Las mentiras nos afectan en la familia con amigos y vecinos, y en la vida. Las embustes en las redes y en las relaciones laborales, también.
A pesar de los valores de la verdad —que la mayoría de las culturas promueven— la mentira es un comportamiento común en la vida diaria. Todos, en algún momento, hemos mentido, y la mayoría de nosotros continuará haciéndolo en diferentes grados y contextos. Pero ¿Por qué mentimos? ¿Existen diferentes tipos de mentiras? ¿Son todas las mentiras negativas o destructivas? ¿Quiénes nos mienten?…
Diálogo en sesión de terapia familiar
La familia de Juan Carlos (papá), Cristina (mamá), Eduardo (hijo adolescente) y Estefanía (hija adolescente) está en una sesión de terapia con un psicólogo para hablar sobre las mentiras que han surgido en la familia y también cómo las redes sociales están afectando su dinámica familiar.
Psicólogo: Bien, me alegra que estén todos aquí hoy. El objetivo de esta sesión es hablar sobre las mentiras que están afectando la dinámica familiar. Cristina, tu como mamá, ¿quieres comenzar compartiendo cómo ves la situación?
Cristina: Últimamente siento que hay una falta de honestidad en la casa. Nuestros dos hijos, Eduardo y Estefanía, nos ocultan cosas, especialmente sobre lo que hacen en redes sociales. No sabemos con quién hablan o qué ven, y cuando les preguntamos, nos dan respuestas vagas.
Juan Carlos: Como papá estoy de acuerdo con Cristina. Creo que ambos están siendo reservados y, a veces, directamente nos mienten. El otro día, Eduardo nos dijo que iba a estudiar con amigos, pero descubrimos en su Instagram que estaba en una fiesta.
Eduardo: ¡No fue así! No es que les mienta… solo que si les digo la verdad, se enojan por todo. Entonces prefiero no decirles algunas cosas o decir que estoy haciendo otra cosa para evitar discusiones.
Estefanía: Yo hago lo mismo. A veces es más fácil no decirles todo. No es que quiera mentir, pero siento que nos controlan demasiado. Si contamos todo, se preocupan por cosas pequeñas.
Psicólogo: Es comprensible que ambos, Eduardo y Estefanía, sientan la necesidad de protegerse de lo que ven como posibles reacciones fuertes de sus padres. Sin embargo, ¿cómo creen que esta falta de honestidad está afectando su relación familiar?
Cristina: Me hace sentir que no confían en nosotros como padres, como si estuviéramos desconectados. Me preocupa que si no nos dicen la verdad, algo más grave podría pasar y no estaríamos ahí para ayudar.
Juan Carlos: También siento que están perdiendo la confianza en nosotros como sus padres. Las redes sociales parecen influir mucho en lo que hacen y dicen. Vemos noticias sobre adolescentes que son manipulados en línea, y eso nos preocupa mucho.
Psicólogo: Entiendo la preocupación. Las redes sociales pueden ser una fuente de mentiras no solo entre ustedes, sino también en lo que sus hijos experimentan en línea. Eduardo y Estefanía, ¿creen que las redes sociales los llevan a ocultar más cosas o incluso a mentir sobre quiénes son o lo que hacen?
Estefanía: Sí, a veces siento que tengo que mostrar algo en las redes que no es real. Mis amigos también lo hacen. Todos fingimos un poco, como si nuestras vidas fueran más perfectas de lo que realmente son. Supongo que eso también me afecta en casa.
Eduardo: Para mí es similar. Ves lo que hacen otros, y no quieres quedarte atrás. Si le digo a mis papás lo que estoy haciendo en realidad, se preocupan, y entonces no puedo hacer lo que los demás hacen. Pero sé que no es completamente honesto.
Psicólogo: Lo que mencionan es importante. Las redes sociales pueden fomentar la necesidad de proyectar una imagen idealizada o falsa. Esto no solo afecta cómo se ven a sí mismos, sino también cómo interactúan con su familia. Pero la verdad es que la autenticidad es esencial para mantener una relación sana, tanto en las redes como en casa.
Cristina: Entonces, ¿qué podemos hacer? No quiero que mis hijos sientan que estamos encima de ellos todo el tiempo, pero también necesitamos sentir que nos dicen la verdad.
Juan Carlos: Sí, necesitamos encontrar un equilibrio.
Psicólogo: Una buena estrategia puede ser establecer espacios de conversación donde no haya juicio inmediato, donde puedan contar lo que les preocupa sin sentir que van a ser castigados. Eduardo y Estefanía, si pudieran hablar libremente con sus padres sobre sus redes sociales y sus preocupaciones, ¿creen que eso ayudaría a reducir las mentiras?
Eduardo: Creo que sí. A veces no les contamos cosas porque ya sabemos cómo reaccionarán, pero si pudiéramos hablar sin que se enojen, creo que lo haríamos más.
