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Don Mario Briceño Iragorry: identidad y la Venezuela posible

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En su trayectoria vital don Mario Briceño Iragorry dio una serie de aportes que son fundamentales para entender por qué Venezuela no ha encontrado aún el camino del desarrollo humano integral. Planteaba la necesidad de concebirla como una totalidad, histórica y geográfica, desde el pasado indígena y colonial hasta el presente y su continuidad con los proyectos de futuro. Entender la forja de lo venezolano como un proceso continuo en el marco de su espléndido de su territorio. 

Quien no conoce no ama, y si no ama no hay el compromiso del cuidado, sea la propia persona, el hogar o el lugar, condición indispensable para la permanencia digna y su proyección en el tiempo. “Para amar a la Patria debemos empezar por amar su Historia, y para amarla en su totalidad, necesario es conocer y amar su Historia total” escribió en 1933 en “Tapices de Historia Patria”. Y la Geografía total, me atrevo a agregar. La obra en temas vinculados a la tierra no es tan densa como la dedicada a la memoria, pero igual son fundamentales.

Para concebir y echar a andar un verdadero proceso de desarrollo integral es necesario entender de dónde venimos, cuáles han sido las fortalezas y las debilidades que heredamos, las oportunidades que aprovechamos y las debilidades en que caímos. Tener conciencia de las luces y las sombras de nuestro devenir histórico, para tener algunas certezas de cuales son las circunstancias luminosas y las oscuras a tomar en cuenta. Que ángeles que nos acompañan y que demonios nos asechan, para entender que lo que debemos promover y lo que tenemos que exorcizar.

“¿Qué es Venezuela?, ¿qué somos los venezolanos?, ¿Por qué ha estado Venezuela atada a un destino trágico? ¿Cuál es el camino del cambio?, eran las preguntas que en un medio universitario tan estrechamente vigilado y ante un país atemorizado pretendían analizar y responder desde la nueva Escuela, Parra León y Briceño Iragorry”.  Eran las preguntas poderosas que se hacían Mario Briceño Iragorry junto a su amigo Caracciolo Parra León, cuando se propusieron crear la Escuela de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Venezuela en 1932, según escribió Ramón J. Velázquez en el prólogo de “Alegría de la Tierra”.

Para responderlas buscaron las respuestas por el lado de la identidad, la conciencia de nación, el conocimiento del país y la búsqueda de procesos y personajes paradigmáticos, también de instituciones y creencias, en la construcción, o destrucción de esos elementos identitarios.  La historia fue fundamental, también la educación, la filosofía, la sociología, la política y la fe cristina de compromiso y acción. 

La lectura geográfica es muy diferente y Briceño Iragorry la abordó de manera lateral lindante con la historia, pero central en su pasión venezolanista. Está presente aquí y allá en su densa obra cuya producción fue reunida en 25 volúmenes por el Congreso de la República en 1988. Allí, en el prólogo, escribe Miguel Ángel Burelli Rivas sobre cómo la “caprichosa geografía” del estado Trujillo explica la existencia de caciques y caudillos que dominaron su historia. Pendiente está el explorar en profundidad el pensamiento geográfico de Don Mario, más visible en sus sentidas crónicas sobre Trujillo, sobre Mérida y en su novela “Los Riberas”. También en el ya citado ensayo “Alegría de la Tierra”, escrito para resaltar la potencialidad que tiene el país para abastecerse de alimentos, y su tristeza por el abandono del campo y consecuente dependencia alimentaria y de otros bienes importados.

Sentía que el conocimiento del país abriría las ventanas de la larga noche venezolana a nuevos amaneceres, escribió en la lejana fecha de 1925. Propuso la puesta en valor de un “principio espiritual superior” como los que animan a las grandes civilizaciones, también hoy en peligro por causa de la economía de la codicia, en plena expansión. Se trata de una transformación espiritual, “en su mentalidad, en su cosmovisión, pensando en la Venezuela posible. Cristianismo comprometido con la transformación. Nacionalismo entendido como amor el país por que se conoce y se sueña”.

Puede terminarse el extenso ciclo histórico de la Venezuela que separa y niega la forja continua de su identidad en este espléndido territorio. Acabar con la reiterada costumbre de la negación del pasado indígena, de los tiempos españoles, de las épocas de próceres y caudillos, los aportes del ciclo democrático y los aprendizajes de los tiempos que vivimos, para soñar la síntesis superior de una Venezuela de bienestar, sería un buen corolario del pensamiento de Don Mario Briceño Iragorry en estos días que celebramos la fecha de su nacimiento el 15 de septiembre de 1897.

La Venezuela posible es posible, sin lugar a dudas. En los mensajes de Briceño Iragorry está dibujada la ruta que debemos emprender, con base a nuestras virtudes y el reconocimiento a nuestras falencias. Es la tarea que está en el horizonte.

 

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