“La sola lección de moral que conviene a la infancia y la que más importancia tiene en todas las edades es la de no causar ningún mal a nadie”.
Emilio o De la educación. Jean Jacques Rousseau
El desarrollo de una sociedad está estrechamente vinculado a la cultura. Donde hay ciudadanos mayoritariamente bien educados con bases morales, se procurará en ellos la inclinación al comportamiento ético.
Teniendo la educación en el hogar como estandarte, la función educativa en dicha dirección, esta contribuirá a tener como producto inevitable el progreso de un país o colectividad específica. Lo primero es la educación familiar, muy diferenciada de la académica; ya con ello se logra un avance importante en la construcción positiva de una sociedad. El respeto por el otro es el principio de toda esa infraestructura social más o menos ideal. A partir de ello se desprendería cualquier otra regulación para armonizar a ese cuerpo social que cada vez tiende más a su complejidad en cuanto a las interacciones de quienes lo componen.
El apoyo a cualquier propuesta de conducción política opuesta a la anterior debe ser vista como potencial amenaza para la paz social, que no es la paz impuesta o interpretada como ejercicio de dominación, sino más bien como una manifestación espontánea de todos aquellos que hacen parte de esa organización humana. A partir del mencionado ejercicio doméstico empleado por la ciudadanía, ella generará a futuro los anticuerpos que evitarán el empoderamiento o elección de dirigentes con características distintas que los represente, procurando de esa manera experimentar en procesos culturizadores desviados.
La actitud democrática denota una pertenencia educativa y cultural distinguida y notable en el hombre, cuyas repercusiones, una vez inicia su roce social desde las primeras edades y con la salida al mundo, a participar con independencia y a solas en entornos desconocidos, donde si no existe un mínimo de respeto entre los hombres, pudiera ocurrir: o la asimilación (adaptación de la conducta a su entorno), o el aislamiento, que pudiera ocurrir, en el mejor de los casos, con individuos de similares características culturales. Ahora bien, desde época reciente se ha desechado la idea del individuo con cultura o inculto. Tales sistemas de pensamiento han sido sustituidos por esquemas culturales positivos o negativos. Si volvemos la mirada a los fenómenos políticos y sus consecuencias, podemos afirmar que la democracia ya no es un producto de un proceso culturizador; la democracia es cultura, pero aquella que anteriormente he mencionado como de rasgos positivos, con grandes matices de tolerancia y respeto al derecho ajeno.
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