Estefanía: Estoy de acuerdo. Si supiéramos que podemos contarles cosas sin que nos castiguen enseguida, sería diferente.
Psicólogo: Entonces, parece que lo primero que podemos intentar es mejorar la comunicación, creando un espacio donde puedan compartir sin temor a ser castigados. Los invito a practicar la escucha activa en casa, donde ambos lados pueden expresarse y entenderse mejor. ¿Les parece que podríamos trabajar en esto para mejorar la confianza?
Cristina (mamá): Sí, me gustaría intentarlo.
Juan Carlos (papá): Estoy dispuesto también. Queremos lo mejor para ustedes, pero es importante que confiemos los unos en los otros.
Eduardo (hijo): Creo que podríamos hacerlo. Sería bueno no sentir que tenemos que mentir.
Estefanía (hija): Yo también lo intentaré.
La terapia ayuda a esta familia a reconocer que las mentiras, tanto dentro del hogar como las influidas por las redes sociales, están deteriorando su confianza mutua. A través de la mejora en la comunicación y el establecimiento de un entorno seguro para el diálogo, buscan reducir las mentiras y fortalecer sus relaciones.
¿Qué es una mentira?
La mentira en psicología se refiere a la distorsión consciente de la verdad con la intención de engañar. Es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente. Es decir, una cosa que no es verdad.
Es importante notar que una embuste puede tomar muchas formas: desde las distorsiones sutiles de la realidad, conocidas como “mentiras relativas,” hasta el engaño más elaborado y consciente.
Este fenómeno tiene diferentes matices y niveles, desde mentiras sociales, que buscan mantener la armonía en las interacciones cotidianas, hasta las de alto costo social, como aquellas que pueden dañar seriamente la reputación de alguien. Según estudios lingüísticos y psicológicos, una característica clave de la mentira es la intención de falsear la verdad y la necesidad de mantener coherencia en la narrativa para evitar ser descubierto.
¿Por qué mentimos?
Las razones por las que los seres humanos mienten son tan variadas como las personas mismas. En términos psicológicos, la mentira puede estar motivada por factores internos y externos. Uno de los modelos más amplios que explica por qué mentimos es el modelo de teoría de la autodeterminación, que sugiere que las personas mienten para satisfacer sus necesidades psicológicas básicas de autonomía, competencia y pertenencia.
¿Cuáles son las razones?
Una de las causas más comunes para mentir es la autoprotección para evitar las consecuencias negativas de una verdad inconveniente. Mentimos para protegernos del castigo, del rechazo o del daño a nuestra reputación. Un caso clásico es mentir para evitar ser regañado por un error en el trabajo o en casa.
Otras veces, mentimos para mantener las relaciones, proteger los sentimientos de los demás o para evitar conflictos. Las llamadas “mentiras piadosas” se utilizan para evitar herir a otras personas, como cuando le decimos a alguien que “está bien”, aunque nos moleste algo que ha hecho, porque creemos que la confrontación podría deteriorar aún más la relación.
Las personas también mienten para aumentar el estatus o la autoestima o impresionar a los demás o para mejorar su imagen. Este tipo de mentira a menudo se manifiesta en situaciones sociales, como en entrevistas de trabajo o en redes sociales, donde una imagen mejorada de uno mismo puede tener beneficios tangibles.
Algunos individuos mienten con el objetivo de manipular o controlar a otros. Este tipo de mentira es más deliberada y suele estar asociada a rasgos de personalidad como el narcisismo u otros trastornos psicológicos. En estos casos, la mentira se convierte en una herramienta de poder, utilizada para obtener una ventaja sobre los demás.
Tipos de mentiras
Existen diferentes clasificaciones de las mentiras, que pueden variar según su gravedad, intención o el contexto en el que se producen.
Las mentiras blancas son mentiras consideradas inofensivas o socialmente aceptables. Suelen usarse para evitar pequeños conflictos o para proteger los sentimientos de otros. Casos típicos incluyen decirle a alguien que luce bien cuando en realidad no lo pensamos.
Las mentiras de omisión son aquellas en las que en lugar de decir una falsedad directa, una persona deja de lado información relevante para crear una impresión falsa. Esto es común en situaciones donde compartir toda la verdad podría tener consecuencias negativas.
Las mentiras malintencionadas son las que buscan activamente perjudicar a alguien, ya sea a través de la difamación, la calumnia o el engaño. En muchos casos, estas mentiras son utilizadas para manipular o controlar a otros para beneficio personal.
Las mentiras de autopresentación, como ya mencionamos, se relacionan con el deseo de presentarse de manera más favorable. No necesariamente son dañinas para otros, pero en exceso pueden generar una imagen falsa que afecta las relaciones a largo plazo.
Las mentiras patológicas se presentan cuando las personas desarrollan una tendencia crónica a mentir, incluso cuando no hay una razón aparente para hacerlo. Este comportamiento, conocido como mitomanía, puede estar relacionado con trastornos de la personalidad o problemas psicológicos más profundos.
