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El ataque final de Israel (Contexto y consecuencias)

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Imagen: Archivo

 

Al cumplirse un año del ataque del 7 de octubre de 2023, que inició esta etapa final del conflicto político regional, que enfrenta a Israel con los grupos palestinos desde 1948, con Hezbolá (Líbano) desde 1982, con la República Islámica de Irán desde 1979, como los principales actores político-militares de este conflicto, sin ignorar el aporte militar de otras milicias o las posiciones muy críticas o muy hostiles de algunos países que han demostrado claramente sus posiciones ideológicas, debemos llegar a las siguientes apreciaciones: 

Para el gobierno de Israel, se le presentan 2 escenarios con enormes consecuencias políticas globales, a las cuales deberá elegir en los próximos días o semanas, como son la búsqueda de una victoria parcial o una victoria total contra la República Islámica de Irán. 

Veamos a continuación: 

I.- Victoria parcial

En este escenario político, lo mínimo que puede aspirar el gobierno israelí, es la derrota militar total de Hamás y Hezbolá, lo que implica la ocupación militar de Gaza y el sur del Líbano, para asegurar una sensación de seguridad a la población israelí y de paso, intimidar a los palestinos de Cisjordania, demostrándoles lo que les acontecería, si se les ocurriese pasar a una rebelión abierta contra Israel, que derivaría en la aniquilación física de todo su liderazgo institucional (véase caso Hamás & Hezbolá), seguido de la destrucción de sus infraestructuras físicas vitales. 

En esta situación, se produce una situación inevitable en mi opinión, que termina en la búsqueda por parte del gobierno de Netanyahu de la destrucción del programa atómico iraní, para así eliminar la amenaza estratégica fundamental que pesa sobre el Estado de Israel, referente a la posesión de armas de destrucción masiva por parte de sus enemigos existenciales.

Sería una gran derrota política para Israel, que este conflicto termine sin lograr este objetivo,  lo que no entienden mucho de los activistas políticos, que piden desesperadamente la paz inmediata por razones humanitarias, sin ver el trasfondo político y militar de toda la problemática regional en cuestión.

Así como Hezbolá no calculó las consecuencias políticas de apoyar a Hamás que hoy día, apuntan a la destrucción orgánica de su brazo militar y si ocurre la intervención política y militar solicitada por Netanyahu a los otros factores políticos libaneses (cristianos, drusos y sunitas), llevará a su destrucción político-institucional, igualmente de la misma manera, los Hutíes de Yemen pueden encontrar su fin, si la guerra contra la navegación comercial en el mar Rojo, deriva en un bloqueo riguroso de sus suministros militares, sumada a una intervención militar occidental e israelí desde  mar y aire, sumada a una nueva intervención militar de Arabia Saudita y demás reinos árabes desde el este y el norte de su territorio, aprovechando el descalabro que implicaría la falta de apoyo militar iraní.

La gran enseñanza política militar de esta tragedia es que los países no pueden permitir que sus enemigos se fortalezcan militarmente, hasta el nivel de infligir daños irreparables. Por ello, los ataques devastadores en el Líbano, para destruir a Hezbolá que es mucho más fuerte que Hamás, por lo cual un ataque tipo 7 de octubre hubiera sido mucho más costoso para Israel, en términos especulativos de “decenas de miles de muertos”, que hoy en día, son la población flotante que evacuó la frontera norte de Israel. 

Por ello, la idea de un ataque atómico desde Irán hacia Israel, es una posibilidad que ya no es tolerable para el liderazgo militar y político israelí, que conoce muy bien la situación vivida por la República de Corea (Corea del Sur) y Estados Unidos a principios de los años 90 del siglo pasado, cuando se negaron a ir a la guerra contra la República Popular democrática Corea (Corea Norte ) para detener su programa atómico y ahora tienen que enfrentar la amenaza atómica de los norcoreanos de manera permanente. 

Las consecuencias de “castrar” atómicamente a Irán, son muy graves para dicho país que perdería la posibilidad de ser una amenaza real para el Estado de Israel (que se estima que si tiene 80-90 cabezas atómicas), perdiendo décadas de enormes inversiones financieras en instalaciones militares y tecnológicas, creando una situación de inseguridad nacional total dentro de sus fronteras, ante los ataques de las fuerzas militares de Israel.

II.- Victoria total

En este escenario, Israel buscaría la desarticulación política del gobierno de Irán para producir un cambio de régimen, que abandone la activa política exterior de apoyo a los grupos militantes chiitas y sus gobiernos, lo que implica ponerlos a manos de sus enemigos, especialmente la República Árabe Siria a manos de Israel y Turquía y Yemen a manos de Arabia Saudita, abandonando de paso todo su programa atómico y realineándose políticamente con los gobiernos occidentales, abandonando a la Federación Rusa y la República Popular China en sus alianzas geopolíticas occidentales.

No es para nada una casualidad, la reaparición de los medios de comunicación del hijo del último Sha de Irán, con la intención de restaurar dicha dinastía, cuya familia fue una gran aliada de los países occidentales.

Esta demás decir, que este objetivo implica una enorme derrota geopolítica para los gobiernos enemigos de los países occidentales, puesto que desaparecería en forma total, toda amenaza sobre la extracción y transporte de petróleo y gas natural de la zona (el gobierno Hutí de Yemen sería aplastado, sin ninguna duda), lo que llevaría a una realineación incluso de la OPEP para no caer en la mira de amenazas estratégicas de Occidente.

En este panorama, el blanco militar evidente es la destrucción física del liderazgo militar iraní, en unas proporciones parecidas a las acontecidas en el Líbano, por el grupo Hezbolá, a objeto de favorecer una rebelión militar y política, que entregue al hipotético gobierno sustituto la infraestructura militar industrial, la industria petrolera y las instalaciones atómicas para ponerlas al servicio o alianza con Estados Unidos e Israel, que las ajustarían de la forma más conveniente y menos amenazante para sus intereses de seguridad nacional y competencia económica con la República Popular China.

Este panorama puede tener múltiples combinaciones, pero lo cierto es que está muy influenciado por la necesidad política israelí de complacer a las planificaciones políticas del partido Demócrata de Estados Unidos, que no admite ninguna situación que pueda llevar a perder las elecciones presidenciales de noviembre de 2024, como un aumento exponencial de los precio de combustibles y productos por una crisis de suministros petroleros.  

Esta variable es la verdadera causa del retraso en la respuesta militar israelí, que depende del apoyo estadounidense para sostener su campaña militar a gran escala.

Queda un mes para las elecciones… ya veremos qué postura estratégica asumirá el gobierno de Israel.

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