«Desprovistos de alas y de penacho, los caracteres mediocres son incapaces de volar hacia una cumbre… Su vida es perpetua complicidad con la ajena. Son hueste mercenaria del primer hombre firme que sepa unirlos a su yugo. Atraviesan el mundo cuidando su sombra e ignorando su personalidad…Su amorfa estructura los obliga a borrarse en una raza, en un pueblo, en un partido, en una secta, en una bandería: siempre a embadurnarse de otros. Apuntalan todas las doctrinas y prejuicios consolidados a través de siglos…en su rodar aguas abajo no hay mérito, es simple incapacidad de nadar aguas arriba… Carecen de luz, de arrojo, de fuego, de emoción. Todo es, en ellos, prestado».
José Ingenieros – El hombre mediocre
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Las recientes declaraciones de Héctor Rodríguez, en las cuales reconoce el enorme déficit de educadores que hay en el país en todos los niveles, han resultado unas infelices y despreciables palabras, precedidas del llamado que Nicolás Maduro hizo a los docentes para que regresen a las aulas. Actúan como si ambos no tuvieran nada que ver con la destrucción integral que nos afecta profundamente, en la cual tanto la deserción estudiantil como profesional son los primeros indicadores que han llevado a la praxis más sublime de un Estado-nación hasta la indigencia educativa.
En efecto, lo único que le ha faltado a los susodichos miembros de la cúpula hegemónica del poder es decir que los docentes han sido unos irresponsables o apátridas por abandonar sus espacios de trabajos, donde una inmensa mayoría ha emigrado y otros sobreviven en labores distintas para las cuales fueron formados en las universidades con el fin de expandir una educación que situaba a Venezuela dentro de las más importantes del continente en términos de pedagogía, conocimiento, investigación y extensión.
Y es que en lo que fue un conjunto de sandeces, Héctor Rodríguez también se atrevió a decir, secundando a Nicolás Maduro, con una deformación lingüística sin escrúpulos que determina la pérdida de vergüenza de un régimen, que los docentes retirados por haber cumplido sus tiempos de servicios podrán regresar «sin perder sus derechos de jubilación».
O sea, que el «ministro», de profesión abogado, quien debería conocer mejor las leyes, aunque demuestre su más absoluta ignorancia educativa, le dice a los docentes jubilados, palabras más o menos: «Nosotros sabemos que el madurismo jamás les ha pagado sus prestaciones sociales, y si lo hizo fue con salarios de 3 dólares al mes para que luego de 30 años de servicios pudieran hacer un mercado; también sabemos que ustedes sobreviven con pensiones de 130 bolívares al mes, y que en la misma medida, los dejamos sin atención médica pública y les eliminamos las pólizas de hospitalización y cirugía». En otras palabras, esos serían los «beneficios de jubilación» que garantizaría Héctor Rodríguez a quienes decidan volver a las aulas, a planteles que en su mayoría tienen la infraestructura destruida, que carecen de servicios públicos – agua y electricidad – y en cuyas ruinas hablar de comedores, laboratorios, espacios culturales o deportivos, o algo fundamental como Internet es una historia de ficción.
Por si lo anterior fuera poco, Héctor Rodríguez intenta seguir engañando a un país y la comunidad educativa cuando lanza entre semejantes exabruptos: «Acompáñenme a cambiar todo lo que tiene que ser cambiado, a acabar con la inercia burocrática que tiene este ministerio». {1}
Es decir, que para Héctor Rodríguez durante la gestión de sus homólogos -Aristóbulo Istúriz, Elías Jaua, Yelitze Santaella- y por supuesto, la de él mismo cuando fue «ministro» la primera vez, esa «inercia burocrática» no existía, habría sido creada por el «imperialismo» o por los docentes que de manera forzada han emigrado o abandonaron la educación, cuando la única realidad es que esa inercia comenzó cuando empezaron a graduar dizque «docentes» en cuatro semanas en eso que llamaron «chamba juvenil», o en su defecto, «educadores», sin formación pedagógica y de conocimientos amplios y sólidos en el quehacer de las áreas de especialización, porque lo que hicieron las llamadas universidades «revolucionarias» – no sin antes quitarles los presupuestos a las universidades autónomas – fue formar individuos leales al madurismo con una perversa formación ideológica, que jamás les permitiría ser educadores.
En Venezuela, donde hace mucho tiempo no se publican cifras oficiales desde más de una década por parte del llamado Instituto Nacional de Estadística (INE), solo nos queda apelar con nuestros propios registros, que en nada concuerdan con lo que puedan decir voceros «educativos» del madurismo, porque la realidad es que luego de más de 7,7 millones de emigrantes, la población escolar de planteles públicos no supera los 6 millones de estudiantes en inicial, básica y bachillerato, mientras que los docentes solo quedarían alrededor de 175.000 en todo el país, y más grave, sería que después que la matricula universitaria de las instituciones autónomas en las carreras de educación superaban los 120 mil estudiantes – hace 10 años -, hoy escasamente habría 15% de lo que una vez fue ese universo de formación académica en las ciencias pedagógicas y educativas.
La «inercia burocrática» de Héctor Rodríguez lo ha dejado como un individuo sin mínimas capacidades y conocimientos al frente del Ministerio de Educación. Es simple. El madurismo solo es hambre, miseria, pobreza, deserción y emigración. El madurismo con su «inercia burocrática» es la destrucción de la educación y de Venezuela.
@vivassantanaj_
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