La ciencia detrás de la mentira
Los estudios sobre la mentira han revelado una serie de factores neurobiológicos y psicológicos que influyen en nuestra capacidad para mentir. Investigaciones realizadas con imágenes de resonancia magnética funcional han demostrado que el acto de mentir involucra la activación de varias áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, que está asociada con la toma de decisiones y el control inhibitorio. En otras palabras, mentir requiere un esfuerzo cognitivo mayor que decir la verdad, ya que implica suprimir la información verdadera mientras se construye una falsa.
Un estudio de la Universidad de Londres mostró que las personas que mienten repetidamente se vuelven cada vez más insensibles a la mentira. La amígdala, una región del cerebro involucrada en la regulación emocional, responde menos cada vez que una persona miente, lo que sugiere que la desensibilización emocional facilita mentir con mayor frecuencia y gravedad: A más mienta una persona más embustes dirá.
¿Son todas las mentiras malas?
En la ética tradicional, la mentira es vista como algo inherentemente malo. Sin embargo, las perspectivas modernas, tanto filosóficas como psicológicas, reconocen que no todas las mentiras son igualmente dañinas y que, en algunos casos, la mentira puede ser un mal necesario. Lo difícil es detectar unas y otras.
El filósofo Immanuel Kant sostenía que la mentira era siempre inmoral, ya que viola la confianza social básica. Sin embargo, otros filósofos, como John Stuart Mill, argumentaron que el valor de una acción, incluida la mentira, debe evaluarse en función de sus consecuencias. Desde esta perspectiva utilitaria, mentir podría ser moralmente aceptable si sus resultados son más beneficiosos que dañinos.
En la vida diaria, la mayoría de las personas acepta que hay situaciones en las que mentir es necesario o al menos justificable. Esto puede incluir mentiras para proteger a alguien del dolor emocional o para evitar conflictos mayores.
Engaños en el amor
Aunque las relaciones de pareja se basan en la confianza mutua, el amor y el respeto, las mentiras pueden surgir por diversas razones desde evitar conflictos hasta la protección de los sentimientos del otro o el mantenimiento de la propia imagen.
Una de las principales razones por las que las personas mienten en su relación amorosa es para evitar herir a su pareja. Un caso es cuando uno podría mentir acerca de su opinión sobre la apariencia física de su pareja o evitar compartir ciertas frustraciones para no causar inseguridades. Las discusiones y los desacuerdos son inevitables en cualquier relación, pero algunas personas prefieren mentir o distorsionar la verdad para evitar problemas, al parecer una solución rápida, pero a largo plazo puede crear un entorno de falta de comunicación honesta.
Las inseguridades juegan un papel importante en muchas mentiras dentro de la pareja.
A menudo, las personas mienten sobre aspectos de sí mismas porque temen ser rechazadas o juzgadas. Esto puede incluir mentir acerca de errores pasados, fracasos o incluso mentir sobre aspectos de la vida cotidiana, como la situación laboral o los ingresos.
En algunos casos, las mentiras en la pareja se utilizan para ocultar comportamientos que podrían amenazar la relación, como una infidelidad o una falta de compromiso emocional o por independencia económica. Las personas que cometen infidelidades a menudo mienten para protegerse a sí mismas, y evitar las consecuencias inmediatas de ser descubiertos o cuando uno de los miembros de la pareja puede sentir que su independencia está en peligro y, como resultado, puede mentir. Esto puede incluir desde decisiones sobre cómo pasar el tiempo libre hasta cuestiones más importantes, como las financieras o laborales.
Igualmente, las mentiras en las parejas pueden ser una forma de manipulación. Un miembro de la pareja puede mentir para controlar el comportamiento o las emociones del otro, ya sea para ganar ventaja en una discusión, obtener algo que desea o simplemente para mantener un control emocional sobre la relación.
Las mentiras en una relación de pareja pueden tomar diferentes formas, desde las más pequeñas e inofensivas hasta las más serias y destructivas. Estas ocurren cuando una persona elige no compartir toda la verdad o deja de lado información vital. En lugar de mentir de manera directa, simplemente se oculta parte de la realidad.
La infidelidad es una de las causas más comunes de las mentiras graves dentro de una relación. Las personas que engañan a sus parejas suelen mentir para ocultar su comportamiento y evitar las consecuencias de ser descubiertos.
