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Las 27 palabras más raras (y bellas) del español, una por cada letra del abecedario

«Bibliopola», «garambaina», «macarelo» o «sopitipando» son solo algunos mínimos ejemplos de la enorme riqueza de la lengua española
Por El Debate
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La lengua española es tan rica que su vocabulario es casi insondable como el mar. Es casi imposible que alguien conozca todas las palabras que existen. Los siguientes son ejemplos de algunos términos casi desconocidos en su forma (no en su significado), como algunos de los animales que viven en las profundidades marinas.

El «alcabor» es el «Hueco de la campana del horno o de la chimenea» con la «a». Con la «b» se puede decir «bibliopola». También se puede decir «bibliópola», que es lo mismo que librero. Un «camandulero» es un «Hipócrita, astuto, embustero y bellaco», según la RAE. Con la «d» está «dómine», la maravillosa palabra que ya casi no se puede decir por la inexistencia de maestros de gramática latina.

El «esplín» viene del inglés «spleen» que usó Baudelaire. Es melancolía, justo lo que no suele haber en una «francachela», la «Reunión de varias personas para regalarse y divertirse comiendo y bebiendo, en general sin tasa y descomedidamente». Con la «g» está «garambaina», ese «Adorno de mal gusto y superfluo en los vestidos u otras cosas». Le puede seguir «hierofanía», la «Manifestación de lo sagrado en una realidad profana» o «Persona o cosa en la que se manifiesta lo sagrado».

Casi lo contrario a un «inverecundo», el «Que no tiene vergüenza» que es posible, o no, que tampoco tenga «jindama» (miedo), que, a su vez, alguien puede sentir al escuchar el «kirieleisón», el «Canto de los entierros y oficios de difuntos». La «lúnula» podría ser la luna, pero no lo es, aunque se le parece y se emparenta con ella: «Espacio blanquecino semilunar de la raíz de las uñas». Hay que tener cuidado con el «macarelo», el «Hombre pendenciero y camorrista» que no es, precisamente, una «nefelibata»: «Dicho de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad».

Llega la «ñ» de «España», que no es palabra rara y sí bella, antes de la «o» de María o de la «obsecuencia», que es como la amabilidad o la condescendencia. Palabras bonitas como «pezolada», que es la «Porción de hilos sueltos sin tejer que están en los principios y fines de las piezas de paño». «Quesiqués» o la «Cosa que se pregunta difícil de averiguar o de explicar», que no de «rusticar»: «Salir al campo, habitar en él, sea por distracción o recreo, sea por recobrar o fortalecer la salud», dice la RAE, como también dice de tener un «sopitipando» (accidente o desmayo).

La «tendalera» es la «Descompostura y desorden de las cosas que se dejan tendidas por el suelo», la «leonera» coloquial, palabra más «usitada» (que se usa muy frecuentemente), no como «vahaje», el «viento suave», ni como el vetusto «wolframio» de las clases de química, ni por supuesto como la «xenoglosia», el admirado «Don de lenguas», la «yacija», que puede ser una cama pobre y hasta una sepultura, o la «zalagarda», la «Emboscada dispuesta para coger descuidado al enemigo y dar sobre él sin que recele».

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