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La terquedad infinita de María Corina Machado

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Ilustración: Juan Diego Avendaño

 

La revolución venezolana tiene cara conocida. Es la de un pueblo que, desde su independencia, ha tratado de establecer un modelo de sociedad en el que todos puedan disfrutar la libertad y satisfacer sus necesidades. Eso permitiría a cada uno desarrollar su personalidad, objetivo del bien común. La búsqueda de libertad y de justicia ha sido permanente, a veces con el sacrificio de aquella o esta. En ocasiones, ha estado a punto de alcanzar los niveles de desarrollo que sustentan ambas aspiraciones, pero distintos factores se han interpuesto. Ahora, bajo la conducción de una mujer, intenta de nuevo iniciar el proceso.      

En su discurso de aceptación del premio nobel (1982), Gabriel García Márquez hizo de la “terquedad sin fin” de “hombres alucinados y mujeres históricas” una de las características de “esa patria inmensa que es la América Latina”. Aunque de aquellos mencionó a varios, no se atrevió a nombrar ninguna de éstas. Las dio por conocidas:  Juana de México, Micaela del Cusco, Manuela de Quito, Gabriela de Chile, Débora de Medellín, Eva de Argentina o las Mirabal de Santo Domingo, entre otras. Como aquellas (reales o míticas) convertidas en historia viva: doña Bárbara del Apure, Frida o sus retratos de Coyoacán, doña Flor de Bahía, Úrsula Iguarán de Aracataca. Fueron protagonistas en procesos que trascendieron tiempos o lugares: los del encuentro inicial, la creación de naciones, la fundación de estados, la modernización de sociedades, el reconocimiento de derechos y libertades en sistemas modernos y justos. Todavía hoy, tercamente siguen intentándolo.

Aquel gran colombiano – que vivió en Caracas –  no conoció a María Corina Machado. Pero, le hubiera inspirado un personaje de gran fuerza. Porque en la lideresa venezolana se confunden varias virtudes. Y, especialmente, el de la lealtad a los principios y valores, que puede confundirse con terquedad en la voluntad de defenderlos o de recuperarlos. Esa que la impulsó a levantarse de su asiento en la Asamblea Nacional, ante el asombro de todos, el 13 de enero de 2012, para interpelar al caudillo y acusarlo de robar. La misma que sostuvo con tenacidad ante los dirigentes de la oposición, en marzo pasado, la inconveniencia de postular un candidato en tratos con el usurpador. De “dura”, la califican algunos. Pero es comportamiento que aprecian los ciudadanos que reclaman cambios. Tras sus intensas luchas es el personaje central de esta hora excepcional cuando parece comenzar una nueva etapa en la historia venezolana.

Esa fortaleza de espíritu viene de lejos. Pero, contrariamente a conseja repetida, no es heredera de los “amos del valle”, aunque por su abuela paterna está emparentada con familias de tradición (Blanco y Tovar), de papeles estelares en los inicios republicanos. La influencia mayor proviene, en verdad, de sus raíces portuguesas. ¿Quién – preguntaba Luis de Camoës (Os Lusíadas) – “portugués siendo, y por ningún respeto, quiera su reino ver sujeto?”. Son emprendedores y constantes, luchadores que no abandonan sus tareas. Los Machado provienen de Angostura, donde su antepasado lusitano se asentó en 1795. Sus descendientes se distinguieron en las filas patriotas y luego en el gobierno de la Provincia.  El abuelo (Henrique Machado), se vinculó con familias de Caracas. El padre Henrique Machado Zuloaga fue fundador de empresas (notablemente SIVENSA). El otro abuelo, Carlos Parisca, adelantado laboralista y la madre, Corina Parisca, campeona de tenis, con actuación internacional, le sembraron ideas sociales.

Como muchos de los jóvenes venezolanos de su generación – nacidos en tiempo de la consolidación democrática y llegados a la edad adulta al despertar de la frustración – María Corina Machado no se acercó temprano a la actividad política. Más bien creció “prevenida” para tomar ese camino: hizo la primaria y el bachillerato en la Academia Merici (de Caracas), del legado de Santa Angela Merici (ursulinas), cuyo lema es ya un programa: servir a los demás. Siguió un internado en un prestigioso colegio de Wellesley (Massachusetts). Allí perfeccionó su inglés y conoció la sociedad americana. Obtuvo grado de ingeniería industrial en la Universidad Católica Andrés Bello, que completó con una especialización en finanzas en el Instituto de estudios superiores de administración (IESA). Aunque parecía preparada para cumplir funciones en las empresas familiares, su destino sería otro, porque también le habían inculcado que debía ser factor de cambio y progreso en Venezuela.

