo, ese apoyo no se traduce en términos similares hacia los partidos de la coalición y sus candidatos para este domingo. En Uruguay en esta primera consulta popular compiten hasta once fórmulas presidenciales.

Todas las encuestas dan ganador al Frente Amplio, representado por la candidatura de Yamandú Orsi, de 57 años, docente de historia en secundaria, militante del Movimiento de Participación Popular, que aún lidera José Mujica y que fue creado por exmiembros de la guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. 

El MPP se integró al Frente Amplio en 1989 y desde entonces se insertó cada vez más en la política formal a la vez que sufría desprendimientos de sus sectores más radicales. Mujica ejerció la presidencia de Uruguay entre 2010 y 2015 y se consolidó con un símbolo de la izquierda latinoamericana, con sus modos particulares de hablar y de vivir, alejado de la pompa que suele acompañar, por desgracia, el ejercicio del poder.

La duda de este primer careo electoral es si será necesaria la segunda vuelta, porque Orsi supera en intención de voto por más de veinte puntos a Álvaro Delgado, del partido Nacional, un veterinario de 55 años que fue secretario de la presidencia de Lacallle Pou hasta diciembre, cuando dejó el cargo para dedicarse de lleno a la candidatura. La decisión está en manos de los aún indecisos.

A pesar de la buena imagen de Lacalle Pou y de la solidez económica, los uruguayos quieren más. Les preocupa, en general, la inseguridad y temas de corrupción, que siendo más visibles de lo que fueron, no guardan comparación alguna con, por ejemplo, la realidad venezolana.

En la mayoría de los procesos electorales realizados en la región este año el oficialismo se hizo con la victoria, con la excepción de Panamá y el escándalo monstruoso de nuestro país. Sea cual sea la suerte de los partidarios de Lacalle Pou y su coalición, la política exterior uruguaya ha sido consecuente y solidaria con el pueblo venezolano y el respeto a su soberanía y así es justo reconocerlo. Con la posible vuelta del Frente Amplio al poder, una presumible tibieza, al menos, marcará el discurso oficial.

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