Aunque algunas mentiras pueden parecer pequeñas o justificadas en el momento, la acumulación de deshonestidad puede generar efectos destructivos a largo plazo porque provocará la pérdida de la confianza que es la base de cualquier relación sana. Cuando una persona miente y es descubierta, la confianza entre ambos miembros de la pareja entra en bancarrota por definición. La falta de confianza genera inseguridad, celos y miedo en la relación, lo que a menudo lleva a un ciclo de desconfianza mutua. Con el tiempo, las mentiras no solo afectan el tema sobre el que se miente, sino que crean una barrera en la comunicación general, haciendo que otros aspectos de la relación también sufran. En los casos más graves, especialmente cuando se trata de mentiras relacionadas con la infidelidad o la manipulación emocional, las mentiras suelen llevar a la ruptura definitiva de la relación. La falta de confianza, la comunicación rota y el resentimiento acumulado es el campo propicio para que la pareja decida separarse. Los profesionales del comportamiento en las relaciones de pareja recomiendan que, en lugar de recurrir a la mentira, intenten crear un espacio seguro para la comunicación sincera, sin recurrir a la deshonestidad como forma de gestionar los problemas o las emociones.
La mentira familiar
Es un tema tanto cotidiano como complicado. Las familias, uno de los entornos más cercanos e íntimos en los que interactuamos, son escenarios en los que las mentiras pueden surgir por una variedad de razones, desde la protección de los sentimientos hasta la evasión de conflictos o la manipulación. A pesar de la creencia común de que la familia debe ser un espacio de total honestidad, las mentiras son una realidad que todos, en algún momento, hemos vivido.
Una de las razones más frecuentes para mentir en el contexto familiar es evitar herir los sentimientos de los seres queridos. A menudo, los miembros de la familia mienten para proteger a los demás de verdades dolorosas. Tomemos el caso de un hijo que podría ocultar problemas financieros o dificultades personales para no preocupar a sus padres, o los padres pueden suavizar una situación difícil para proteger a sus hijos.
Otra razón común para mentir es evitar discusiones o confrontaciones. Las familias son sistemas complejos en los que la convivencia implica una serie de compromisos y negociaciones. En ocasiones, mentir o decir «medias verdades» puede parecer una solución rápida para evitar peleas o desacuerdos.
En algunas culturas y familias, se valora tanto la armonía familiar que decir la verdad puede ser visto como una amenaza para la estabilidad del hogar. En estos casos, las mentiras, aunque pequeñas, son usadas como una forma de mantener la paz y la cohesión familiar, aun a costa de la autenticidad.
En ocasiones, la mentira dentro de la familia es utilizada como una herramienta de control. Un padre o madre autoritario podría mentir o distorsionar la verdad para mantener el control sobre las decisiones de los hijos. Asimismo, los hijos también pueden manipular a los padres con mentiras para conseguir lo que desean, como más libertad o menos responsabilidad.
Las mentiras también pueden estar impulsadas por inseguridades personales, como el temor a no ser aceptado o a no cumplir con las expectativas de la familia. Como sería que un adolescente mienta sobre su rendimiento escolar porque siente que no cumple con las expectativas de sus padres. De manera similar, un cónyuge podría ocultar problemas en el matrimonio por miedo al rechazo o al juicio.
Tipos de mentiras familiares
Las mentiras piadosas son probablemente las más comunes en las familias. Son mentiritas pequeñas que se dicen con la intención de proteger a otros de la verdad, que podría ser dolorosa o incómoda. Decir que «todo está bien» cuando, en realidad, uno está lidiando con problemas complicados.
Las mentiras por omisión implican ocultar cierta información relevante sin decir algo directamente falso. En lugar de mentir activamente, se deja fuera una parte importante de la verdad. En una familia, esto puede ocurrir cuando un miembro decide no mencionar un problema importante para evitar preocuparlos.
Las embustes para evitar castigos o consecuencias son comunes entre los niños y adolescentes, pero también entre los adultos.
Las exageraciones para proteger la autoestima son más personales y están relacionadas con la imagen propia y el deseo de sentirse valorado dentro del núcleo familiar. Los miembros de la familia pueden distorsionar la verdad para mantener su reputación o para evitar sentirse juzgados.
También están las manipulaciones destructivas que son las más dañinas dentro de una familia, ya que su intención es manipular o controlar a otros. Pueden crear desconfianza, resentimiento y, a largo plazo, rupturas en las relaciones familiares.
Consecuencias de la mentira
Aunque algunas mentiras dentro de la familia pueden parecer inofensivas o necesarias para mantener la paz, todas las mentiras tienen implicaciones. Su impacto en la familia varía según la gravedad de la mentira, la frecuencia con que se emplea y la calidad de las relaciones entre los miembros de la familia. Una de las consecuencias más evidentes es la pérdida de confianza, base de cualquier relación sana, y cuando se rompe, puede ser difícil reconstruirla.
Otro problema, cuando mienten los padres, es que los niños aprenden que mentir es una forma aceptable de manejar los problemas. Esto puede llevar a que los hijos desarrollen patrones de comportamiento deshonestos en otras áreas de su vida, afectando su desarrollo moral y social.
Aunque las mentiras suelen verse como algo negativo, en algunos casos las mentiras piadosas o «blancas» pueden ser necesarias para mantener la armonía familiar en ciertas situaciones. Algunas investigaciones sugieren que la honestidad y la transparencia dentro de las familias contribuyen a relaciones más fuertes y saludables. Aunque no siempre es fácil ser completamente honesto, la comunicación abierta, aun cuando sea difícil, puede fortalecer los lazos familiares a largo plazo. Las familias que logran equilibrar la empatía con la honestidad suelen construir relaciones más fuertes y duraderas.
