Cumplido un año de la guerra em Oriente Medio nos encontramos ante una potencial escalada irreversible. Israel se enfrenta en cuatro frentes directos y la amenaza de que Irán entre abiertamente en el conflicto es inminente.
Excepto a un izquierdismo recalcitrante y contradictorio (en el caso de España se trata de aquella izquierda que nació financiada por Irán y hoy ocupan posiciones en el Gobierno imposible pero cierto de Pedro Sánchez) el resto conocemos que Israel se enfrenta a una amenaza mortal, para ellos y para el conjunto de Occidente.
El plan maestro de Irán era y es claro: sus objetivos, a medio plazo, son destruir Israel, dominar el mundo árabe, socavar a Occidente y volver a convertirse en una potencia imperial. Un nuevo imperio persa.
El régimen de los ayatolás está empleando una estrategia de tres niveles:
En primer lugar, intenta disponer de armas nucleares para neutralizar la supremacía estratégica de Israel.
En segundo lugar, Irán está fabricando armamento convencional avanzado –cohetes, misiles de crucero, aviones no tripulados– para poder reducir la ventaja tecnológica de Estados Unidos, Israel y otros aliados.
Por último, Irán ha rodeado Israel, desde hace un año, con un anillo de bases desde el que sus representantes terroristas, ayudados por sus propias fuerzas, hostigan directamente al Estado judío. Por el momento, Irán utiliza estas bases de forma defensiva pero una vez que la República Islámica obtenga la potencia nuclear que pretende u otras capacidades militares podría pasar a la ofensiva.
Los planes maestros de Hamás y Hezbolá también están claros: su objetivo común es convertir a Israel en una especie de Vietnam del Sur en la década de 1960, creando la percepción de que Israel es poco más que un débil cliente de Washington, poniendo a la opinión pública estadounidense en su contra.
Desacreditar al Estado hebreo es lo que el líder de Hamás, Yahya Sinwar, está buscando a costa de sacrificar a la población civil de la franja de Gaza, algo que está haciendo activamente. Según las últimas informaciones de The New York Times el líder de Hamás aguarda ya a la espera de una guerra mayor, según han filtrado funcionarios de Inteligencia de EE.UU., Sinwar ha endurecido su actitud en las últimas semanas y los negociadores estadounidenses descartan que Hamás tenga la más mínima intención de llegar a ningún acuerdo con Israel.
La campaña terrestre israelí contra Hezbolá ha logrado que el grupo armado no haya lanzado ningún contraataque importante contra Israel. Funcionarios israelíes y estadounidenses afirman que Israel ya ha destruido la mitad del arsenal de la milicia y ha matado, como sabemos, a un gran número de sus líderes y mandos operativos.
La actual incapacidad de Hezbolá o Irán para dañar significativamente a Israel, hasta ahora, es un indicador del error de cálculo que Sinwar y sus patrocinadores cometieron cuando, hace un año, lanzaron la razia del 7 de octubre, que fue una de las masacres más horribles perpetradas contra los judíos, desde la Segunda Guerra Mundial.
Ante esto la ceguera histórica del izquierdismo y su máquinas de propaganda auspiciada por un conjunto de potencias autoritarias (Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China) movilizan hacia un nuevo antisemitismo que busca presentar a Israel como el villano del panorama internacional, en lugar de comprender que son Hamás, Hezbolá, las milicias yihadistas de Siria e Irak o los hutíes del Yemen quienes actúan con el apoyo de los imperios más agresivos de la actualidad.
En lugar de ver la lucha de Israel como un equivalente a la lucha ucraniana contra Rusia, la guerra en Gaza es vista como una segunda guerra de Vietnam, otra guerra de Argelia, o una lucha por preservar el apartheid en Sudáfrica. Siendo, posiblemente, la guerra más justa de la historia de Israel es vista (por la telaraña ideológica de la izquierda) como brutal y despiadada. Es percibida como una batalla entre un Goliat israelí y un David palestino, demostrando que no entienden (o no quieren ver) el auténtico Goliat de Irán y sus socios en Moscú y Pekín.
Esta última fase el conflicto, la lucha en el Líbano y el ataque con misiles balísticos de Irán contra Israel pone de manifiesto este hecho fundamental: en esta guerra Irán fue su instigador, iniciador y sustentador. Es la República Islámica y sus aliados quienes han abierto todos los frentes.
Por eso, la oportunidad creada por el reciente y asombroso éxito de Israel no debe desperdiciarse. La nueva toma de conciencia sobre la esencia en el actual drama regional no debe olvidarse. Al comenzar el segundo año de guerra, Israel y sus aliados deben aprovechar la ventaja antes de que Irán pueda convertirse en una fuerza nuclear o aumentar sus capacidades militares.
Deben provocar un cambio estratégico que asegure el futuro de Israel y fomente la estabilidad a largo plazo en Oriente Medio, pero esta guerra no es fácil y no tiene un fin próximo, con una imprevisibilidad de escalada muy de temer.
El reto que tiene por delante Israel es demasiado grande para que lo afronte por sí solo. Al igual que el Reino Unido en la década de 1940, cuando Winston Churchill hubo de dar un paso adelante tras lograr sacar sus fuerzas expedicionarias de las playas de Dunkerque, Israel se encuentra hoy luchando solo y rodeado de enemigos mortales que ponen en peligro su libertad.
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