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El ogro de la deflación

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Inflación y deflación son fenómenos frecuentes y normales que se presentan en economías totalmente sólidas.  Terrible es que cualquiera de los dos fenómenos se salga de cauce porque corre el riesgo de defenestrar la evolución de todo el espectro económico. Una equivocada política monetaria es capaz de descarrilar la evolución sana y expansiva de todo país y un crecimiento estable y sostenido en el tiempo es lo deseable para provocar una mejor calidad de vida en toda la sociedad. 

El temor que vienen albergando los economistas estudiosos de los fenómenos chinos es que la actual deflación que aqueja a la segunda economía mundial sería capaz de perjudicar notablemente no solo a China sino a todo el entorno global.    

Son los mismos expertos chinos quienes se animan a dar la voz de alerta, inspirados en la comparación de la situación actual del gigante asiático con la crisis deflacionaria del Japón a fines de los 1990 e inicios de los 2000, un evento descontrolado que luego produjo la inestabilidad total y el desplome del crecimiento de su Producto Interno Bruto por años. La fase de contracción en Japón- país que en el momento ocupaba igualmente el segundo puesto en la lista mundial de economías fuertes- estuvo precedida por una política monetaria laxa apoyada por una intensa expansión del crédito y una política de bajas tasas de interés. Lo que se teme es una “japonización” de la economía del coloso chino.

A inicios de este mes el Bund Summit, evento anual de altísimo nivel que congregó en Shanghai a los grandes gurús de la economía mundial, puso de relieve el temor a que las presiones deflacionarias presentes en China puedan agravarse. Este tema de agenda es un tópico recurrente entre académicos y expertos en los temas chinos, pero el alto gobierno de Pekín en esta ocasión no se quiso hacer presente en el foro. Mas bien, el comentario generalizado es que ha estado instando a sus analistas a evitar referirse a este asunto de inquietud global. No es para menos:  el índice de precios ya ha permanecido en territorio deflacionario durante los últimos 23 meses. 

Lo cierto es que la baja demanda y el desconsumo están atornillados en la dinámica nacional a raíz del colapso del sector inmobiliario lo que ha minado la confianza del hombre de la calle quien guarda sus ahorros para tiempos mejores. Ello, unido a la sobreproducción en algunos sectores, a la feroz competencia desatada en otros y al impacto del notorio descalabro de algunas inversiones públicas, ha impactado los precios del país a la baja, lo que a su vez ha lesionado severamente las utilidades corporativas. Ni hablar de la consecuencia que ello ha estado generando en la propensión a la inversión. 

La revigorización de la expansión en la gran potencia debería ser el primero de los objetivos pero la tarea es harto complicada. Si la tendencia de la administración es a mantener el statu quo, China solo alcanzará este año 4% de crecimiento, bien por debajo del 5% a que aspiran sus autoridades.   

Una situación deflacionaria que se incrusta compromete totalmente la capacidad de recuperación y este gigante está sentado sobre un precipicio deflacionario-  asegura el Wall Street Journal- mientras en el resto del mundo se combate a brazo partido con el demonio de la inflación. Parece, a fin de cuentas, que la inflación, que se ha combatido y considerado la principal amenaza de toda economía, termina siendo una cura para algo mucho peor: la deflación. 

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