Llevo un mes en Barcelona, España, visitando a mi hija menor. Tenía un año sin venir y me ha impresionado ver a cantidades de jóvenes (también adultos, pero no tantos) apoyando a Palestina. Usan la kufiya. Pintan las paredes con eslóganes a favor de los palestinos. Paralelamente a ese apoyo, hay un antisemitismo y un odio hacia Israel que, a casi 80 años del fin del Holocausto, para los pelos de punta. Puedo entender el apoyo a Palestina. Ciertamente muchos palestinos han sido también víctimas de Hamás. Pero también hay palestinos -por la razón que sea, miedo, colaboracionismo, identificación con su causa- que los han apoyado.
Quienes atacaron el 7 de octubre del año pasado fueron los terroristas de Hamás. Israel, con toda razón, respondió al ataque. ¿O es que alguien en su sano juicio pensó que lo que procedía era quedarse de brazos cruzados?… Durante este año, Hezbolá se unió a los ataques. Ahora es Irán. Israel tiene la capacidad bélica y preparación humana para no permitir un nuevo Holocausto. Y responde y responderá con toda su fuerza.
Las corrientes antisemitas, los grupos neonazis y fascistoides, los fanatismos religiosos y las tendencias a exacerbar los nacionalismos a ultranza son los ingredientes perfectos para que el siglo XXI se convierta en otro siglo de genocidios, e igualar así el triste récord del siglo anterior. ¿Por qué, teniendo casos tan recientes, las causas parecen incrementarse, en vez de desaparecer?… ¿Es que los pueblos son desmemoriados, o no aprenden con la experiencia de los demás?…
He conocido a varios sobrevivientes del Holocausto. En particular, tuve una bella y sólida relación de amistad con Trudy Spira. «Sigue escribiendo para que la gente no se olvide de lo que pasó… para que no pase nunca más», me dijo muchas veces. Otros me dijeron, palabras más, palabras menos, lo mismo.
El lema de la Fundación para la Memoria del Holocausto de Argentina es: «No queremos que la historia pase. Queremos que sea memoria para el futuro». En una conferencia en esa fundación el 7 de agosto de 2002, el Dr. David Bankier, miembro del Yad Vashem (el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá), habló sobre las diferencias entre recuerdo y memoria. Recuerdo, dijo, son las experiencias personales. Memoria es la representación colectiva que de esos recuerdos individuales tienen los pueblos. Para que haya memoria tiene que haber recuerdos contados, recontados y vueltos a contar.
Los jóvenes deben estudiar los genocidios del siglo XX en toda su macabra dimensión y con toda la crudeza de su horrenda realidad. Si se les hace repetir como loritos que en la Alemania nazi hubo 11 millones de muertos, 6 de ellos judíos, en la Unión Soviética 20 millones de asesinatos, la mayoría bajo el régimen de Stalin, o que Mao Tse Tung dejó en la China la friolera de entre 30 y 55 millones de bajas, casi todas durante el «Gran Salto Adelante», no se está construyendo memoria. Los jóvenes de hoy, que manejan tanta información, tienen que conocer y transmitir estos horrores para que no vuelvan a suceder.
En Auschwitz, cuando llegaron los soviéticos a liberar el campo, sólo 7.000 sobrevivieron de una cifra que rondó en varios millones de seres inocentes. Que sus recuerdos sean para siempre memoria de la Humanidad, para que estos genocidios no vuelvan a suceder. ¡Nunca jamás!
@cjaimesb
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