La mentira en las redes sociales y en la información
En la era digital, las redes sociales han transformado la forma en que accedemos a la información y cómo interactuamos con ella. Sin embargo, este entorno también ha facilitado la propagación de mentiras, desinformación y fake news a una escala sin precedentes. La mentira en las redes sociales es peligrosa porque combina elementos de inmediatez y “viralidad”, permitiendo que la información falsa se difunda rápidamente antes de que pueda ser verificada con gran facilidad de acceso y anonimato. Cualquier persona con una conexión a internet puede crear y difundir contenido, y la falta de supervisión rigurosa en la mayoría de las plataformas, a diferencia de otros medios de comunicación, permite que los usuarios publiquen información falsa sin repercusiones inmediatas. Además, el anonimato reduce la responsabilidad personal, lo que aumenta la probabilidad de que la gente mienta.
Las redes sociales están diseñadas para maximizar la participación del usuario, y los algoritmos que determinan qué contenido aparece en los feeds tienden a priorizar publicaciones que generan más interacción, independientemente de su veracidad. Esto significa que las noticias sensacionalistas o las mentiras que provocan una fuerte respuesta emocional suelen viralizarse más rápido que la información verificada.
Al mismo tiempo, no todas las mentiras en las redes sociales son accidentales. Existen actores que intencionalmente crean y difunden desinformación para influir en la opinión pública o manipular procesos políticos. Casos claros incluyen las campañas de desinformación durante elecciones —como en señalar que en un estado de un país sus habitantes se comen a las mascotas—, así como en los conflictos internacionales.
La desinformación puede profundizar las divisiones sociales y políticas al reforzar creencias existentes y alimentar los sesgos cognitivos incrementando y radicalizando la polarización. De esta manera las personas tienden a interactuar con contenido repetitivo que confirman sus puntos de vista, lo que puede crear burbujas informativas donde las mentiras se perpetúan sin ser cuestionadas.
La proliferación de fake news también erosiona la confianza en las instituciones tradicionales, como los medios de comunicación y los gobiernos. A medida que la gente encuentra información contradictoria en línea, puede volverse escéptica ante fuentes confiables o perder la capacidad de distinguir entre información veraz y falsa
La mentira en las redes sociales ha tenido un impacto directo en temas críticos como la salud pública. Durante la pandemia de COVID-19, la propagación de desinformación sobre vacunas y tratamientos dificultó los esfuerzos de las autoridades para controlar la enfermedad.
La mentira en las redes sociales —el engaño social— plantea uno de los mayores desafíos de nuestra era digital. Aunque las plataformas digitales ofrecen oportunidades para compartir información, también facilitan la difusión de mentiras que pueden tener consecuencias significativas para la sociedad. La solución pasa por mejorar la alfabetización digital, fortalecer la regulación de contenido y fomentar la verificación de información en tiempo real.
La mentira en la guerra
En el contexto de una conflagración, la mentira y la desinformación se han utilizado como herramientas estratégicas durante toda la historia. Estas tácticas, que forman parte de lo que se conoce como «guerra psicológica», tienen como objetivo confundir al enemigo, manipular su percepción de la realidad y desviar su atención para obtener ventajas en el campo de batalla o en el frente político.
La desinformación como estrategia bélica
La divulgación deliberada de información falsa o engañosa es una táctica clave en muchas campañas militares. La finalidad es sembrar confusión, reducir la moral del enemigo y provocar que tomen decisiones erróneas. A menudo, estas tácticas pueden ir acompañadas de operaciones encubiertas, falsificación de comunicaciones, o la creación de situaciones que llevan al enemigo a sacar conclusiones incorrectas.
Un caso notable, durante la II Guerra Mundial, fue cuando los Aliados emplearon desinformación de forma magistral durante la operación conocida como Operación Fortitude, parte del plan más amplio de engaño estratégico antes del desembarco de Normandía en 1944. Los Aliados difundieron información falsa sobre un supuesto ataque que ocurriría en Pas-de-Calais, mientras que el verdadero objetivo era Normandía. Al lograr que los alemanes desviaran sus fuerzas, los Aliados pudieron llevar a cabo su ataque de manera más efectiva.
Mecanismos de uso de la mentira en la guerra
La desinformación, las mentiras y las noticias falsas son omnipresentes en la guerra. Mediante las comunicaciones se envían mensajes o informes falsos que se espera que el enemigo intercepte. Estos mensajes pueden inducir al enemigo a creer con una estratagema que la estrategia o una táctica es otra, como puede ser que el ataque se producirá en un lugar equivocado o en un momento diferente al real.
