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La inteligencia artificial: entre la suprageocomunicacionalidad y el cosmoestadismo

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«Lo que caracteriza a la inteligencia artificial, más allá de todos los discursos confusos que la rodean y de las centinelas trilladas y eternas sobre el fin del trabajo, los supuestos progresos médicos o la optimización en el funcionamiento de las empresas que muy pronto veríamos consumada, es la extensión de una sistematización que promete aplicarse a todos los segmentos de la vida humana. Cada enunciado automatizado de la verdad está destinado a producir acontecimientos, a que se inicien acciones principalmente con fines mercantiles o utilitaristas, procediendo a una suerte de estimulación artificial e ininterrumpido de lo real (…) Una fantasía tecnocientífica que data de la posguerra se ha convertido hoy en un axioma económico y antropológico que pretende construir una gobernanza indefinidamente dinámica y sin fallas de los asuntos humanos»

Eric Sadin – La inteligencia artificial o el desafío del siglo

 

I ¿Qué es una “inteligencia artificial”?

Intentar definir qué es una “inteligencia artificial” (IA) tiene varios significados. Si vamos a definir estrictamente el nombre, es una nomenclatura gramática empleada por las grandes trasnacionales de la suprageocomunicacionalidad para unificar su principal criterio de consumo de sus programas y plataformas. Es decir, Apple, Microsoft – Windows, Blizzard – X, Alphabet – Google, YouTubeMeta – Facebook, Instagram, WhatsApp – Amazon, Tik Tok, Telegram, entre otras; y todas girando a través de la gigante de la informática, Nvidia, como principal productora de chips o conductores de esa IA que en definitiva, es la que dinamiza el mercado de las telecomunicaciones, y por ende, la columna vertebral de la suprageocomunicacionalidad; lo que equivale a decir, que el nombre no es una razón compleja, sino de estrategia de mercado en la venta de un producto de consumo masivo, que al final sólo está vinculado con respuestas tecnológicas que dependiendo del cómo, cuándo y por qué de las interrogantes, éstas podrán ser distintas o similares, pero para sus creadores, basadas en una “inteligencia”.

No obstante, intentar definir el nombre por ese tipo de respuestas y por sus acciones en el contexto de las neotecnologías, y por ende, los significados y significantes de la suprageocomunicacionalidad, el asunto comienza hacerse más complejo, porque tal nomenclatura, precisamente por sus ambiciones de dominio pensativo, así como de interés económico de las precitadas empresas de las telecomunicaciones y la informática, tendremos que una IA, podrá ser clasificada en el campo de los llamados “chats”, en las cuales destacan la más popular lanzada por OpenAI como ChatGPT, mientras Google lanza Gemini, Microsoft intenta posicionar a Copilot, X crea Grok 2, Meta genera Meta AI, y tenemos otras que se intentan desarrollar con preferencia como Perplexity, ésta última creada sobre la base del talento de uno los ex integrantes de Google. De hecho, Perplexity en varias ocasiones se autodefine como un motor de respuestas; lo que evidencia o corrobora que el nombre de IA aplicado para las computadoras y sus espacios integrales de programas y plataformas, tiene una vinculación de interés suprageocomunicacional que apunta hacia el cosmoestadismo, en este caso, movido por lo económico y financiero.

Por otra parte, la IA ha sido clasificada para las necesidades de los diversos sistemas empresariales y de consumo de la sociedad global; desde lo que pudiéramos llamar la tecnomedicina, neurotecnología, neoingeniería, y todas las plataformas que se emplean para la escritura, imágenes, diseño, videos, música, voz, autonomía en la conducción de vehículos, y otros espacios sobre ambiente, geografía, idiomas, educación, y cuánta necesidad sea posible satisfacer para los ávidos consumidores de las respuestas tecnológicas.

En este contexto, la IA que también ha llegado al mundo de las armas, y que se mueve sigilosamente en ese campo, ha encontrado desde sus vitrinas de suprageocomunicacionalidad, el cómo acceder hasta la (de)construcción del cosmoestadismo, lo que vendría a ser el principio de un nuevo establishment de hegemonía mundial, muy diferente de los Estados que conocemos y en sus tradicionales estructuras políticas.

II Los países neototalitarios no tienen vanguardia del conocimiento de la inteligencia artificial y suprageocomunicacionalidad: el idioma una barrera informática  

Los nuevos estadios del poder van avanzando hacia componentes en los cuales los dueños de perspectivas en los aspectos de la geoglobalidad serán quienes tengan en la praxis el dominio de la suprageocomunicacionalidad y, por ende, estos llevarán hacia el espacio del cosmoestadismo. O sea, que la educación neotecnológica conformará en todos sus niveles la más poderosa estructura de dominio mundial, la cual parte en la creación y desarrollo de los chips como centros en la producción de Nvidia, y cuyas partes son a su vez, los centros de cada software y hardware de las trasnacionales de las telecomunicaciones. 

Así, de nada vale, por ejemplo, a China tener una tecnología de equipos avasallantes en rubros y áreas de tal sector, mientras dependa en su creación de su codiciada Taiwán, sede central de Nvidia  que comienza a desplazarse hacia Japón, y probablemente hacia países árabes como Qatar o Arabia Saudita buscando no sólo fuentes de silicio, sino quedarse con su autonomía de creación informática ante una latente invasión del gigante asiático sobre lo que considera es parte de su territorio; y mientras tanto, desde aguas arriba, Japón también crea posgrados en inteligencia artificial o creación de conductores informáticos; algo que en términos de la educación universitaria, lleva no menos de una generación de formación desde agua abajo, y de la cual carecen los países (neo)totalitarios, porque éstos no tienen en su centro la autonomía del pensar hacia su complejidad (Vivas, 2017), sino que mantienen una educación ideologizada hacia sus sistemas políticos y (seudo)líderes que, no funciona o no tiene las capacidades para crear sistemas industriales de informática capaces de trastocar los desarrollos que se generan desde Apple, Microsoft, Meta, X, Google, You Tube, Amazon, entre otras.

Verbigracia, aunque se vea un enorme desarrollo tecnológico en una nación como China, éste, al igual que Rusia, Corea del Norte o cualquier nación con estatus similar en el ámbito político, tienen un enorme déficit de creación neotecnológica, y máxime de inteligencia artificial, así como de plataformas y programas, esto sin valorar que el idioma universal sigue siendo el inglés; razón por la cual, nada vale aplicar el traductor como herramienta informática, sí el ser humano, quien realiza la operación no tiene dominio oral o escrito del segundo idioma, porque en el fondo, aún la IA, no puede predecir los errores de esa traducción, y porque en definitiva, la escritura asiática para quienes conforman el espacio occidental es de muy difícil aprendizaje por sus connotaciones gramáticas, así que si China quisiera hacia el largo plazo superar esa barrera idiomática, también debería ejecutar amplios esquemas de programación informática cuyos vocablos y enlaces de redes son (de)construidos originalmente en inglés, y después de éste, se encuentra el español, el idioma de máxima comunicación en América Latina.

Es por ello, que la IA en todas sus nomenclaturas, si bien continúa en la praxis siendo una respuesta tecnológica, las naciones neototalitarias como China no tienen, por ahora, y menos en el corto y mediano plazo, posibilidades de alterar la estructura de la suprageocomunicacionalidad, salvo en esquemas de imágenes y videos, caso de Tik Tok, que en vez de intentar expandirse con su nombre original de Douyin, cómo si lo han hecho el resto de las plataformas de la suprageocomunicacionalidad hacia el resto del mundo; es innegable que eso demuestra la inmensa debilidad que representa el idioma para los fines hegemónicos del cosmoestadismo de China y sus similares, que junto con las debilidades de sus componentes educativos ante las complejidades de la informática, son escenarios muy distantes que no pueden superarse hasta que existan otros factores articulados desde la educación; algo que para los sistemas políticos que no son democráticos se convierten en enormes barreras, precisamente por la naturaleza pensativa de imposición de voluntades, algo que también es contrario con la naturaleza de las redes y la suprageocomunicacionalidad cuya naturaleza, es precisamente la democratización del pensamientos y sus alcances en sus entornos políticos, económicos y sociales.

III El cosmoestadismo: un complemento de la suprageocomunicacionalidad ¿Llegará la inteligencia artificial a controlar el poder?

El debate sobre el cómo las empresas trasnacionales de la suprageocomunicacionalidad, hoy definen a la “inteligencia artificial” no es nuevo, y menos es algo que se haya generado recientemente en un contexto donde hasta la palabra digital se originó en la edad media en el plano de la botánica, siendo una planta que pertenece al grupo de las escrofulariáceas. Ante esta realidad, conviene repasar lo planteado por Popper (1993):

Hasta ahora no he dicho nada de un problema que ha sido objeto de un amplio debate, el de si llegará el día en que construyamos una máquina que pueda pensar. Es algo que se ha discutido mucho bajo el título <<¿Pueden pensar las computadoras?>> Diría sin dudarlo un momento que no, a pesar de mi ilimitado respeto hacia A. M. Turing, quien pensaba lo contrario. Quizás podamos enseñar a hablar a un chimpancé (de manera muy rudimentaria). Y si la humanidad sobrevive lo suficiente (…) Han ocurrido ya tantas cosas increíbles, que sería burdo afirmar que esto es imposible. Pero predigo que no podremos construir computadoras electrónicas con experiencia subjetiva consciente.

Como he escrito hace muchos años (1950b)… -al comienzo mismo del debate acerca de las computadoras-, una computadora no es más que un lápiz dignificado. Einstein dijo en una ocasión: <<mi lápiz es más listo que yo>>. (p.232)

Es decir, no sería la autodenominada “inteligencia artificial” la que llegaría a controlar el poder, sino el cosmoestadismo, el cual estaría en manos de una sociedad, si logramos establecer una suprageocomunicacionalidad positivas, que estaría desconcentrada en sus acciones y con ejecuciones de políticas públicas desarrolladas por los ciudadanos; pero que también sería una suprageocomunicacionalidad negativa, si se orienta en manos de los dueños de las grandes trasnacionales de las telecomunicaciones que en la actualidad son los ejes de todo el componente digital; o peor, si la suprageocomunicacionalidad llegara a estar en manos de algún régimen neototalitario, porque con ello, también se llevaría el dominio militar, espacial y el más peligroso de todos conjugado en el factor biológico.

Por lo pronto, la suprageocomunicacionalidad y el cosmoestadismo siguen avanzando de manera separada, pero complementaria como contrastes de la inteligencia artificial. Seguiremos ampliando el tema

@vivassantanaj_


Referencias

Eccles, J. y Popper, K. (1993). El yo y su cerebro. Labor. Barcelona

Sadin, E. (2018). La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical. Caja Negra. Buenos Aires

Vivas, J. (2016). La regeneración del pensar y las texturas del pensamiento generadas por la epistemología de la trans-onto-complejidad. Apeiron. Madrid

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