En la cumbre de la montaña de hombres venezolanos en las Grandes Ligas está Miguel Cabrera. De hecho, él es la cima; el rostro estampado en el estandarte de la legión. Ronald Acuña jr. todavía no ha puesto un pie en las mayores, pero su nombre es homónimo de la cúspide de los peloteros nativos en las menores; él está llamado a ser una superestrella que algún día ponga su banderín en la cresta nacional y mida sus huellas con las del inicialista de los Tigres de Detroit.
Las dos generaciones se unieron por la fuerza. Y no fue un acto de obligación. Es solo que los poderes de ambos coincidieron: conectaron cuadrangulares, aunque lo hicieron a sus ritmos y maneras.
El jonrón de Cabrera fue el primero de su primavera. Resultó un batazo que cumplió con todas las características del estilo que patentó: salió disparado a la mano contraria y dejó atrás la barda del jardín derecho. La víctima fue el japonés Masahiro Tanaka, abridor de los Yanquis de Nueva York, quien trató de defenderse en conteo de 2-2.
El augurio del regreso del poder de Cabrera fue hecha por él mismo después de interpretar las señales de su cuerpo. Según el maracayero este año es la primera vez en mucho tiempo que no siente algún dolor taladrándole una parte del cuerpo. Eso quiere decir que hay muchas probabilidades que su capacidad jonronera regrese después de estar ausente la zafra anterior, cuando solo pegó 16 bambinazos debido a incesantes molestias en la parte baja de la espalda.
Tras el cuadrangular, el promedio del primera base en los juegos de exhibición quedó en .342, la cifra denota un buen comienzo y la valía de sus trabajos físicos durante la temporada muerta.
Mucho más que en años anteriores, el motor ofensivo de los bengalíes cae sobre los hombros de Cabrera. El equipo está en plena reconstrucción, incluso será la primera campaña de Ron Gardenhire como manager de la divisa. Él espera la explosión de la zona medular del lineup, que Cabrera comparte con el también venezolano Víctor Martínez y el antesalista Nicholas Castellanos.
La promesa. Casi al mismo tiempo que ocurrió el cuadrangular de la establecida estrella, Acuña jr. le daba la vuelta al cuadro en Disney World, en donde los Bravos de Atlanta se enfrentaron contra los Filis de Filadelfia.
El batazo de la promesa fue totalmente diferente al de Cabrera. La bola fue halada con fuerza y abandonó el parque por las lejanías de la pradera izquierda. Si bien su figura comienza a tomar notoriedad en las transmisiones televisivas de las mayores, ha sido una costumbre observar a Acuña jr. trotar las almohadillas sin impedimentos, pues ya acumula cuatro estacazos en el Spring Training.
La fuerza demostrada por el prospecto número uno del juego, según de Baseball America, alimenta las comparaciones que hacen algunos versados –como el scout y ex jardinero Ralph Garr- con el legendario Hank Aaron, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown.
La cifra
14 años es la diferencia de edad entre Miguel Cabrera y Ronald Acuña jr. El inicialista firmó para el beisbol profesional en 1999, cuando el jardinero de los Bravos de Atlanta tenía un año y medio de nacido.
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