Las operaciones de engaño visual usan señuelos, como falsos movimientos de tropas, o incluso estructuras falsas para dar la impresión de una actividad militar donde no la hay. Esto obliga al enemigo a redirigir recursos a zonas inofensivas.
En la era moderna, el control de la información en los medios de comunicación se ha convertido en una herramienta poderosa mediante la desinformación mediática. Durante conflictos contemporáneos, los gobiernos y las fuerzas armadas pueden utilizar los medios de comunicación y las redes sociales para difundir narrativas falsas o manipuladas, tanto para mantener la moral de sus ciudadanos como para desmoralizar al enemigo.
Los espías o agentes dobles pueden diseminar información incorrecta, saboteando las estrategias del enemigo al proporcionar datos falsos con agentes dobles y espías. Este tipo de manipulación ha sido central en conflictos donde la inteligencia y contrainteligencia juegan un papel clave.
Propaganda y guerra psicológica
La desinformación no solo se utiliza en operaciones militares directas, sino también en la propaganda para influir en la percepción pública. En tiempos de guerra, los gobiernos intentan mantener alta la moral de su población mientras siembran el desaliento en el bando contrario. A menudo, la mentira se usa para exagerar logros militares, minimizar las pérdidas o atribuir atrocidades al enemigo.
La propaganda nazi durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, fue una mezcla de verdad y mentiras destinadas a demonizar a los enemigos y glorificar la causa alemana. Este tipo de desinformación busca no solo manipular a la gente, sino también generar una visión simplificada del conflicto en términos de «buenos» y «malos».
Ética de la desinformación en la guerra
En la guerra, la mentira y la desinformación no son solo incidentales, son en realidad armas deliberadas y estratégicas. Aunque pueden ofrecer ventajas tácticas, también conllevan riesgos y dilemas éticos. Las consecuencias de estas tácticas pueden ser profundas, no solo para los combatientes, sino también para las sociedades en su conjunto, especialmente en una era donde la información se mueve a una velocidad sin precedentes. El manejo de la realidad en tiempos de conflicto es tanto un arte como una ciencia, pero siempre implica el riesgo de dañar no solo al enemigo, sino también a quienes dependen de la verdad para sobrevivir.
En el ámbito de la política
La mentira y la desinformación también juegan un papel crucial, tal como ocurre en la guerra. En este contexto, estas tácticas se utilizan con fines estratégicos para manipular la opinión pública, distorsionar la realidad, influir en elecciones, desacreditar a oponentes y, en última instancia, consolidar el poder. La manipulación de la información, el uso de medias verdades y la difusión deliberada de mentiras en política son fenómenos históricos que han evolucionado con la llegada de nuevas tecnologías y medios de comunicación.
La mentira como herramienta política
La política, como proceso de competencia por el poder, ha sido durante siglos un terreno fértil para la mentira. Los políticos y líderes, conscientes de la necesidad de ganarse el apoyo de la población y de sus pares, recurren frecuentemente a la distorsión de los hechos para moldear percepciones y fortalecer su agenda.
Los políticos suelen manipular la verdad para mejorar su imagen ante el electorado. Esto puede incluir ocultar errores personales o profesionales, minimizar sus fallos de gestión o exagerar sus logros. La percepción pública es crucial en la política, y una verdad inconveniente puede ser devastadora para una carrera política.
Una de las formas más comunes de mentira en política es la promesa vacía. Los candidatos suelen hacer promesas que saben que no cumplirán con el fin de obtener votos. Estas promesas suelen estar diseñadas para atraer a sectores específicos de la población, con el objetivo de asegurar su apoyo en el corto plazo.
La mentira también se usa para socavar la credibilidad de los adversarios políticos con la desacreditación de los oponentes. Esto puede tomar la forma de ataques personales, la difusión de rumores falsos o la distorsión de los hechos para que el oponente parezca incompetente o corrupto. En muchos casos, estas tácticas buscan distraer al público de los propios errores o escándalos.
Los líderes políticos pueden crear narrativas falsas y distorsionadas sobre eventos o situaciones para justificar decisiones impopulares. Esto es particularmente común en tiempos de crisis, como en conflictos internacionales, donde la mentira puede ser utilizada para justificar intervenciones militares, sanciones o políticas económicas controvertidas.
La posverdad
El término «posverdad» fue empleado por primera vez en los medios de comunicación estadounidenses en 1992, en un artículo de Steve Tesich publicado en The Nation. Tesich hizo referencia a los escándalos de Watergate y la guerra de Irak para señalar que, desde ese momento, habíamos comenzado a vivir en una era de posverdad, donde las mentiras se difunden sin restricciones y los hechos son deliberadamente ocultados. Posteriormente, en 2004, Ralph Keyes desarrolló este concepto en su libro The Post-Truth Era, donde planteó que la posverdad se ha arraigado en nuestra sociedad. Keyes explica que la manipulación creativa de la información ha dado lugar a una narrativa en la que los hechos son adornados para parecer más auténticos que la verdad misma, lo que proporciona una clave para entender el presente.
