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Mariana Rondón y Marité Ugas: «Convertimos al miedo en película»

Las cineastas estrenan mundialmente Zafari en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde ganaron la Concha de Oro por Pelo Malo hace 11 años
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Por Janina Pérez Arias

El dúo de cineastas compuesto por la venezolana Mariana Rondón y la peruana Marité Ugas, que crean y ejecutan bajo el sello de Sudaca Films, volvió al Festival Internacional de Cine de San Sebastián 11 años después de haber ganado la Concha de Oro por la producción venezolana Pelo malo.

En la alternancia frente a los mandos, una vez más Rondón asume la dirección. La nueva película se llama Zafari, escrita a cuatro manos con Ugas, y para la cual han reunido a un elenco sobresaliente encabezado por la chilena Daniela Rodríguez y los venezolanos Samantha Castillo, Francisco Denis y Alí Rondón.

Zafari cuenta una historia que si bien resuena, sorprende y demuestra el alto nivel cinematográfico de sus artífices. Esta coproducción entre Perú, Venezuela, México, Francia, Brasil, Chile y República Dominicana, que compite en la sección Horizontes Latinos, gira en torno a una familia de clase media venida a menos por la insostenible situación política y económica.

 

 

Parece que el último privilegio que les queda es la piscina compartida con los otros vecinos de un edificio que se va vaciando poco a poco y que está rodeado de una barriada. Cuando el zoológico adyacente recibe un hipopótamo y le encargan su cuidado a una familia del barrio contiguo, se desencadena una especie de lucha entre los integrantes de ambas familias.

—¿Por qué contar esta historia y hacerlo de una manera tan particular?

—Mariana Rondón: Cuando salimos de Venezuela y nos fuimos a Perú, de repente contábamos historias y en Perú se lo tomaban absolutamente normal. El Perú de los 80 vivió una crisis política y económica muy fuerte, pero al hacer un recorrido por toda Latinoamérica, es una misma crisis, con distintos matices y colores, con distintas tendencias, pero es la crisis recurrente de Latinoamérica. Quisimos hablar de esa tensión latinoamericana, de esas caídas que se producen una y otra vez, de recesiones, de conflictividad, de una sociedad que siempre termina en un lugar límite. Nos planteamos hacer una película con una visión muy de la región, que se tuviera la sensación de que hay algo de toda esta historia que resuena. Y la tensión que genera es porque creo que es algo que está latente todo el tiempo. Decidimos coquetear con todos los géneros cinematográficos, aunque no es una película de género. Partir desde algo que podría ser una comedia, luego una tragicomedia para pasar a algo que puede darte realmente terror.

—Al ser una historia escrita entre las dos, ¿cómo fue el proceso de llegar a lo que querían plantear y cómo lograron ponerse de acuerdo?

—Marité Ugas: Siempre tenemos líneas fuertes de discurso, en este caso esas líneas eran el miedo, el hambre y un conflicto de lo más sencillo posible para poder transmitir estas sensaciones rápidamente, con personajes arquetípicos, la familia A y la familia B, y que se desarrollen estas situaciones en un espacio-tiempo límite. Luego, todo viene de noticias que vimos en 2015 sobre cosas insólitas que estaban sucediendo en los zoológicos de Venezuela.

—Mariana Rondón: Además es un punto de partida  que se ha dado en la historia de la humanidad muchas veces y que lo estábamos llevando al terreno latinoamericano.

 

Mariana Rondón Zafari

 

—En Zafari una familia de clase media venida a menos defiende su último privilegio: la piscina del edificio que se va vaciando poco a poco. ¿Qué importancia tenía para ustedes que todo fuera creíble?

