Hace cinco años que la española Irene Vallejo publicó el exitoso ensayo El infinito en un junco, «un insólito cúmulo de causas perdidas», dice, cuya promoción frenará el próximo año para acometer otra obra que tiene «bastante perfilada» y versará, cuenta a EFE, sobre «la relación entre creatividad, salud y humanidades».
Embarcada en una promoción incesante e internacional, Vallejo -«estoy viviendo una experiencia que nadie me garantiza que pueda tener en otra ocasión en la vida»- explica que tiene «muchas notas y la idea bastante perfilada» para su próximo trabajo.
«Me interesa la relación entre creatividad, salud y humanidades, un terreno que desde la pandemia ha tomado mucho cuerpo», remarca la filóloga, que tiene en mente frenar sus viajes y concentrarse en la escritura a partir del año que viene para analizar «cómo se conectan las ideas con la forma en la que afrontamos las fragilidades», remarca.
Será la vuelta de Irene Vallejo a este tipo de escritura, tras unos años volcada en artículos y promociones después de El Infinito en un junco, el ensayo sobre la historia del libro que acabó convertido en una bomba traducida a 25 idiomas y que cuenta, solo en su editorial española, con 51 ediciones, y con 1,2 millones de ejemplares vendidos en el mundo.
Para la escritora, se trata de un libro «insensato» que escribió como «despedida» a un mundo que amaba y casi sin esperanza de publicarlo.
Lo empezó cuando su hijo nació con graves problemas y durante cinco años estuvo en la incubadora. «Mi vida se había hecho añicos y yo trataba de afianzar cada día una salud mental tambaleante», relata.
Este niño está en el centro de la creación literaria de Vallejo, y a él estaba destinado otro libro que Siruela acaba de editar, El inventor de viajes, basado en las Historias verdaderas, de Luciano de Samósata. La escritora le regaló la obra a su hijo, que ahora tiene diez años, cuando nació. «Fue una manera de darle una bienvenida al mundo de la mejor forma que sé hacer», argumenta.
Gracias a ello, se ha reencontrado con la literatura infantil y juvenil, y ha recreado su pasión por la tradición oral y el cuento.
«Quería darle el tono de los cuentos que me contaba mi madre antes de dormir. Eran las mil y una noches de los libros, tejidas con personajes que no eran normalmente los protagonistas de la historia», dice la escritora, que deja claro que «este libro no habría existido en otro contexto, y sobre todo sin la sanidad pública que cuidó de mi hijo».
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