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Las flores negras de un México sangriento  

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Cuando el boato ceremonial descorchaba el champagne por la juramentación de Claudia Sheinbaum Pardo como nueva presidenta de México. El alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, era brutalmente asesinado. En las afueras de un hotel cerca de la  vía que conduce hacia Tixtla fue hallado su cuerpo decapitado colocado en el asiento delantero- cubierto por una sábana- de una camioneta, mientras su cabeza fue puesta en el techo. La horripilante escena fue profusamente exhibida en las redes sociales levantando un mundo de conjeturas. Sobre todo cuando el funcionario era de los pocos candidatos opositores que había logrado derrotar al gobierno en toda la República. Solo tenía seis días en el cargo. Tres días antes fue ultimado Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, secretario del Ayuntamiento de Chilpancingo. Como es fácil inferir, fue una vendetta en contra de funcionarios que prometieron hacerle frente a los poderosos carteles del crimen organizado. Con este lamentable suceso ya son casi 300.000 ciudadanos asesinados en el sexenio como primer mandatario nacional de Andrés Manuel López Obrador. Fue la entrega de testigo al nuevo gobierno. Semejantes cifras son únicas en el planeta, demostrando que la nación es un gran escenario de narcotráfico y bandas que actúan con absoluta impunidad ante la interesadísima y oportunísima ceguera gubernamental. Es una sociedad altamente violenta, con capítulos brutales a diario. No solamente es lo que ejercen las bandas. El crimen también se manifiesta en hechos intrafamiliares de gran repercusión. Según algunas estadísticas de organismos especializados, La violencia psicológica es la que presentó mayor prevalencia (51,6 %), seguida de la violencia sexual (49,7 %), la violencia física (34,7 %) y la violencia económica, patrimonial y/ o discriminación (27,4 %). Son variables que unidas a la pobreza, la corrupción judicial y la falta de un Estado que defienda al hogar como epicentro de la sociedad conllevan fortalecer esta indeseable situación. La Organización de Naciones Unidas ha catalogado a México como uno de los países más violentos del mundo. Asimismo, el Índice de Paz Global del año 2023 refleja un pronunciado crecimiento en estos niveles. 

La postura de la administración de Andrés Manuel López Obrador de tibieza frente al crimen organizado fue público y notorio. Ante los hechos violentos en Culiacán, en donde conminó a las facciones  de «Los Chapitos» y  la gente de Ismael «el Mayo» Zambada a dirimir las diferencias en paz. ¿Es decir que al proponerlo acepta que allí el gobierno no tiene injerencia?  ¿Acaso la decisión final está en manos de factores de asesinos que causan terror?  Acusó a Estados Unidos de ser el responsable de la violencia en Sinaloa por haber capturado a un peligroso narcotraficante que buscaron durante cincuenta años. ¿Por qué López Obrador lo prefería suelto? Otro de sus absurdos fue cuando asumió el poder el 1º de diciembre de 2018, en donde señaló que cambiaría los balazos de la fuerza de seguridad combatiendo al crimen con abrazos. Prácticamente, desarmó a los organismos. Aquella errática política convirtió a México en un jardín de muerte. Siempre tuvo mano de seda con los forajidos. Hizo fuertes críticas al expresidente Felipe Calderón por combatirlos. Esa incongruencia las tomaron los maleantes como un permiso para proseguir por la senda oscura. Una nación con niveles de desigualdad social y extrema pobreza que son reflejadas por los estudios de mayor fiabilidad. La corrupción en todos los órdenes es de las peores del mundo. Un Estado envuelto en crímenes y escándalos casi a diario. Lo que es incomprensible es que, a pesar de lo descrito, Andrés Manuel López Obrador haya gozado de un respaldo abrumador. Es mucho el dinero del narcotráfico que compra conciencias y modela a la opinión pública. Podría decirse sin riesgos de errarle a la sentencia. 

Acaba de asumir la presidencia de México la catedrática Claudia Sheinbaum. Es una mujer con gran formación académica, siendo igualmente un hito histórico. Es la primera mujer que gobernará a una República en donde las oportunidades para ellas casi siempre estaban reservadas para la servidumbre. Un compromiso mayúsculo con una nación que espera lograr una mayor suma de felicidad posible. Hemos escuchado su discurso en la proclamación. Fue denso, con un buen manejo de las prioridades. Lo que cuestionamos es  su excesivo y laudatorio estado de sumisión al expresidente López Obrador. Se atrevió a compararlo con el primer mandatario Lázaro Cárdenas del Río. Aquel fue un visionario que impulsó el crecimiento de la nación hasta lograr recortar la brecha entre ricos y pobres. Sus políticas agrarias significaron grandes avances. Logró la expropiación petrolera manejada por diecisiete empresas extranjeras. El hidrocarburo pasó a ser operado por México. Son hechos que no pueden asemejarse con ningún otro mandatario azteca. Otro detalle es que sus primeras acciones son un calco de las políticas llevadas a cabo por su jefe político. Ella debe tener independencia de criterio, aunque es lógico que puedan coincidir por razones ideológicas. Sin embargo, es indispensable que tenga autonomía de pensamiento y decisiones. De lo contrario sería una especie de Andrés Manuel López Obrador con camisón. 

@alecambero

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