—Marité Ugas: Desde 2015 comenzamos a ver  las ventas de garaje en Venezuela, todo el mundo estaba vendiendo las joyas de la madre, las pertenencias de la abuela. Pero eso no es algo exclusivo de un país, lo hemos vivido en todos lados, pasó mucho en el Perú de los 80, la época en la que yo me fui de mi país y se fue casi toda una masa joven porque se vivía una guerra, un conflicto interno muy cabrón. Los grandes movimientos migratorios de todas las clases sociales han sido transversales en América Latina, y en algún momento nos hemos visto metiendo los recuerdos de la abuela en una cajita, todos tenemos nuestras cajitas.

—Mariana Rondón: Hay una cosa de poder contar con pequeños gestos y detalles, con cosas que son aparentemente sencillas como que un día se va el al agua, otro día la luz, y eso tan chiquito puede ser el germen de una gran tragedia. En aumento puede convertirse en una tragedia cuando se masifica y termina abarcándolo todo. Zafari es como una fábula distópica, no es hiperrealista, no está tratando de decir ‘yo tengo la verdad’. ¡Para nada! Pero está hablando desde un lugar cotidiano y cómo lo cotidiano puede ser distópico.

—A pesar de que le querían dar una identidad latinoamericana, Zafari se siente muy venezolana.

—Mariana Rondón: Uno no puede negar lo que es. Puedes inventarte mil cosas, pero eres de lo que estás construido. Al mismo tiempo desde esos muchos niveles de dramaturgia lo más importante era seguir hablando de la región y hasta del mundo, poder seguir hablando de lo  abarcador y de las consecuencias de las crisis económicas y políticas en los seres humanos, más allá de quién la originó. Si la limitábamos a un solo lugar, no tiene la eficacia de que todo esto puede seguir pasando a todos en todo momento y en cualquier lugar. Era muy importante mantener el equilibrio entre que un venezolano lo sienta como algo suyo, pero que también un peruano, un argentino o un  brasilero lo pudieran sentir así también.

—¿Dónde fue rodada Zafari?

—Marité Ugás: Había una cosa que sí debíamos subrayar y es que el punto de partida era contar una historia casi de terror en un lugar idílico. Para nosotros lo idílico es el Caribe, y  lo encontramos en República Dominicana, ahí es donde filmamos todos los exteriores y el zoológico. Además hicimos casting de hipopótamos (se ríen), y nos quedamos con Francis que está en Santo Domingo. Hicimos el trabajo de conseguir una coproducción para poder filmar en República Dominicana, lo logramos y la mitad de la película está firmada allí. Mientras que los interiores y la parte dura, más bien sórdida de los pasillos, lo hicimos en Perú.

—A la hora de buscar socios para la coproducción, ¿cómo reaccionaba la gente al presentarles este proyecto?.

—Marité Ugás: El guion inmediatamente les enganchó. Cuando empezamos a escribir esta historia sin tener una versión de guión satisfactoria, ya estábamos yendo a encuentros de coproducción, el primero fue acá, en San Sebastián justamente en 2019 en el encuentro de coproducción Europa- Iberoamérica y ahí empezó la gente a leer un argumento pequeño, y muchos pedían participar. Estas películas de carácter independiente normalmente son financiadas por los institutos de cine de cada país, entonces iban entrando en tanto pudieran contar con un fondo público; tomaban el guión y nuestros licencias, la postulaban a sus respectivos fondos y ganaban. Zafari ganó en todos los fondos donde se presentó y eso nos dio también una tremenda confianza.

—Mariana Rodón: No es una gran producción, es una producción pequeña apoyada por muchos.

—¿A qué se debe que Zafari tenga estreno mundial en el Festival de San Sebastián?

—Mariana Rondón: Es una casa conocida y muy querida, también nos quieren. Es una casa a la que puedes regresar con un público que quiere saber de esta historia y que sigue nuestro trabajo.

—A lo largo de los años, ¿cómo han logrado que las ideas de cada una se complementen?

—Ugas: Se basa en el respeto y eso se aprende a los coñazos también. Por lo general coincidimos, pero cuando no, es el respeto siempre hacia la postura del otro y vamos adelante.

—Mariana Rondón: También que al sentir miedo de hacer algo, la otra te diga: ‘No, dale que sí puedes con eso’.

—¿Hubo miedo en Zafari?

—Mariana Rondón: Mucho, mucho. Y la película en sí tiene mucho miedo.

—Marité Ugas: Lo que está sucediendo en ese instante da miedo. Ahora el arte se convierte en un arma peligrosa para lugares intransigentes, los autoritarismos le tienen terror al creador, entonces somos enemigos per se y eso siempre es delicado.

—¿Se tiene que convivir con el miedo, se tiene que luchar en su contra o hay que tomarse al miedo como un acompañante?

—Mariana Rondón: Más bien se debe tomar como lo inevitable, pero no puedes dejar de hacer lo que debes hacer, no puedes dejar de contar lo que tienes que contar. Tienes que poder darle al miedo una forma y nosotros lo que hicimos fue darle a ese miedo una historia, convertimos al miedo en una película.

—Ustedes le han abierto las puertas a muchísimas directoras, a mujeres que han sentido la necesidad también de expresarse a través del cine. ¿Qué le pueden dirían  a la Mariana y a la Marité de hace 30 o 20 años?

—Mariana Rondón: Le diría dale, no pares de trabajar que tiene sentido. Le diría que no hay que rendirse ni por lo que te digan los otros ni por creer que mi idea no es buena, porque si no la pruebas, no vas a saber si sirve o no. Que tienes que llegar hasta el final; es durísimo, es dificilísimo, pero hay que remontar mucho, hay que seguir adelante y seguir intentándolo. Luego creo que lo fundamental de todo esto es tener voz propia porque hacer una película que se parezca a las otras no tiene ningún sentido. Mientras más se parezca a ti mismo es mejor, así te equivoques, así no sea lo que le guste a todo el mundo, porque lo que tiene sentido es que se parezca a ti.

—Marité Ugas: Creo que el bajón y los tiempos duros van a estar presentes siempre porque es parte del proceso creativo, la cosa es poder sobrevivir a ellos, reponerse, pararse, creer en que vale la pena y si sientes que no vale la pena cambiar rápido de rumbo, porque la necedad tampoco es buena.

—¿Qué tanto duele Venezuela vista desde fuera?

—Mariana Rondón: Mucho, mucho. Yo creo que todos nosotros estamos muy heridos, y sin querer ser beligerante, sin querer fraguar batallas y dar peleas, que hay que hacerlo también, la herida es muy grande. La herida es muy grande porque está la ausencia, pero está también el existir porque toda esa gente que se ha ido, que nos hemos ido, esos 8 millones, nos quedamos vacíos, nos quedamos sin identidad, nos tenemos que salir a buscar como podemos. Caminar por una calle de Caracas y conseguirte a tu compañero de clase o a un amigo o hasta un enemigo, es existir; pero salir a una calle en cualquier lugar del mundo y que nadie te conozca y que tú no conozcas a nadie, es un vacío, es un enfrentarte a la nada.

—Marité Ugas: Lo que queremos con Zafari es también invitar a  todo el mundo, pero a los venezolanos en particular, a tener un punto de encuentro no para sufrir y decir ‘qué horrible es el miedo que nos atraviesa’, sino un lugar de reflexión, de vernos reflejados en una situación distópica y exagerada, pero que nos da el chance de conversar entre nosotros.

—Mariana Rondón: Y no dividir el mundo en buenos y malos, aunque haya mucha maldad en muchos. Pero si no nos encontramos, si no nos buscamos rápidamente, si no seguimos existiendo de todas las maneras, nos podemos perder. Entonces lo que más importante es que no dejemos de hablar de nosotros mismos todos los días sin parar, desde cualquier lugar tenemos que seguir hablando de nosotros y de lo que nos pasa.

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