Desinformación y posverdad
En este contexto, las mentiras o distorsiones de la realidad no solo se toleran, sino que se propagan con rapidez, especialmente en redes sociales. En la política de la posverdad, los hechos y la verdad se vuelven maleables. Los políticos que operan en este marco a menudo se basan en una estrategia de “confusión deliberada” donde las mentiras, medias verdades y hechos alternativos se entremezclan para generar un entorno en el que la verdad se vuelve difícil de distinguir.
Un caso clave de esto fue la campaña del referéndum del Brexit en el Reino Unido en 2016, donde se hicieron afirmaciones falsas sobre los costos y beneficios de permanecer en la Unión Europea. A pesar de que muchas de estas afirmaciones fueron desmentidas posteriormente, el impacto emocional de las mentiras contribuyó significativamente al resultado de la votación. Igual ocurrió en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos donde maleables verdades o mentiras prevalecieron en las campañas electorales de los candidatos.
La mentira en la política internacional
La desinformación política no es solo un fenómeno doméstico; también juega un papel en las relaciones internacionales. Los gobiernos utilizan la mentira para justificar acciones bélicas, imponer sanciones o influir en el comportamiento de otros países.
Durante la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética recurrieron a la desinformación para desacreditar al bando contrario y generar divisiones internas. Un ejemplo icónico es la «Operación Infektion«, una campaña de desinformación soviética que afirmaba que el virus del VIH/SIDA había sido creado por científicos estadounidenses como un arma biológica. Aunque esta información era completamente falsa, logró sembrar dudas y desconfianza en varias regiones del mundo.
También aparecieron rumores y mensajes falsos durante la pandemia del Covid 19 que crearon mayor zozobre en las personas en todo el mundo.
Hoy en día, las campañas de desinformación en política internacional continúan, con el uso de redes sociales, bots y noticias falsas como herramientas para influir en elecciones, desestabilizar gobiernos y generar polarización dentro de los países.
Efectos de la mentira en la política
La mentira en la política tiene consecuencias profundas y de largo alcance.
La erosión de la confianza en las instituciones se produce cuando los ciudadanos descubren que han sido engañados por sus líderes, y la confianza en las instituciones políticas se deteriora. Esto puede llevar a una disminución en la participación política, el aumento del cinismo y una mayor polarización de la sociedad. Esto crea un ambiente de “nosotros contra ellos”, donde los hechos objetivos se convierten en un campo de batalla ideológico.
A través de la desinformación masiva, en esta era digital, las mentiras se propagan rápidamente y son difíciles de desmentir. Una vez que una falsedad gana tracción, puede ser casi imposible corregirla, lo que resulta en una población desinformada y conducida a ¿quién sabe dónde?
Reiteramos que en buena parte del mundo “democrático”, la desinformación se utiliza como una herramienta antidemocrática para influir en los resultados electorales. Esto puede tomar la forma de noticias falsas, rumores difundidos en redes sociales o la manipulación directa de información oficial.
¿Es siempre inmoral mentir en política?
Si bien la mentira en la política es generalmente vista de manera negativa, existen contextos en los que mentir podría considerarse necesario o hasta justificable. Un caso, durante la II Guerra Mundial, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill ocultaron al público algunos detalles sobre los avances bélicos para evitar el pánico y mantener la moral alta, como la magnitud de los daños causados por los bombardeos alemanes en Londres, mientras que Roosevelt en Estados Unidos enfocó sus discursos en la necesidad de apoyar a los aliados sin comprometer la seguridad nacional, evitando que los ciudadanos se sintieran en peligro inminente. En situaciones donde la verdad podría causar daño masivo, algunos argumentan que la mentira puede ser un mal menor. Sin embargo, este tipo de justificación plantea dilemas éticos profundos sobre la transparencia y el derecho de los ciudadanos a la información veraz.
La mentira en las religiones
Es un tema complejo y delicado, que toca tanto cuestiones éticas como teológicas. Aunque la mayoría de las religiones promueven la verdad como un valor fundamental, la historia muestra que la mentira ha jugado un papel en diversos contextos religiosos. Este uso de la falsedad puede observarse en la interpretación de doctrinas, la difusión de creencias, y en ocasiones, en la consolidación del poder de las instituciones religiosas.
La verdad y la mentira en las religiones
Muchas religiones consideran la verdad como un principio sagrado. En el cristianismo, uno de los mandamientos es “No dirás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo 20:16), subrayando la importancia de la veracidad.
En el Islam, la verdad es considerada un atributo de Alá, y mentir es visto como un pecado grave.
El hinduismo y el budismo también valoran la verdad, promoviendo el concepto de satya (verdad) como un camino hacia la iluminación.
No obstante, aunque estas religiones condenan la mentira en general, también han surgido debates sobre si todas las formas de falsedad son igualmente condenables o si existen justificaciones morales o contextuales para mentir.
