No recuerdo un instante de vida consciente en la mía, algún momento en el cual no percibiese algo formidable y reflexionara al respecto. Cuando sólo tenía 6 años experimentaba sensaciones propias de los adultos. No lo digo en broma. Ello me convertiría [rápido] en un niño, púber, adolescente y hombre mayor propenso a sufrir depresiones. Casi nada me agradaba e impelía a personas cercanas explicar lo imposible.
Que fuere proclive perseguir lo macabro para adentrar sus entrañas fue mezcla de curiosidad y fuga de espectro. Eso he sido durante toda mi existencia, difícil e innecesario ocultarlo. Me movía de un lugar hacia otro con rapidez, tras seres de otro mundo, con un lápiz y carpetita de hojas blancas para registrar las características de aquellas criaturas que jamás me dejarían en paz.
Inicié la escritura de mi novela Combustión presa de infinitos tormentos que no podían conmigo ni yo con ellos. Soy mi presidio sin purgar condena por causas abominables. Crecí y viajé, conocí, escuché, hice silencio y discerní verticalmente. Estuve y todavía, no seré sino un recuerdo en la cavidad craneana de alguien conforme a cuanto el futuro depara a cada individuo. Mi inteligencia y alma son mis únicos pertrechos en el frente de una guerra que no declaré a nadie: de esta u otras dimensiones.
Resigné una noche escuchándome dictar una clase magistral en una «lengua muerta» que nunca imaginé conocer. Miré hacia delante y la muchedumbre parecía descifrar mis códigos fonéticos y lexemas. Una entidad me impulsaba romper vínculos familiares para trasladarme. Ya era una especie de planeta que igual rotaba en un sistema solar inasible. Un escritor con ideas filosóficas, hacedor de presuntas ficciones impresas en un libro (1) en el cual estoy por largo tiempo ya [percipi daemonium].
El año 1978, hallándome cómodamente instalado en la Universidad de los Andes, recibí una misiva de un intelectual mayor y famoso que me invitaría presentarme en la Universidad Simón Bolívar. Lo hice por placer y devoción por el mundo de quienes inventan historias o redactan poemas. Mi anfitrión había sido rayado sobre el Techo de la Ballena: https://icaa.mfah.org/s/es/item/1142155 y me platicó respecto a su «taller de literatura» (2) y el hábito de sus discípulos de dar status de magma a lo que llamaban «cadáveres exquisitos» (3) que a mí no plugo jamás pero elegí no enmendar.
Han transcurrido los años y la mayoría de mis amistades del Ámbito Cultural ha escindido, tiene rango extinto. Escribí libros de relatos, novelas, poemas y pensamientos. Fui director de un Taller de Cuento y Periodismo de Opinión, para el Vicerrectorado Académico de la Universidad de los Andes, hoy inmersa en una piscina llena con formaldehído.
NOTAS.-
(1)
(2)
https://www.viceversa-mag.com/los-talleres-literarios-en-la-formacion-de-la-literatura-venezolana/
(3)
https://www.educ.ar/Dinamico/UnidadHtml/obtenerSitio?rec_id=90993
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