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Venezuela, crecimiento y expectativas

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Para el cierre del segundo trimestre de 2024, la Encuesta Cualitativa Empresarial de la organización empresarial venezolana Fedecámaras reflejó que las expectativas de crecimiento del sector privado – para finales de este año -, son del 4,2%. Esta cifra muestra una baja, con respecto, a los datos aportados por los líderes gremiales durante los meses de enero, febrero y marzo, los cuales apuntaban a una evolución promedio de más del 8%.

En el mundo económico, la expectativa de crecimiento de un país es un indicador clave que refleja el potencial futuro de su economía. Cuando esta expectativa disminuye, las repercusiones van más allá de un simple ajuste de cifras. Los efectos suelen impactar a todos los sectores, desde los grandes conglomerados empresariales hasta los hogares individuales.

Uno de los primeros efectos de una caída en la expectativa de crecimiento es la disminución de la inversión, tanto interna como externa. Cuando los inversores perciben que la economía de un país no crecerá al ritmo esperado, se vuelven cautelosos. Esto puede llevar a una ralentización en la inversión en proyectos de infraestructura, empresas emergentes, investigación y desarrollo, y otras áreas clave para el desarrollo económico.

Las empresas multinacionales, que dependen de la estabilidad y el crecimiento de las economías donde operan, tienden a desviar sus capitales hacia países más prometedores. Esta reducción de la inversión directa extranjera (IDE) puede frenar la creación de nuevos empleos, disminuir la competitividad del país y retrasar la modernización de sus industrias.

La disminución en las inversiones y en la actividad económica genera una cadena de eventos que afecta directamente al mercado laboral. Las empresas, al percibir un futuro económico incierto, tienden a reducir su plantilla de trabajadores, postergar contrataciones o incluso cerrar operaciones no rentables. Esta situación repercute en las tasas de desempleo y en la economía informal.

Además, la falta de expectativas de crecimiento reduce las oportunidades laborales para los nuevos profesionales que ingresan al mercado, lo que podría incentivar la fuga de talento, con la salida de jóvenes calificados hacia países con mejores perspectivas económicas.

Un crecimiento económico disminuido también repercute directamente en las arcas del Estado. La recaudación fiscal, que depende en gran medida de la actividad económica, tiende a disminuir cuando las expectativas de crecimiento caen. Menos crecimiento significa menos ingresos para las empresas, lo que se traduce en menor recaudación de impuestos y otros gravámenes.

Esto puede obligar a los gobiernos a reducir el gasto público, comprometiendo la inversión en áreas críticas como salud, educación e infraestructura. A largo plazo esto puede derivar también en problemas de sostenibilidad fiscal.

La percepción negativa sobre el futuro económico del país puede llevar a que las agencias de calificación de riesgo bajen la nota crediticia, lo que incrementa los costos de un eventual endeudamiento, que podría ser necesario.

A nivel privado, los bancos también endurecen sus condiciones de crédito, lo que limita el acceso de las empresas y los individuos a financiación, ralentizando aún más el consumo y la inversión.

La confianza en una economía es clave para la estabilidad de su moneda. Cuando las expectativas de crecimiento caen, la moneda de un país tiende a depreciarse frente a otras divisas. Como consecuencia, los productos importados se encarecen.

Una caída en la expectativa de crecimiento no solo afecta el presente, también puede tener repercusiones a largo plazo. La falta de inversión en capital humano, infraestructura y tecnología puede llevar al país a un crecimiento lento en el futuro, postergando la solución a problemas económicos y sociales.

Todo esto representa un desafío tanto para los gobiernos como para el sector privado. La historia ha demostrado que es posible superar estos momentos de incertidumbre mediante estrategias coherentes, una colaboración efectiva entre el sector público y privado, y un enfoque a largo plazo que promueva el desarrollo sostenible.

Los países que logran sobreponerse a estas situaciones suelen implementar reformas estructurales para mejorar la competitividad, diversificar su economía y fomentar la innovación. Sin embargo, estas reformas requieren voluntad política y un consenso social que no siempre es fácil de lograr en tiempos de crisis.

Superar estas situaciones requiere de políticas públicas coherentes y un compromiso con el desarrollo sostenible y equitativo de la economía. En un mundo globalizado, donde las interdependencias económicas son cada vez mayores, mantener una expectativa de crecimiento estable es clave para la prosperidad futura.

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