La justificación moral de la mentira en la religión
En algunas religiones, existe la noción de que, en ciertos casos, mentir puede estar moralmente justificado si se persigue un bien mayor o si se trata de proteger a otras personas. Este concepto es similar al de la “mentira piadosa” que encontramos en otros contextos sociales, pero con una carga religiosa.
En el cristianismo, algunos teólogos han discutido si mentir para proteger vidas inocentes, como en el caso de los cristianos que ocultaron a judíos durante el Holocausto. Agustín de Hipona, condenó todas las mentiras como pecaminosas, pero Tomás de Aquino distinguió entre diferentes grados de mentiras, sugiriendo que algunas pueden ser menos graves dependiendo de la intención.
En el Islam, aunque el Corán prohíbe mentir, algunos textos sugieren que es permisible bajo ciertas circunstancias, como durante la guerra o para evitar daño a la familia. El concepto de taqiyya, que significa disimulación, permite a los musulmanes ocultar su fe en situaciones donde su vida está en peligro.
En el judaísmo, la mentira también está prohibida en la Ley de Moisés, pero los rabinos han discutido extensamente sobre los casos en los que mentir puede estar justificado, como para preservar la paz o proteger la vida. Un principio, Pikuach Nefesh, es un término hebreo que significa «salvar una vida». A lo largo de historia judía, se ha utilizado para referirse al principio de que preservar la vida humana tiene prioridad sobre todo lo demás.
La mentira como instrumento de control religioso
La historia nos indica que la mentira ha sido utilizada como un medio de control y consolidación del poder en diversas instituciones religiosas. La manipulación de la verdad ha servido en algunos casos para justificar acciones, mantener estructuras de poder o para influir en el comportamiento de los fieles.
Las religiones suelen presentar sus doctrinas como dogmas o verdades absolutas, a menudo fuera del alcance del cuestionamiento crítico, incluso si algunos líderes religiosos saben que dichas interpretaciones pueden ser incompletas o inexactas. Esto puede ser visto como una forma de desinformación, donde los creyentes son llevados a aceptar una verdad que no es completamente abierta a la discusión con una sola frase: “es cuestión de fe”.
Existen casos en la historia donde los textos antiguos han sido alterados o reinterpretados para servir a los intereses de líderes religiosos o políticos. La manipulación de las escrituras puede ser una forma de mentira institucionalizada, ya que ofrece una versión distorsionada o modificada de los mensajes originales.
Desde los inicios, ha habido numerosos casos de líderes religiosos que han fabricado milagros o falsos testimonios para fortalecer su autoridad o aumentar el fervor entre los fieles. Estos fraudes religiosos, aunque son condenados por la mayoría de las doctrinas religiosas, han sido una herramienta para consolidar poder y atraer más seguidores.
Un caso clásico de esto ocurrió durante la Edad Media en la Iglesia católica, donde se promovían reliquias supuestamente sagradas, a menudo falsas, para generar ingresos a través de las peregrinaciones. Este tipo de manipulación de la fe popular, aunque fue criticada posteriormente, muestra cómo la mentira puede infiltrarse en las prácticas religiosas.
Es importante notar que la mentira y la desinformación en las religiones no solo ha sido un fenómeno negativo. En ocasiones, la crítica a la mentira dentro de las instituciones religiosas ha llevado a movimientos de reforma y renovación.
La reforma protestante, liderada por Martín Lutero en el siglo XVI, se basó en gran parte en una reacción contra lo que él percibía como mentiras y corrupciones dentro de la Iglesia católica. Lutero criticaba la venta de indulgencias, que prometían la reducción del tiempo en el purgatorio a cambio de dinero, lo que consideraba una forma de engaño espiritual.
La mentira en la religión puede tener consecuencias profundas tanto para los individuos como para las sociedades. A nivel personal, cuando los creyentes descubren que han sido engañados por sus líderes o instituciones religiosas, pueden experimentar una crisis de fe, lo que puede llevar a la pérdida de confianza no solo en las personas, sino también en las creencias mismas, como aconteció con la protección de sacerdotes y autoridades eclesiásticas pederastas y abusadores sexuales por parte de la jerarquía de la Iglesia.
A nivel social, las mentiras religiosas pueden generar conflictos, como hemos visto en la historia de las cruzadas, las guerras de religión o en los conflictos sectarios contemporáneos en el Medio Oriente. La manipulación de la verdad con fines religiosos puede provocar división, violencia y opresión.
El desafío para las instituciones religiosas, como para los individuos, es equilibrar la búsqueda de la verdad con las realidades humanas de la falibilidad y la imperfección, sin caer en la trampa de la desinformación o la manipulación.
Esperando que todos —o al menos la mayoría— podamos afrontar las mentiras que nos rodean, controlar las nuestras, y que prevalezca la sinceridad en buena parte de la humanidad, nos vemos en la próxima entrega… Que la Divina Providencia los acompañe…
María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad y de ¿Quién es el Universo?
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional