Esta semana ha sido intensa en lo noticioso, fundamentalmente por dos situaciones que se han apropiado de los espacios informativos, tanto los normales como los informales.
Por un lado, los amigos judíos han puesto patas arriba al mundo terrorista y, por extensión, a los “progres”. Con una eficacia, digna de cualquier película de suspenso, se han dedicado a hacer volar a cuanto fanático embatolado se les puso a tiro de buscapersonas, teléfono celular, radio, y cuanto mecanismo de comunicación de la red terrorista del Hezbolá, Hezbollah, o cómo quiera que lo quieran escribir los puristas de la solidaridad, en el Líbano.
No fue un golpe de suerte de un día. No. Fueron tres días, por los momentos, en los que Israel ha vapuleado sin clemencia –como debe ser– al grupo de sabandijas que desde hace largo tiempo se ha dedicado a hostigar de manera criminal a la población civil judía. Sin alharacas, ni promesas vacuas, se limitaron a actuar y los dejaron con las posaderas al aire. Y en el ambiente flota la advertencia de que todavía hay unas cuantas sorpresas, tal vez para ayudarlos a juntarse con las 72 huríes que encontrarán al llegar al infierno.
Es una ola de hechos que todavía siguen y de la que no sabemos su final. Por lo pronto los ángeles solidarios de los terroristas andan punto en boca. Tal vez están a las puertas de una cagantina pensando que a ellos también les pueden detonar sus respectivos cachivaches de comunicación.
Por el otro lado, mi pareja favorita: la caudillo Machado y el presidente González, siguen dándole palos a la piñata Maduro-Cabello-Rodríguez-López. Ya están empezando a dar lástima, de tanto que les han dado y les siguen dando. Es una pena que no puedan repartir mandobles a los zarandajos que todavía andan por ahí dale que te pego con la forma en que se han manejado.
A ver, recua de asnos, ¿cómo se hace para que entiendan que ellos son los capitanes del equipo y que nos están llevando al campeonato? Una de las últimas genialidades de tanto sabihondo que pulula entre la “oposición” afirma algo así como que cuando don Edmundo firmó la bendita carta, no la de Ufemia, en la agencia de celestinaje española… Él no era quien para firmarla puesto que él no tenía la legitimidad de negociar la voluntad ciudadana expresada en las urnas el 28 de julio.
Son casi infinita la sarta de sandeces de similar pelaje que han estado dando la lata por las mentadas redes sociales. Lo cierto es que él firmó lo que la pareja diabólica de los hermanos Rodríguez le impusieron que signara, se montó en su avión y se largó. Los rojitos empezaron a celebrar con gesto sobrancero y aire guachamarón. La alegría les duró lo que un suspiro en un chinchorro.
Para terminar de amargarles la vida sale el comisario Simonovis junto con Erik Prince, fundador de la empresa de mercenarios Blackwater, anunciando que la temporada de caza de los chavistas estaba abierta. La primera respuesta fue de soberbia y altanería. Pero al segundo día empezaron a clamar por la justicia internacional contra lo que no era más que un llamado al magnicidio. Típica conducta del matón envalentonado hasta que aparece quien le da su buen tatequieto y le cierra la jeta con un certero manotazo.
Tengo varias semanas escribiéndolo, y lo mantengo, ganamos y estamos cerca de cobrar. Y van a pagar, así chillen más que un camión cargado de cochinos bajando por la carretera de la Colonia Tovar. Por todo eso, y mucho más que se queda en el tintero, es que a Machado-González y los judíos voy; con ambos estoy.
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