Cuando se dedicaba a tareas humanitarias (el cuidado de niños en situación de vulnerabilidad en la fundación “Atenea” desde 1993 y a mejorar las posibilidades de niños y adolescentes en la fundación “Oportunitas”, desde 1998), la historia la llamó. Se requería fortalecer las fuerzas democráticas en lucha contra las pretensiones de Hugo Chávez para imponer un estado socialista. Pero, no se acercó a los partidos tradicionales, a pesar de los vínculos familiares con sus fundadores. En realidad, en 2002 junto a Alejandro Platz fundó “Sumate”, una organización destinada a promover la participación ciudadana y preparar técnicamente a activistas voluntarios. Coordinó, superando las trabas puestas por los órganos estatales, la recolección de firmas (3.448.747) para obligar a convocar un referéndum revocatorio de H. Chávez en 2004.  Por eso, se intentó enjuiciar a sus directivos en 2006, aunque se alegó haber recibido recursos de una institución norteamericana (NED) que promueve iniciativas democráticas.

Después de su elección a la Asamblea Nacional en 2010 (con la más alta votación nacional), MCM fundó en 2012 “Vente Venezuela”, que define como partido liberal de centro (“el único no socialista” del país, afirma) que propone el libre mercado y el capitalismo popular: “queremos un país de propietarios, una sociedad de emprendedores” explicó a R. Giusti (EN, 2.1.2012). Está afiliado a Red Liberal de América Latina. Tiene diferencias de fondo con los grupos conservadores (especialmente en materia social); y denuncia la persistencia de factores que alientan nuestros males: estatismo, populismo, rentismo, militarismo. Aunque el cne negó la inscripción del partido y la contraloría nacional decretó (contra disposiciones constitucionales) su inhabilitación política (julio 2015), dedicó los años siguientes a extender la organización en toda la geografía y preparar sus cuadros dirigentes. Tuvo éxito: en las primarias de 2022 emergió como el primer partido de la oposición: 2.253.825 votos (92,35%).

La voluntad de resistencia y superación tuvo su prueba definitiva en la encrucijada de 2024. Se negó su candidatura, pero se presentó a las primarias y logró gran triunfo. Después, cuando el organismo electoral (designado para controlar su avance) rechazó su inscripción, propuso nueva alternativa unitaria, gestión que debió repetir. Luego, el régimen pretendió entorpecer el desarrollo de la campaña de la oposición. MCM pareció haber previsto todos los obstáculos (que venció): persecución contra los miembros de su equipo (muchos ahora presos o “resguardados”), imposibilidad de acceso a los medios, prohibición de utilizar transporte aéreo, represión contra quien le prestara servicios esenciales, cierre de carreteras o espacios. Llegó a todas partes: a pie, en moto, en canoa. Al final respondió al fraude con pruebas irrefutables y denunció a sus autores. Contó con multitud de colaboradores y con miles de testigos en las mesas electorales (con riesgo de cárcel o exilio).

No le fue fácil. Ella misma ha confesado: “me ha tocado romper paradigmas, vencer resistencias y prejuicios” (mujer, educada, con fortuna, de carácter). Sabe, como recordó Elías Pino Iturrieta (en entrevista de televisión), que nunca una mujer ocupó el lugar principal en la política venezolana. Pero, ella se siente llamada para cumplir esa misión en el momento “más penumbroso de la república”. Creyente, de fe cierta, asegura: “Vamos de la mano de Dios, que nadie lo dude”. Su lucha tiene, pues, un sostén espiritual. Ha sido coherente y persistente. Ha mantenido sus posiciones, especialmente frente al poder. Jamás ha cedido. Ahora, también, ha sabido conectar con la gente y, especialmente – lo destaca León Hernández (Comunicación, Centro Gumilla) –  vincular “la necesidad del cambio con el dolor del pueblo” por la separación familiar (provocada por la emigración). Representa el reencuentro: “devuelveme a mis padres”, “tráeme a mi familia” le piden en todas partes.

Toda persona, en sus circunstancias individuales y sociales, es expresión de un tiempo; y a cada una se exige cierta participación en el conjunto. Unas la asumen, otras no: reclama renuncias y sacrificios. En su caso, María Corina Machado ha aceptado el papel que la historia parece haberle asignado: conducir la nación hacia la recuperación de la democracia, limpia de sus errores, cuyas bases han de adaptarse a las transformaciones globales. Esa tarea debió cumplirse décadas atrás, cuando se manifestaron tendencias nocivas recurrentes. Ahora, de urgencia absoluta, requiere el esfuerzo de todos. Habrá tiempo después para el debate de partidos.

X: @JesusRondonN

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